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Eduardo Mackenzie*  

Antes de la caída del muro de Berlín, la Stasi, la omnipresente policía política de la República Democrática Alemana (RDA), creada en 1950 sobre el modelo de la Cheka de Lenin, disponía de 91.000 agentes secretos asalariados y 174.200 informadores no pagados. Esa tropa se dedicaba a espiar e infiltrar los hogares, las universidades y todo tipo de centros culturales, laborales, religiosos y deportivos. Las toneladas de informes de esa maquinaria servían para intimidar, calumniar, juzgar, encarcelar y torturar a quienes se desviaban de la línea comunista.

La guerra psicológica de la Stasi provocó el fracaso profesional de miles de ciudadanos. El filme La vida de los otros (2006) reflejó apenas una pequeña parte de la actividad de la Stasi y de la miserable vida de la gente bajo el “socialismo real” de la RDA.

El número de crímenes y delitos cometidos por esa dictadura fue altísimo. Los investigadores afirman que más de 4 millones de alemanes y 2 millones de extranjeros fueron víctimas de los métodos abominables de la RDA, cuya población era de 16 millones de personas en 1990. Calculan, además, que ese régimen asesinó a unas 70.000 personas y que cerca de 250.000 otras pasaron por las cárceles políticas de la RDA. “La Stasi tenía un sistema de detención y tortura muy sofisticado, en la que los detenidos pasaban hasta un año sin identificación judicial ni aviso a los parientes. Simplemente desaparecían”, escribió el diario español La Razón, en noviembre de 2019 (1)

Sin embargo, el 9 de noviembre de 1989, cinco días después de que comenzaran las masivas protestas anticomunistas, más de 500 000 este-alemanes forzaron el paso del muro y se precipitaron, por varios puntos, a Berlín occidental. En Moscú, Gorbachov había renunciado a la doctrina Breznev de emplear la fuerza para mantener los Estados comunistas bajo la dominación soviética. La corta apertura de la frontera de Hungría, en mayo de 1989, había provocado la huida de miles de alemanes de la RDA.

Enterada por la prensa occidental que la policía no exigiría esta vez los permisos para ir al otro Berlín, la multitud desbordó los puntos de pasaje y hasta comenzó a destruir físicamente el detestado muro que la RDA había erigido en agosto de 1961.

A pesar de la brutal represión policial durante el 40 aniversario de la RDA, el régimen de Honecker agonizaba. Gracias a las protestas masivas, el 9 de noviembre de 1989 se transformó en el comienzo del fin de la RDA y de los odiados regímenes de Europa del Este y de la URSS. Ese día fue uno de los momentos más fecundos y significativos para la libertad de los seres humanos en el mundo.

Sin embargo, unos espíritus perversos odian a los alemanes que derribaron esa dictadura criminal. Gustavo Petro es uno de ellos. Este 15 de junio, en su viaje no oficial a Alemania, Petro aprovechó el micrófono que le brindó la progresista Fundación Friedrich Ebert, de Berlín, para insultar a los que derribaron la RDA. Petro recitó ese día los embuchados de su admirado Vladimir Putin: la caída del Muro de Berlín fue una catástrofe para el mundo entero.

Lo de Petro no fue una “conferencia magistral” sino el mitin de un nostálgico de la dictadura comunista. “No queda mucho del mundo soviético en Berlín”, deploró antes de victimizarse diciendo que había sido atacado por “el fascismo” en España por su “piel café con leche”, cuando en realidad él fue criticado por sus actuaciones políticas y su pasado terrorista, tanto por los diputados de Vox, quienes se retiraron del Parlamento, bajo el aplauso de los otros diputados de derecha.

Afuera del edificio madrileño, unos 30 manifestantes, de Colombia, Venezuela y Perú, repudiaron la presencia en Madrid del lacayo del tirano Maduro. Ese fue el “ataque fascista” que sufrió el ocupante de la Casa de Nariño.

Imitando la verborrea grotesca de Fidel Castro, capaz de sermonear durante cinco horas sobre cómo cultivar el arroz en Cuba, Petro fue a explicarle al actual gobierno alemán que el carbón que le compra a Colombia es “veneno” y que debe trocarlo por “hidrogeno verde”, pese a que Colombia no lo produce en masa. Y ocultó las notables desventajas de esa técnica: su baja eficiencia, sus altos riesgos de seguridad y sus costos altísimos. Producirlo exige aumentar el consumo de energía eléctrica renovable, más cara que los combustibles fósiles.

