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El Colombiano (Editorial)

La prueba de que tenemos un buen sistema de salud es que para justificar el cambio le tienen que provocar una crisis.

Haga de cuenta que un paciente está sano. Pero el médico está obstinado en que le quiere aplicar un tratamiento. Como no puede justificarlo, porque el paciente está sano, entonces le provoca una enfermedad.

Haga de cuenta que su carro está bueno y anda bien. Pero el mecánico insiste en que hay que reparar el motor. Pero como el carro está bueno, y ese arreglo no se justifica, entonces le provoca un daño al motor.

Parecería ser que algo así tiene en mente la ministra de Salud Carolina Corcho: el sistema de salud colombiano no está dañado, como todo sistema requiere ajustes y mejoras, pero sirve. Como no tiene justificación para desmontarlo, todo indica que la idea es hacerlo entrar en crisis deliberadamente.

Sabemos, desde la campaña, que Petro tiene la intención explícita de acabar con el sistema de salud colombiano, en particular con las EPS. Carolina Corcho, la médica y activista que hoy ocupa la cartera de Salud, lo acompañó y lo apoyó de manera fiel en ese propósito.

Un propósito que equivale a pararse al filo del precipicio. En los trinos de la doctora Corcho (una de sus mayores habilidades y aficiones es el Twitter) y en los discursos de Petro se habla de cambiar el sistema como si eso fuera cosa de firmar un papel y ya. Construir la capacidad que hoy tenemos para atender a la población colombiana, que tiene cobertura en más de un 95 %, que realiza casi 800 millones de atenciones al año, y que tiene una red de más de 60 mil prestadores, ha costado años de esfuerzos, inversiones, mejoras, y rectificaciones.

Nadie está diciendo que sea un sistema perfecto. Pero ya que la perfección no existe en la tierra, este sistema tiene al menos la virtud de haberse pulido con los años. Años de mejorías que han venido desde todas las esquinas: desde la academia, desde el gobierno, desde los jueces y desde la jurisprudencia constitucional. Todos, de alguna manera, hemos puesto nuestro grano de arena para su construcción. Prueba de ello es que ocupa lugares destacados en clasificaciones que hacen distintas organizaciones internacionales sobre los sistemas de salud del mundo.

¿Por qué entonces lo quieren acabar si no funciona mal? La respuesta es muy simple: ideología. Dentro de la ideología de Gustavo Petro y de sus sectores más radicales es inconcebible e inaceptable que haya actividad privada (EPS) en un sistema que responde a derechos fundamentales como la salud. Y ojo, que esto es lo más importante: no importa si funciona bien. No importa si esos derechos fundamentales se satisfacen mejor mediante una buena estructuración donde intervienen entidades privadas. Que haya allí actividades que puedan ser estigmatizadas (o demonizadas) como lucro e “intermediación financiera” es simplemente un pecado, una transgresión al dogma.

¿Cómo interpretar las palabras de la ministra de Salud? En un panel reciente, al ser interpelada con datos que muestran que no tenemos un mal sistema, respondió reafirmando que la intención es cambiarlo, y diciendo a continuación que “tiene que haber una crisis explícita, clara, que le permita a la sociedad entender que se requiere el cambio”. ¿Es decir que como el sistema funciona bien, y le presta en general de manera correcta los servicios a los colombianos, le van a provocar una crisis para que no pueda prestarlos y así justificar la reforma?

Acto seguido la ministra Corcho va al Congreso y hace lo que ningún ministro jamás ha hecho: pedir que se reduzca el presupuesto de su sector. No nos pidan que no interpretemos este acto en el contexto de su intención, declarada de su propia boca y en sus propias palabras, de provocar una “crisis explícita”.

Todo este panorama empeora cuando constatamos que el gobierno Petro efectivamente se empeña en acabar con las EPS, pero no tiene un plan concreto de cómo y con qué las va a reemplazar. Un día dicen que las secretarías de Salud departamentales. Otro día, que las municipales. Otro día, que la Adres (la entidad que administra los recursos del sistema). Ninguna de ellas tiene la capacidad ni la preparación ni el conocimiento para asumir de un día para otro el rol de las EPS. Particular preocupación causa la mención de las secretarías municipales o departamentales de Salud, conociendo la politiquería y la corrupción que hay en muchas de ellas. ¿Nos quieren llevar a un punto en que para una cirugía o una consulta necesitemos recomendación de un político? ¿O a los nefastos tiempos del antiguo Seguro Social?

Gustavo Petro, cuando fue alcalde, quiso acabar con la recolección de basuras por parte de los privados en Bogotá y fracasó. La ciudad tuvo tres días de crisis de basuras, por no hablar de las demandas y los líos a los que dio lugar esa aventura. Presidente, ministra, tal vez ustedes coincidan con nosotros en que una crisis de basuras es grave, pero no es nada comparada con provocar una crisis en la atención en salud. No necesitan cargar sobre sus hombros para la historia la culpa de haber destruido algo que funciona bien en un tema tan sensible para el bienestar de todos los colombianos y colombianas. Esperemos que en el Congreso prime la sensatez, y entiendan que están jugando con nuestras vidas.

https://www.elcolombiano.com/, Medellín, 19 de septiembre de 2022.

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