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Eduardo Mackenzie   

A cuatro meses de las elecciones legislativas (13 de marzo de 2022), y seis de la presidencial (29 mayo-junio de 2022), la obsesión de algunos políticos en campaña no es qué ideas, iniciativas, revelaciones y programas van a defender ante la ciudadanía. Su obsesión es cómo enchufarse en la mejor coalición “de centro”.

El concepto de centro político se ha convertido en estos años en el valor-refugio de una parte de quienes esperan gobernar las ciudades y el país.

Esto en buena parte se le debe a los sondeos de opinión. Una agencia encuestadora, Cifras y Conceptos, dijo hace unos días que el 71% de la opinión es “de centro”, mientras que el 29%  se lo reparten la izquierda y la derecha. Tal descripción es, obviamente, artificial y transitoria. Sin embargo, eso parece no molestar a nadie. Lo que cuenta es encontrar la vía para atrapar los miríficos “votos de centro”.

Los “expertos” proponen una vía: hacer coaliciones “de centro”.

Y así, en cuestión de días, aparecieron dos embriones: la “Coalición de la Esperanza” y la “Coalición de la Experiencia”. Empero, como dice la excelente analista Beatriz de Majo, “nadie sabe dónde está el centro” (1), aunque el revuelo por eso de coaligarse, para alcanzar la presidencia de la República y las mayorías parlamentarias, se debe más bien al “pánico” que reina en el electorado ante la posibilidad de que la extrema izquierda fanatizada, dirigida desde Caracas por el sátrapa Maduro, “se alce con la presidencia colombiana”.

La “Coalición de la Esperanza” es más heterogénea que de centro. Allí vemos a Sergio Fajardo, Humberto de la Calle, Juan Manuel Galán, Jorge Robledo y Juan Fernando Cristo. Ninguno de ellos es de centro. Uno es un alfil de Petro: Humberto de la Calle. Los otros son santistas (Cristo y Galán) y verdes (Fajardo). Robledo es marxista. Todos son petro-compatibles.

Juan Carlos Echeverry, ex ministro del expresidente Juan Manuel Santos, quiere ser presidente y meter en la otra “coalición” a tres ex alcaldes --Enrique Peñalosa, Alejandro Char y Federico Gutiérrez--, a la gobernadora Dilian Francisca Toro y a Alejandro Gaviria, ex rector de la Universidad de los Andes. Todos son progresistas y santistas, en grados diferentes. Ninguno de ellos ha combatido ni está dispuesto a combatir las ideas de Gustavo Petro. Este construye a su vez su propia coalición: el llamado “Pacto Histórico”, donde han sido enganchados, para que lleven la batuta regional, individuos con problemas con el derecho penal (2).

Así va el mito del centrismo colombiano. El “centro” era llamado “el pantano” durante los primeros años de la Revolución Francesa. ¿Cómo lo llamaremos aquí?

¿Por qué petristas, santistas, verdes y marxistas pretenden camuflarse detrás de la etiqueta de “centro”? Para ocupar el terreno y captar la atención, piensan ellos, del famoso 71% de la opinión. Para establecer, al mismo tiempo, la censura habitual a las ideas de derecha, mostrándolas como de “extrema derecha”. Eso es típico de la izquierda: confiscar el debate y decir que los otros son extremistas. Así funciona su guillotina ideológica. Decirse “de centro” tiene otra ventaja: sirve de pretexto para no nombrar ni examinar los verdaderos problemas del país. Glorifican el “centro” para impedir que las mayorías definan con su voto qué soluciones deben ser aplicadas.

El otro punto es el de saber si Colombia puede ser gobernada desde el “centro”. Iván Duque hizo de ese clisé su programa de gobierno. El creyó ver en Macron y en Trudeau dos modelos. Problema: ninguno de ellos es de centro. La política de Macron es de izquierda y Francia paga los efectos de esa orientación. La fraseología de Macron y Trudeau sí es de centro. Colombia también paga hoy los defectos del centrismo de Duque.

El centrismo descansa sobre un mito: que se puede gobernar dándole contento a todos los grupos de interés, a todos los componentes del campo político-económico. Esa utopía bien intencionada polariza la gente: lo que no es de centro es sospechoso, irracional, “fascista”. El centrismo por eso bloquea el buen gobierno. El centrismo niega la realidad y es el esclavo del relativismo filosófico.

El centrismo es una falsa representación de la escena política. No se gobierna cuidando la susceptibilidad y apetitos de las alas del tablero político. El buen gobierno, por el contrario, toma medidas razonables que sirven el bien común, que protegen a los colombianos, que garantizan la identidad, la soberanía y la continuidad democrática, así las acciones para lograr eso molesten a quienes, sin haber conquistado las mayorías, aspiran a otra cosa: a derribar el capitalismo, desorganizar la fuerza pública, manipular la justicia, convertir el aparato escolar en máquina de adoctrinamiento político, imponer las argucias de las minorías exaltadas, en detrimento de las libertades, derechos y tradiciones de las mayorías.

Cruel es el balance de ese centrismo en Colombia: decisiones erráticas ante el rearme de las FARC y ante la guerra híbrida que sufre el país desde los años 1950; veneración por el nefasto pacto Santos/FARC; vacilación ante las reiteradas asonadas y bloqueos de vías y ciudades con miles de heridos y muertos, sobre todo de agentes de la fuerza pública; tolerancia ante el auge de la criminalidad en las ciudades y ante los secuestros de policías y militares por cultivadores de coca; parálisis en la fumigación aérea de los cultivos ilegales; desorden en la represión del saqueo de los presupuestos departamentales y municipales; indiferencia ante la expansión territorial de la narco-subversión; colaboración con la JEP; acatamiento del hurto de atribuciones del ejecutivo por otros poderes públicos; resignación ante la desinformación en Europa y Estados Unidos que pretende romper las alianzas de Colombia con los Estados de democracia liberal.

Pero hubo un aumento del PIB en 2021, objetan algunos. Es cierto. ¿Pero para qué eso? ¿Para que la plusvalía producida en estos años por Colombia sea transvasada a Cuba y Venezuela durante un gobierno petro-santista? Si Colombia no protege la pureza electoral de 2022, si no controla el destino político del país, vana será toda mejora en el campo económico.

(1).- https://www.elnacional.com/seccion-opinion/

(2).- https://www.vanguardia.com/opinion/columnistas/cristina-plazas/alianzas-non-sanctas-GM4439459

Publicado en Columnistas Nacionales

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