No faltó allí la habitual nota de dramatismo cantinflesco al decir que colapsar la banca internacional, mediante a la “reducción de la deuda de todos los países”, sería un “gran salto adelante” para que la humanidad “defienda su existencia” tratando de “contener el chorro de emisión de gases hacia la atmósfera”.

Petro mostró hasta dónde llega su cinismo al tratar de notificar a los alemanes sobre los efectos nefastos, según él, de la caída del muro de Berlín: “El derribo del Muro de Berlín trajo una oleada neoconservadora, una destrucción del movimiento obrero a escala mundial, un debilitamiento formidable y una pérdida, entonces, de valores de izquierda.” En realidad, los únicos que destruyeron el movimiento obrero y los sindicatos fueron Stalin, Hitler, Mussolini, Mao, Pol Pot, Castro, los regímenes comunistas y fascistas. La caída del muro abrió, por el contrario, las puertas a la reconstrucción del movimiento sindical en Alemania y en los países de Europa del Este. En la memoria de Petro no hay trazas de eso, no hay hechos, ni ideas, solo la vieja carreta del Kremlin.

Antes del derrumbe del muro, los jefes de la Stasi enviaron a Moscú los archivos más horribles y se dieron a la frenética tarea de quemar y destruir con máquinas y a mano cerca de 45 millones de expedientes secretos. No lograron destruirlos todos. El periodista Frédéric Pons, dice que esos dossiers, colocados uno tras otro, llegan a cubrir una línea de 260 kilómetros (2), es decir una distancia superior a la que hay entre Cali y Manizales.  Muchos archivos han sido estudiados por las víctimas y por investigadores.  Por eso sabemos cómo funcionaba la RDA. Faltan reconstituir 16.250 bultos de documentos destrozados pero el trabajo continúa: el Parlamento alemán financió la compra de máquinas especiales para recuperar la información contenida en los archivos destruidos.

¿Por qué Petro deplora la caída del Muro de Berlín? Porque ese acontecimiento puso fin a la utopía comunista, fue una victoria del capitalismo y del liberalismo occidental, y porque ese hecho aceleró la crisis de los partidos comunistas. ¿Petro admite o no estos datos? Nadie lo sabe. Él da la impresión de vivir en una realidad paralela donde lo otro no tiene importancia.

La Stasi fue uno de los servicios secretos de Europa del Este que, con ayuda del KGB, orientaron y dieron refugio a terroristas europeos, latino americanos y palestinos como los del FPLP, tristemente célebre por sus atrocidades contra Israel. Carlos el “Chacal” fue uno de ellos. La Stasi formó guerrilleros de las Farc. El más conocido fue Raúl Reyes. Los contactos de Jaime Bateman con la Stasi le ayudaron en la compra en 1981 de un barco en Hamburgo con el cual trasladaron a Colombia un lote de 40 toneladas de fusiles de segunda mano y municiones para el M-19 (3).

La infiltración de agentes en las redacciones de la prensa alemana para difundir mentiras favorables a la RDA fue otra especialidad de la Stasi. Esta realizó igualmente atentados “nazis”, como la profanación de un cementerio judío en la RFA, cometido por operadores comunistas, para desacreditar a políticos y manipular la opinión pública alemana.

Las frases escandalosas en Berlín no son una opinión: ellas reflejan el programa de Petro para Colombia: levantar muros, reducir las libertades, espiar masivamente a la ciudadanía (ver el terrible expediente Petro/Dávila/Sarabia/Benedetti), acabar con la libertad de prensa y de opinión, destruir la economía y empobrecer a la población para hacer de Colombia una nueva RDA.

¿Qué puede pensar el país de un presidente que viaja a Europa para sabotear las exportaciones de Colombia? ¿Qué puede pensar el mismo gobierno alemán? El fanatismo estalinista de Petro tuvo que haber golpeado las conciencias de muchos en Alemania, aunque no se lo hayan dicho en la cara. La visita de Petro fue, pues, un fracaso. Petro tuvo que mendigar una foto con el economista Joseph Stiglitz, de capa caída desde el affaire de las compras americanas de aluminio y uranio enriquecido a Rusia.

(1).-https://www.larazon.es/cultura/el-terror-de-la-stasi-en-numeros-70000-asesinados-y-250000-presos-politicos-DF25572111/

(2).- Ver Jean-Paul Picaper, Berlin-Stasi (Editions des Syrtes, Paris, 2009) y Fréderic Pons, Les derniers secrets de la Stasi, Hors-série de Valeurs Actuelles, n°. 23.

(3) Ver Germán Castro Caicedo, El Karina (Plaza & Janes, Bogotá 1985).

 
Publicado en Columnistas Nacionales

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