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Alfredo Rangel*      

Atenta contra la generación de empleo, propicia la informalidad e incrementa los costos laborales.

El país está un poco aliviado porque nuestro sistema de salud se ha salvado de las pretensiones ideológicas del Gobierno de destruirlo y reemplazarlo por uno estatal. Como lo anticipamos, el Gobierno tuvo que ceder porque no se le dieron los votos en el Congreso, perdió la calle, tuvo fuerte oposición en el gabinete ministerial y las encuestas rechazaron abrumadoramente la reforma. Menos mal. Pero el calvario continúa.

Ahora viene la reforma laboral, que se cierne como nube negra en el horizonte económico y social del país. Su contenido es claramente antiempresarial y prosindical, atenta contra la generación de empleo, propicia la informalidad, incrementa los costos laborales, aviva la inflación, desestimula la inversión y aumenta la desaceleración económica. Es, además, un anacronismo nostálgico que va en contravía de las tendencias modernas de flexibilización laboral derivadas de las nuevas tecnologías, como el trabajo remoto, los contratos por horas y por días, el trabajo libre en plataformas, el pluriempleo, el trabajo híbrido. La gran incógnita es si esta vez el Gobierno podrá salirse con la suya en el campo laboral, para desquitarse por su derrota en la salud.

En efecto, para favorecer y fortalecer a los exiguos sindicatos, la reforma busca imponer la negociación laboral por ramas de actividad, sin tener en cuenta la diferencia de niveles de productividad y competitividad de empresas grandes, medianas y pequeñas. Petrifica (nunca mejor dicho) la nómina al hacer prácticamente imposibles los despidos con indemnización por razones económicas o tecnológicas, imponiendo el reintegro y multas hasta por 50 millones, incluso para el servicio doméstico. Extiende el derecho de huelga a los servicios públicos y de salud. Reduce la jornada laboral entre 6 a. m. y 6 p. m., imponiendo mayores sobrecostos en otros horarios y dominicales.

De aprobarse medidas como estas, se podría producir una gran mortandad de micro y pequeñas empresas, además de numerosos despidos preventivos en grandes empresas. Teniendo en cuenta que la semana laboral se va a reducir a 42 horas, se estima que se podrían incrementar los costos laborales en un 15 %, y sumados al último incremento del salario mínimo del 16 %, el sobrecosto laboral sería de más del 30 %, que al trasladarse a los precios se traduciría en más inflación. Al mismo tiempo castiga el cambio tecnológico y la robotización. La reforma le da más ventajas a la minoría de trabajadores que ya tienen ventajas, como los estatales y los de grandes empresas, pero desfavorece a la gran mayoría, que son informales, y a los desempleados.

Pero el trámite de esta reforma podría ser distinto al de la salud. Ahora se barajan y se reparten de nuevo los factores de poder, y los que hicieron posible frustrar la reforma de la salud de pronto harían posible la laboral. Está por verse. Para empezar, la calle, que fue adversa a la salud, eventualmente apoye la laboral. En efecto, los sindicatos tienen una importante capacidad de movilización, aunque su representatividad en el mundo laboral sea marginal. Simultáneamente, el tema laboral no es tan movilizador en el conjunto de la opinión pública como lo fue el de salud, que fue rechazada en la calle por decenas de miles de personas.

De otra parte, en el gabinete los ministros que se opusieron abiertamente a la reforma de la salud tienen una tendencia socialdemócrata que por definición es muy amiga del sindicalismo. Esa tendencia ideológica también abunda en las filas de los partidos de gobierno que no se alinean en la izquierda radical, con lo cual las mayorías necesarias en el Congreso serían menos difíciles de conseguir. Finalmente, para el grueso de la opinión la reforma laboral y sus consecuencias no parecen ser un tema tan atractivo. La formación de una opinión pública contraria a la reforma dependerá en mucho del activismo de los gremios económicos en los medios de comunicación y en las redes. Pero la dirigencia gremial se ha mostrado dubitativa y temerosa frente al Gobierno Nacional. Conclusión: pronóstico reservado.

https://www.eltiempo.com/, Bogotá, 16 de marzo de 2023.

Publicado en Columnistas Nacionales

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