Sobrecoge que la extrema izquierda radical, ajena a la mesura y la reflexión, insista en aprovechar la situación de emergencia sanitaria, social y económica que seguimos padeciendo, para dividir, disociar y tratar de crear anarquía y caos. El odio y resentimiento que domina a sus dirigentes, los arrastra a desinformar y atribuirle al Gobierno, todos los males y vicios consuetudinarios de nuestra sociedad.
Luego de tanta barbarie promovida por la mal llamada “Colombia Humana”, los colombianos finalmente entendimos, que antes que tarde, tendremos que decidir entre defender y fortalecer nuestra democracia o abrazar la anarquía y el caos.
Si bien la Democracia debe ser pluralista, incluyente y respetuosa del disenso, los demócratas debemos estar de acuerdo en su vigencia y en respetar la voluntad de la mayoría sin desconocer la de la minoría. Es preferible la discrepancia en la democracia, que el unanimismo obligatorio en el comunismo o la dictadura.
Es tiempo de conciliar posiciones y opiniones sin sacrificar principios, valores ni convicciones. Es tiempo de reagruparnos en torno a la institucionalidad y en contra de la violencia y el crimen. Es tiempo de mirar lejos y en perspectiva y pensar en el futuro de una Colombia mejor. Es tiempo de sumar. Es tiempo de edificar. Es tiempo de unidos avanzar.
Necesitamos construir una unidad nacional fuerte, diversa y pluralista; monolítica, firme y solidaria, que nos integre en una fraternidad inquebrantable fundada en el respeto por la libertad, el orden y la justicia.
De ahí la decisiva importancia que tendrán las próximas elecciones para elegir presidente de la república, en las que, por encima de nuestras inconformidades, quejas y reclamos; por encima de nuestros principios, valores y convicciones; y, por encima de nuestras discrepancias cívicas, políticas e ideológicas, tendremos que decidir, entre mantener el Estado Social de Derecho o acoger el populismo comunista.
Si bien la democracia permite a todos elegir y ser elegidos, la gravedad de la situación no admite aspiraciones populistas qué mediante ilusiones y promesas fallidas, ofrecen agenciar y resolver las angustias y los afanes populares.
Se requieren candidatos honorables, competentes y experimentados, capaces de alterar favorablemente la historia de la nación; aventajados en merecimientos y virtudes, dispuestos a comprometer esfuerzos y sacrificios insospechados para redimir una patria indolente, sin dios y sin ley, mancillada por el narcotráfico, la inseguridad y la violencia.
Colombia no necesita un presidente, Colombia necesita un estadista que la dignifique y gobierne.
Al respecto, José Ortega y Gasset dijo: "El estadista debe tener virtudes magnánimas y carecer de vicios perversos y pusilánimes. Normalmente el estadista es incomprendido por visionar y planificar a largo plazo, entre tanto, el político populista es comprendido por decir lo que a corto plazo se quiere oír.”
A su vez, Federico de Amberes predicó: “Los electores no deben confundir entre un populista, un político, un intelectual y un estadista. El populista se ocupa en restar, dividir, prometer y destruir; el político en figurar y anunciar; el intelectual en señalar, criticar y a veces proponer; y, el estadista en prospectar, planificar y ejecutar.”
Ya es tiempo de empezar a visualizar candidatos presidenciales con talante de estadistas, que no solo puedan soñar, sino que sean capaces de disoñar una patria mejor, que tengan capacidad para sumar esfuerzos y voluntades, y para hacer posible la esperanza de progreso y desterrar el populismo comunista que nos acecha.
Por eso no es de buen recibo, que, entre los candidatos con mayor opción a ocupar la presidencia, se presenten escaramuzas, como las que internamente afronta el Partido Centro Democrático, que tendrá que elegir un candidato capaz de aglutinar su amplio electorado y de construir un gran consenso nacional en el que converjan todas las fuerzas democráticas del país.
El Centro Democrático debe respetar las reglas que adoptó para la selección de su candidato, así como la decisión de su amplio electorado, y ocuparse de los grandes problemas que agobian a la nación y no distraerse en desavenencias internas.
A Colombia le llegó la hora de decidir entre democracia imperfecta o populismo comunismo, y a los simpatizantes del Centro Democrático de elegir su mejor candidato.
Por mi parte, y con profunda convicción cívica, jurídica y académica, votaré por Rafael Nieto Loaiza, pero me someteré al querer y la voluntad de la mayoría.
*Rafael Rodríguez-Jaraba. Abogado Esp. Mg. Consultor Jurídico. Asesor Corporativo. Litigante. Conjuez. Árbitro Nacional e Internacional. Catedrático Universitario. Miembro de la Academia Colombiana de Jurisprudencia.