Una historia tan noble que es digna de ser recitada al unísono por un coro de ángeles que ya no solamente cuenta con la notable participación de Roy Barreras, Armando Bendetti, Piedad Córdoba y las Farc, sino también con los hermanitos Iván y Samuel Moreno. Unos mártires incomprendidos que han sufrido demasiado y que de la mano de su antiguo coequipero buscarán la redención.
En primer lugar, para no desentonar con la historia de semana santa, Petro ha negado más veces a su hermano de lo que Judas lo hizo con Jesús. Ni siquiera él se cree la historia de que Juan Fernando Petro acudió al patio de la Picota donde están recluidos los ex funcionarios públicos a título personal, como miembro de una ONG, y no como delegado de la campaña presidencial de la cual ha hecho parte durante meses. Hay que ser demasiado ingenuo para aceptar esa versión.
De hecho, este episodio debería servir como punto de partida para regular, de una buena vez, las visitas a las cárceles en nombre de las ONG. Ya son muchos los casos que hay registrados de personas que acuden a los centros penitenciarios como miembros de este tipo de organizaciones para buscar falsos testigos o, en este caso, apoyos electorales sin que nada ocurra. Algo que sencillamente no puede seguir sucediendo.
En segundo lugar, la misión de Juan Fernando Petro en la Picota era muy clara: conseguir el apoyo político y financiero de las estructuras criminales que se manejan desde la cárcel. Por eso el hermano del candidato no se reunió con apartamenteros, fleteros, ladrones de celulares o sicarios, sujetos que no tienen trascendencia electoral, sino con los bandidos de cuello blanco que, a pesar de no poder sufragar, controlan desde sus celdas los votos y los recursos de ciertas zonas de las ciudades.
Una realidad que demuestra que Petro está dispuesto a cruzar cualquier límite y hacer lo que sea necesario para llegar al poder. Comenzó recibiendo en sus filas a miembros de la clase política tradicional que tanto rechazó durante su carrera política y ahora va detrás de los votos que controlan los corruptos.
Él sabe que la elección se le complicó y después de haber liderado las encuestas en solitario durante varios meses, en estos momentos se enfrenta a un techo que no lo deja crecer. Tiene a Fico pisándole los talones y forjando un empate técnico en segunda vuelta que lo tiene al borde de la desesperación.
En tercer lugar, la propuesta de reforma a la justicia que llevó Juan Fernando Petro a la Picota y se filtró a los medios es repugnante. Rebajarle las penas a los Gobernadores, Alcaldes y Congresistas que se han robado el dinero de los colombianos es sencillamente inadmisible. En un País con tantas dificultades, lo último que se debería considerar es tratar con benevolencia a aquellos que se aprovecharon de su cargo para enriquecerse indebidamente.
Por ejemplo, no podemos olvidar lo que hicieron Iván y Samuel Moreno en Bogotá, quienes, vale recordar, llegaron a la Alcaldía con el apoyo de Petro y pusieron en marcha un carrusel de la contratación que se robó $2.2 billones del Distrito. A los bogotanos les tocó asumir los sobrecostos y retrasos de la fase III de Transmilenio y pagar los platos rotos de las maniobras de estos angelitos.
En últimas, si Petro es capaz de buscar un acuerdo de estas características en campaña y proponer un perdón a los corruptos, ni qué pensar en lo que haría con el poder presidencial. Lo ocurrido es realmente grave y demuestra las oscuras intenciones de alguien que de llegar a la Casa de Nariño no respetaría instituciones, personas ni leyes con tal de lograr lo que quiere.