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Rafael Rodríguez-Jaraba*

Si algo le empieza a quedar claro al Congreso de la República y a la nación entera, es la pérdida de credibilidad de Gustavo Petro entre sus propios electores y el rechazo mayoritario a sus ocurrencias e improvisaciones.

Los miembros del Congreso no deben olvidar, que no fue Petro quien los eligió, que quienes los eligieron fueron sus electores y a ellos se deben y representan, y, en consecuencia, deben actuar consultando el bien común, el interés general y no los intereses de Petro.

Tampoco, los Congresistas deben olvidar, que son responsables ante la sociedad y la justicia del cumplimiento de sus obligaciones y que su condición de legisladores no los faculta para violentar el orden constitucional y menos, para fletar su conciencia y vender la dignidad a cambio de prebendas.

La nación espera que los miembros del actual Congreso, honren sus deberes y, antepongan su integridad a la conveniencia, su pulcritud a la componenda, su honor a la felonía y su coherencia a la desinteligencia, de manera que eviten convertirse en peones de un gobernante mesiánico, torpe y perturbado, que no cesa de dar muestras de ineptitud e incapacidad para dirigir la nación.

Si bien es cierto que cerca del 20% de los miembros del Congreso son obsecuentes a Petro y votan de manera dócil y obediente sus obtusas y retardatarias propuestas, es esperable que los demás congresistas de las otras bancadas que conforman la coalición de gobierno, no las apoyen por reñir con los postulados de sus partidos o movimientos, por ser contrarias al querer de sus electores, por desconocer la voluntad mayoritaria de la nación y por comprometer la vigencia del Estado de Derecho.

Dadas las circunstancias actuales, y, ante el clamor nacional para que el Gobierno retire su arrevesada reforma a la salud y las nulas posibilidades que en un acto de sensatez lo haga, es necesario que los Congresistas, que por conveniencia o interés conforman la bancada de gobierno, reflexionen, y con fundamento en la evidencia, desistan de apoyar tamaña ocurrencia, que, como bien está probado, además de disparatada, es regresiva, destructiva e insostenible.

Por eso no se entendería que los Congresistas de los partidos Liberal, Conservador, Alianza Verde, Nuevo Liberalismo, de la U y Mira, apoyaran tamaño esperpento y se convirtieran en autores materiales de semejante despropósito, y con ello, en corifeos de un gobierno sin norte que en menos 7 meses ha revertido todos los indicadores sociales, dividido aún más la nación y comprometido seriamente su estabilidad legal, seguridad jurídica y sostenibilidad económica.

No en vano, todos los sectores de la salud y la comunidad médica y científica, se han manifestado en contra de la reforma, la que antes que mejorar y fortalecer el sistema de salud, promover su calidad y eficiencia, y aumentar su cobertura, revertiría su formidable desempeño que hoy lo sitúa, según la Organización Mundial de la Salud, como el mejor del continente y vigésimo segundo en el mundo, y, para Bloomberg, como el décimo segundo en el orbe.

Si bien el sistema de salud debe mejorar aún más y su cobertura aumentar del 96 al 100% de la población, en especial en los sectores rurales y en materia preventiva, es claro que lo que se propone en la reforma, antes que lograrlo, revertiría su desempeño.

Llama la atención, que la comunidad científica y los especialistas y expertos en administración de salud, se opongan a la reforma, por no encontrar en ella el menor asomo de coherencia técnica, funcional y financiera, e inclusive, que varios de los ministros de Petro no estén de acuerdo con ella.

También llama la atención, que diversos líderes de opinión de todos los matices, pertenecientes a diferentes vertientes, partidos, ideologías y movimientos, coincidan en discrepar con la manera desafiante, intimidante y provocadora con que Petro pretende sacar adelante sus reformas.

Pero, aún llama más la atención que, entre otros, Moisés Wasserman, Jaime Arias Ramírez, César Gaviria, Andrés Pastrana, Álvaro Uribe Vélez, Germán Vargas Lleras, Jorge Enrique Robledo, Federico Gutiérrez, Enrique Gómez Martínez, Juan Camilo Restrepo, Alfonso Gómez Méndez, María Isabel Rueda, Rafael Nieto Loaiza, Vicky Dávila, Juan Lozano, Daniel Coronell, Mauricio Vargas, Patricia Lara, Ramiro Bejarano, Rudolf Hommes, y hasta el brillante escritor Héctor Abad Faciolince, estén de acuerdo, en que Petro debe respetar el Estado de Derecho, la división de poderes y las instituciones republicanas, y que cualquier reforma que pretenda promover, se debe hacer dentro del marco de la Constitución y la ley, con el respeto que merece el Congreso, y no, bajo chantaje, amenaza y apremio.

En suma, el Congreso debe evitar la destrucción del Estado de Derecho y con ello, la destrucción de la democracia y, por ende, su propia destrucción. El Congreso no puede desconocer la ciencia y la evidencia científica, ignorar la realidad y privilegiar la improvisación sobre la experiencia positiva de lo construido.

El Congreso debe hundir el proyecto de reforma a la salud, por destruir y no construir, y más que eso, para defender y preservar la salud de los colombianos.

Colofón. Los ministros de Hacienda, Educación y Agricultura están en mora de renunciar; están comprometiendo su buen nombre y bien ganado prestigio, y Petro no se los va a restituir.

*Rafael Rodríguez-Jaraba. Abogado Esp. Mg. Consultor Jurídico. Asesor Corporativo. Litigante. Conjuez. Árbitro Nacional e Internacional. Profesor Universitario. Miembro de la Academia Colombiana de Jurisprudencia.

 
Publicado en Columnistas Nacionales

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