Ante el espectáculo nauseabundo del actual gobierno las gentes vuelven sus ojos a las instituciones, confiando en la probidad de sus integrantes. Desde luego, si la Carta estuviese vigente todavía en la conciencia de sus agentes, ya el país estaría a salvo y esta columna no habría que escribirla porque Petro habría ya renunciado o estaría prófugo.
Pero en el mundo real, Petro se atornillará, y de patas y manos hará lo posible y lo imposible para mantenerse en el poder, mientras llega el autogolpe de Estado que viene preparando sigilosamente, en tanto distrae con sus cantinflescas peroratas a un país que se resiste a creer en la inminente caída en el abismo.
Pero ahora, completamente conocido, despreciado, rechazado y desnudo ante la comunidad internacional, Petro es más peligroso y temible que nunca antes.
Como incorregible leninista sabe que el poder depende del fusil. Después de la emasculación de las Fuerzas Armadas y la sumisión de la Policía, cuenta con los vestigios de esos cuerpos, con las disidencias, con el ELN, con las Guardias Campesinas, Indígenas y Cimarronas, y con las estructuras narcocriminales, es decir, con todos los fusiles disponibles, que ya le aseguran el dominio territorial de cerca de la mitad del país. Por esa razón, su gobierno es partidario del desorden público y del caos que precede a la imposición del implacable “nuevo orden” monista.
Las discrepancias entre todo ese montón de movimientos son apenas para la galería, porque hay un plan maestro para tomarse el poder y luego compartirlo con los distintos grupos políticos coaligados en el Pacto Histórico, lo que constituye la fase inicial de la revolución, cuyo resultado final es el gobierno totalitario del partido único.
Como si la base territorial de su poder no fuera suficiente amenaza, ahora se ampliará con la organización del mecanismo de los “Jóvenes de Paz”, que se le acaba de autorizar en el Plan Nacional de Subdesarrollo, aprobado a las volandas por un Congreso servil. Se trata entonces de poner rápidamente en marcha aquellos 100.000 muchachos de a millón mensual, anunciados desde comienzos del gobierno, fiel copia de los Colectivos Bolivarianos que aterrorizan al pueblo venezolano.
En Medellín, la semana pasada, Petro invitó a los jóvenes que delinquen en los combos a incorporarse a esa organización parapolicial. Lo anterior, en plata blanca, significa que no habrá ni siquiera necesidad de entrenar a los jóvenes pacificadores, porque ya llegarán adiestrados por las estructuras a las que se les ha prometido la “paz total”.
No olvidemos, con Orwell, que el Ministerio de la Paz es el que hace la guerra…
Mientras más se destape la cloaca del gobierno, más peligroso se vuelve el Capo del Estado y más pronto llegará el autogolpe que requiere para encender la revolución, esa sí total, para la cual son indispensables esos colectivos petro-maduristas que impondrán el terror urbano.
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Después del discurso de absoluto corte leninista, el 7 de junio en la Plaza de Bolívar, Petro viaja a Cuba a presentar su informe a los jefes de la revolución continental, y para anunciar el cese al fuego con el Eln, que inicia una fase más dinámica del proceso aniquilador del modelo económico, social y del Estado de derecho en Colombia.