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María Isabel Rueda  

El recordado amigo de Leyva no fue en sus últimos días un cieguito inerme.

No nos faltaba en este país sino que el narco-guerrillero ‘Jesús Santrich’ resultara ahora un héroe “entrampado y asesinado”, luego de sus invaluables aportes a la creación de la Comisión de la Verdad, según su amigo Álvaro Leyva Durán, hoy Canciller de Colombia.

Resulta un tanto incomprensible que ese capítulo clave sobre la reincidencia de ‘Santrich’, contenido en el informe oficial de la Comisión, que el cura De Roux reparte por el mundo entero como un aporte a la verdad del conflicto, se basara en documentos de carácter periodístico que, según el propio cura reconoce, la Comisión solo se limita a citar, sin avalar y sin contrastar con la versión del exfiscal Néstor Humberto Martínez, a quien jamás se escuchó.

Esto arrancó cuando autoridades de EE. UU. y de la Fiscalía, por caminos distintos, se encontraron con dos fenómenos: uno, que ‘Santrich’ y otros firmantes del Acuerdo de La Habana seguían comerciando con coca. Otro, que personas tan cercanas al entorno de ‘Iván Márquez’, como era su sobrino Marlon Marín, diseñaban una mordida del 5 por ciento del presupuesto de inversión en salud de los desmovilizados. El negociado fracasó porque se atravesó el ministro de Salud, Alejandro Gaviria.

Que eso obedeció únicamente a un entrampamiento, es un concepto difícil de precisar y sostener. La Corte Suprema no lo creyó así, porque aprobó la extradición de ‘Santrich’. La DEA empezó a seguirles la pista a unos tales televisores que aparecían negociándose en unas interceptaciones telefónicas y que, en realidad, resultaron ser kilos de coca. Desde los primeros meses del Acuerdo, la Fiscalía encontró que un sector de los desmovilizados, incluyendo a San Jesús, seguía en negocios con los narcos. Todo esto le fue informado por el fiscal Martínez al gobierno de la época a través de documentos detallando información, interceptaciones y otras evidencias que lo comprobaban.

El desafortunado descubrimiento fue aprovechado por varios para afirmar que se querían tirar el acuerdo de paz. Pero sirvió para que las autoridades de EE. UU. y las colombianas avanzaran en la indagación de hasta dónde llegaban estos tentáculos, que es a lo que se ha dado por llamar “entrampamiento”. El hecho es que Marín, según su propia versión, y seguramente cuando se le dañó el negociado de la salud de los excombatientes, le pidió a ‘Santrich’, de quien, según dice, había escuchado que tenía nexos, lo conectara con la gente del negocio de la cocaína. Marín, en confesión ante la Fiscalía el 16 de mayo de 2019, asegura que los cinco kilos de coca con los que empezó esta transacción se los hizo llegar ‘Santrich’ a través de un alias John. Ya como fiscal, Barbosa certificó ante el Senado que esa coca no la había puesto la Fiscalía de Martínez, en documento del 26 de noviembre de 2020. Incluso, tuvo que rectificar el propio Gustavo Petro ante la Corte Suprema, después de haber afirmado que ese era su origen, sin tener pruebas.

No a todo colombiano que le ofrecen unos kilos de coca cae. Se necesita tener una predisposición hacia el delito que hace que las posibilidades no se midan por sus consecuencias éticas y morales sino por su factibilidad. Y este negocio era tan factible, que dos colombianos, los señores Armando Gómez y Fabio Younes, se hicieron parte y confesaron más tarde, ya capturados y extraditados, su culpabilidad en la participación del envío de coca; esperan condena este mes de septiembre ante una corte de N. Y. No se trató de tenderle celadas a gente inocente, sino del seguimiento de la comisión de un delito en una investigación legal, con indicios sólidos de lo que estaba ocurriendo, a través de una operación que, en algún punto, las autoridades interceptaron cuando ya estaba en marcha.

Entonces: mientras los socios de ‘Santrich’, Marlon Marín, Younes y Gómez, han aceptado su responsabilidad, ‘Jesús Santrich’ es, para el canciller Leyva, un hombre inocente que terminó en el mismo negocio pero entrampado, aunque, eso sí, con inspiración suficiente para dedicarle esmerados dibujos en plumilla al jefe del cartel de Sinaloa.

De ahí, ‘Santrich’ se devolvió a la guerra. Vestía de camuflado, se movía armado hasta los dientes y traficaba con coca. Luego el término “asesinado” de Leyva no es el correcto para describir la muerte que ocurre en medio de un combate a campo abierto. ¿Quién lo dio de baja? Eso aún es incierto. O la guardia venezolana, o las recontradisidencias de las disidencias de las Farc, o el Ejército colombiano. Es decir, la guerra. El recordado amigo de Leyva no fue en sus últimos días un cieguito inerme. Pero que ahora resucite convertido en un héroe nacional, según la nueva visión de heroísmo de este Gobierno, es francamente insólito, ofensivo e inverosímil.

Entre tanto... ¿Qué se iba a imaginar Petro en sus días de guerrillero que, en un solo mes, iba a dar de baja a 50 generales?

https://www.eltiempo.com/, Bogotá, 28 de agosto de 2022.

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