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Luis Guillermo Echeverri Vélez*

Construir con la comunicación demanda un propósito loable y cultura acompañada de sensatez, profesionalismo y dignidad propia.

Se volvió vicio y costumbre criticar sin el ánimo de con ellos construir algo positivo.

Al respecto de las constantes críticas a un presidente que sólo se dedica a servirle al país y a la nación colombiana y de abusos constantes como la utilización Mamerta e inversa del término "paraco", de acusaciones falsas como la de un magistrado al expresidente Uribe o montajes como los de Matarife, la ÑEÑE-política y muchas otras persecuciones, injurias y calumnias mediáticas a personas que nunca han estado por encima de la ley y el temor de criticar o recriminar a aquellos se burlan a diario de la legalidad en este país.

No es personal. Es en defensa de lo que es correcto y precisamente de lo que está dentro del marco legal que garantiza la libertad de opinión. 

Tal vez no hay hoy conciencia de lo importante que es destacar la comunicación e información positiva para una sociedad, ni de lo dañino que es lo contrario.

Se ha vuelto una costumbre, una moda y una tendencia generalizada, la oposición y crítica sensacionalista, sea ella premeditada o inconsciente.

Igualmente, no destacar lo bueno que ocurre en la sociedad, ni las soluciones a los problemas reales, deja mucho que desear en el estilo informativo criollo que se impone en colombia y desde centros editoriales como algunos de la madre patria o desde los Miamis.

A mí me interesa es construir más país donde trabajar honradamente y sin tener que dar explicaciones cuando se obra con corrección mientras los abusadores disfrutan de inmunidad e impunidad.

Y por todo lo anterior, me alude la imprecisión y que solo se destaquen episodios criticables, sean verdad o no, eso poco les importa, el asunto es sumarle a la zozobra que de la sumatoria de malas noticias atiza y recrea el inconformismo social.

Mucho más me duele ver la ausencia de curaduría y la falta de un criterio editorial ético y serio, algo tan esencial en el ejercicio profesional de la comunicación.

Ya no se investiga ni se ponderan o pesan los diversos argumentos. No se contrastan y sopesan diversas fuentes y es imposible conocer el origen de las afirmaciones pues ya no existen "fuertes reales y visibles de referencia a lo que se dice, de comenta, se escribe o se muestra.

Sospechosamente todas se volvieron secreto a conveniencia del inmediatismo y el individualismo.

Por otro lado, el comunicador de nombre se descarga y escuda por sistema en aquellos a quienes para mantener el trabajo les toca cumplir como sea y que les hacen todo el trabajo propio de la tramoya.

Hoy solo se titula al vuelo de forma llamativa.

- Hágale. En tiempo real, y fresco que si algo, después se corrige.

No hay protocolos, reglas y menos curaduría.

Una afirmación es fácil hacerla y decirla cuando no es el buen nombre de uno el que machacan con información imprecisa o viciada. 

Incomoda cuando se llevan años luchando contra una falsedad, y cuando se tiene conciencia de haber obrado bien y se sufre la pérdida de tiempo y prestigio a cuenta de la repetición del refrito sin que se construya nada bueno con ello.

Mientras se manchan imágenes de gente justa, no hay el valor ni propósito de encontrar verdaderos actores y actos que contravienen la ley. Menos de criticarlos. Es así no hay curaduría y escasamente se contrastan las fuentes.

Ya no hay tempo para eso y que chupe el que sea, trátese de una verdad a medias o de una mentira total. ¿Qué más da?

Publicado en Columnistas Nacionales

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