Y no se necesita hacer mucho esfuerzo para saber que durante el denominado “estallido social del 2021”, en Colombia se cometieron delitos atroces que están consagrados en el Estatuto de Roma y que fueron ejecutados por parte de miembros de la Primera Línea, tales casos son la tortura, el asesinato y el exterminio; puesto que hubo ataques generalizados sistemáticos en contra de la población civil y con conocimiento de dicho ataque. Así que el tal “estallido social” no existió en el 2021, visto que no se vieron las grandes movilizaciones como sí ocurrió en 2019; de modo que el terror que sembró la Primera Línea en diferentes comunidades es lo que se conoce desde hace décadas en la jerga marxista, como el trabajo de barrio.
Porque cuando a una población no le llegan los alimentos, las medicinas y otros artículos de primera necesidad por los bloqueos, que hay en las vías, necesariamente toca invocar al Estatuto de Roma en su artículo 7, en donde se mencionan los crímenes de lesa humanidad, que en su literal b, afirma: “El exterminio comprenderá la imposición intencional de condiciones de vida, entre otras, la privación del acceso a alimentos o medicinas, ente otras, encaminadas a causar la destrucción de parte de una población”, resaltando que los crímenes de lesa humanidad, si la justicia de una nación no puede juzgarlos y condenarlos, la Corte Penal Internacional tiene jurisdicción, tarde o temprano.
En atención a lo cual, los promotores de los bloqueos en el paro del 2021, lo que buscaban era sacar dividendos políticos y económicos para un proyecto hegemónico, pero no se acordaron del Tribunal Penal Internacional en La Haya, en vista de que cualquier motivación no es excusa, para someter a una población a la privación de lo que más necesita para sobrevivir, como ocurrió en varios lugares de Colombia, perjudicando también las exportaciones y las importaciones, que se hacen por vía marítima, en consecuencia con los bloqueos, se configuró un crimen de lesa humanidad.
La justeza de la protesta social está basada en buscar las reivindicaciones de los distintos sectores de la sociedad, pero los comunistas la utilizaron de manera mezquina desestabilizando al país, cogiendo a los jóvenes de carne de cañón, para llevar a la población a dictaduras como las de Cuba o Venezuela, creyéndose ungidos, no se sabe por qué fuerzas sobrenaturales, utilizando a las masas como objetos en beneficios de los intereses de su secta; pues esa caterva despreciaba el dialogo social y la concertación como mecanismos para llegar a acuerdos, y optaba por las vías de hecho.
El sindicalismo democrático que demostró el pasado 15 de noviembre su madurez, al no participar en las marchas a favor del Gobierno de Petro, y sin dejarse toquetear en esa ocasión, probó tener la suficiente capacidad de discernimiento, para no permitir ser usado por vendedores de humo, que en el paro del año pasado jugaron al azar buscando un levantamiento popular, pero sin interpretar genuinamente las necesidades de la ciudadanía, sino guiados por caprichos ideológicos a la espera de una insurrección, y por eso precisamente hay que resaltar la independencia sindical fundamentada en el pluralismo, en donde el movimiento de los trabajadores no puede caer en los reduccionismo, las simplificaciones y las dicotomías que promueven los comunistas, creando dilemas entre socialismo o capitalismo, burguesía o proletariado e izquierda y derecha.
La penuria ideológica de algunos pueblos latinoamericanos, lleva a echar en el mismo costal al sindicalismo, la izquierda y el marxismo, claro que para el caso colombiano la situación es todavía más confusa, pues en los llamados grandes medios de comunicación, hay “líderes de opinión” cuyo desconocimiento en la materia es aberrante, con lo cual la falta de sindéresis no permite que estos temas se aproximen a la realidad.