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Alexander Cambero                                                                            

La elección presidencial norteamericana parecía estar cantada. Un exultante Donald Trump marchaba raudo hacia el éxito. Mientras, la opción de Joe Biden sufría el descalabro público y notorio de una decadencia política indiscutible. Su lamentable presentación en el debate comicial altamente difundido en los medios lo dejó en condiciones paupérrimas. Los grandes jerarcas demócratas entraron en pánico.

Lo primero era convencer al presidente de lo inconveniente que resultaría en insistir en una nominación que tendría como resultado un gigantesco descalabro para su partido, lo otro era conseguir la pieza que articulara todo el aparataje en la búsqueda de la victoria. El influyente gobernador de Pensilvania, Josh Shapiro, se encargó en primera instancia de conminar a Joe Biden de dar un paso al costado. Fue una conversación áspera que atizó demonios internos. El veterano líder se resistía sin ocultar una variable que aceleraría el destino final, que no era otra cosa que su delicada salud. Una mañana veraniega se acercó a Washington el gobernador de California, Gavin Newsom, para hablar sobre el mismo tema. Biden se mostraba escéptico. En la noche cenó con la gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer. Ella lo abordó desde el ángulo de su legado histórico. Un político que llegó a ser el Senador más joven, siendo representante del estado de Delaware, una entidad pequeña con dunas y playas en el Atlántico Medio de los Estados Unidos. Joe Biden fue todo un suceso en los años setenta cuando la mocedad se acompañaba de veteranos dirigentes de la Cámara. Posteriormente, alcanzaría a llegar a la presidencia, siendo el más viejo. Dos buenos parámetros que lo harían un personaje inolvidable. Esa idea que le hizo ver la gobernadora, sobre la perpetuidad de su recuerdo, movió su conmovido interior. Nancy Pelosi, quien había sido presidente de la Cámara de Representantes, lo llamó en la mañana manejando el nombre de Kamala Harris para sustituirlo. Luego el expresidente Barak Obama lo convenció. No sin antes garantizarle un gran homenaje en la Convención Demócrata en Chicago.

Con el camino libre inició su andar Kamala Harris. Ya no era la segunda a bordo en el gobierno. Es ahora el centro del mundo demócrata para llevarlos a puerto seguro. En las primeras de cambio mostró sus armas. Tiene gran carisma que contagia a cualquier auditorio. Muestra gran vitalidad en sus movimientos de campaña política. Recorre kilómetros y kilómetros mostrándose con una energía electrizante. Al observarla el elector comprende que ella tiene la fortaleza de quien está en plenas facultades. Su método es contagiar con un entusiasmo que habla de futuro.  Jamás cancela su sonrisa. Es como un abanico que agita en todas las direcciones. Una característica es que no adopta poses como una artista en la trastienda de Hollywood. Quiere sembrar la idea que es la misma mujer con una trayectoria honesta de más de treinta años en el servicio público. Con gran inteligencia ha sorteado el debate de la cuestión del color de la piel. Sabe que entrar en ese terreno reduciría dramáticamente sus opciones. Es exhibir potencialidades y destrezas en el camino de robustecer el liderazgo de los Estados Unidos. Que su gestión sea del fortalecimiento económico interno y la recuperación protagónica de la marca en el planeta. Seguir ejerciendo su rol protagónico en el medio oriente. Tener la capacidad de frenar la influencia emergente de China en América será clave para su política exterior.            

Es una oradora que se hace notar. Tiene habilidad para conmover al oyente. Su mensaje está direccionado en conquistar los estados claves. Con especial énfasis en la clase media trabajadora con enorme poder decisorio para los comicios.  Su propuesta económica se basa en el impulso de los menos favorecidos. Un proyecto de gobierno para fortalecer a las pequeñas y medianas empresas que sustenten a los más débiles. Quieren recuperar eses espacio que casi siempre fue demócrata. 

Lo que se viene es una verdadera batalla. Donald Trump es un viejo zorro político. Sabe sacar provecho de la confrontación. Kamala Harris es una pantera sumamente astuta que lleva al adversario a su terreno.  La intemperancia verbal del candidato republicano se conseguirá con la firmeza y coherencia de una mujer de raza negra con raíces surasiáticas. Con la real posibilidad de ser la primera fémina de color en llegar a la Casa Blanca. Ese nombre que proviene del sánscrito ´´Kamla´´ que significa flor de loto.  Es el cruce entre un jamaiquino y una mujer hindú. Que se conocieron en el campus Berkeley de la universidad de California. Quizás aquella joven que se demoró en estar a tiempo en el primer día como fiscal adjunta del condado de Alameda en California, por una violenta colisión en donde su vehiculo quedó averiado. Llegué con tiempo a su compromiso con la historia.

@alecambero

 

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