Un alto funcionario gubernamental realizó una inmensa conmemoración de los éxitos del socialismo. Una buena cantidad de mesoneros, elegantemente trajeados, cargaron las cajas del buen escocés con mayoría de edad. En medio del bullicio abrasador de la noche, un encumbrado dirigente le dijo al personaje que brindaran por el futuro. El primer mandatario con rostro adusto adujo que su predilección etílica estaba más cerca de los vinos. Le ofrecieron una carta con excelentes productos. Ninguno de ellos satisfizo los delirios de aquel hombre. Cuentan, que llamaron urgentemente a las más prestigiosas distribuidoras de licores hasta que un connotado despensero les indicó que era imposible tener una caja de esas, ya que solamente unas botellas de Château Pétrus del renglón más económico andan por el estratosférico orden de los cien mil dólares. Que para obtenerla había que solicitarla con antelación, porque la regulación francesa es muy exigente, y mucho más, cuando este producto está considerado por la acreditada revista Decanter como uno de los diez mejores vinos del planeta.
No sabemos si el funcionario de gustos refinados pudo complacer su capricho nada revolucionario. Lo que sí demuestra la mera intención del hecho, es el arsenal de mentiras que componen los cromosomas de estos funcionarios del saqueo. Le piden sacrificios a la gente y viven como príncipes, hablan obscenidades del capitalismo y despotrican de sus preceptos, pero se desviven por sus agraciadas formas. Son socialistas en el verbo putrefacto, pero se relamen ante la miel que brota de los principios de la sociedad de oportunidades. Añoran Nueva York con sus bulliciosas avenidas llenas de tiendas con marcas exclusivas. Poder quitarse la máscara para darle rienda suelta a sus deseos de consumir a manos llenas. Disfrutar en lugares de ensueño cosmopolitas. Es algo que fascina al comunista de buenos sorbos y billetera repleta. Su inmensa capacidad como sombríos personajes de la más pura hipocresía. Qué patéticos son trúhanes tan característicos de este proceso altamente corrosivo.
Desean pasear por Londres y gozar en sus vibrantes restaurantes con personajes de la jet set internacional. Desde allí volar hasta París para degustar los mejores vinos sin tener que ocultarse en los sibilinos caracteres del fetiche revolucionario. Claro, en Francia se destaparán y gozarán de lo lindo. Ellos no tienen tiempo para leer o acercarse a un buen museo, su cerebro no da para tanto. Y pensar que los otrora pobretones, ahora son los dueños del país. Más de un pillo de estos anda disfrazado de apóstol de la igualdad.
Unos sujetos que apenas conocían el aguardiente barato ahora se creen toda una autoridad en materia vinícola. Una revolución de corruptos no puede producir buenas uvas. Su cosecha debe tener, como bodega, una inmensa cárcel en donde paguen por los robos cometidos.
@alecambero
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