No es sino mirar el heterogéneo compost de quienes la apoyan, como, por ejemplo, Timochenko, Roy, Benedetti. Piedad, Iván Cepeda, Velasco y otros especímenes de nuestra zoología política, para darse cuenta del desprolijo criterio de selección que la anima. Todo el que pueda aportar algo es bien recibido, salvo algún dirigente antioqueño cuyo desprestigio lo hace inadmisible en esa mancebía.
Ingrid Betancur ha dicho que de este modo Petro le ha vendido el alma al Diablo. Ignora que a través de él actúa el mismísimo Príncipe de la Mentira y lo que hace es convocar en torno suyo toda una cohorte de entes malignos que al reunirse forman un verdadero aquelarre. Una convención petrista es comparable a una Noche de Walpurgis en la que se juntan brujas, trasgos, duendes, ogros y hasta pobres diablos en una orgía infernal en la que se deja oir el horrísono graznido de la blasfema Margarita Rosa.
Pero el Hades siempre estará abierto para recibir nuevos habitantes y ahora dizque se apresta para darle el beneplácito al expresidente Gaviria.
De ser ello verdad, esa juntanza no merecería otro calificativo que el de dañada y punible, aunque bien dijo Churchill que la política suele reunir a muy extraños compañeros de cama.
¿Qué pueden tener en común Petro y Gaviria? ¿Qué podría explicar que se asociaran para convertir a Colombia en algo peor que la Venezuela de hoy?
Así pretenda ocultarlo bajo una deshilachada piel de oveja, Petro es un lobo comunista, secuaz de la tiranía cubana y la narcodictadura venezolana. Sus nexos con los Comunes, el ELN, las FARC, la Primera Línea y cuanto revoltoso ande por ahí son notorios. Más que iliberal, su proyecto político es radicalmente antiliberal.
César Gaviria, en cambio, hizo un gobierno de tintes neoliberales que han merecido la desaprobación de la izquierda que sigue a Petro.
Así los viejos estatutos del Partido Liberal que redactó Carlos Lleras Restrepo lo definan como una coalición izquierdista que promueve una sociedad igualitaria, la distancia que lo separa de los comunistas es insalvable. Es la misma que los enfrenta históricamente con los social demócratas, que no es otra que la que aleja al pluralismo del totalitarismo.
Hay que insistir, en efecto, en que el proyecto petrista es totalitario y liberticida, como lo que rige en Cuba, Venezuela o Nicaragua.
Mal haría Gaviria, como Jefe Único del Partido Liberal Colombiano, en adherir a una empresa que de llevarse a cabo terminaría liquidándolo. El fruto de esa unión, como lo describía la ley antigua, sería adulterino, incestuoso y sacrílego.