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Humberto Montero    

La Justicia con mayúsculas está para proteger a la gente de bien y, sobre todo, para evitar que tengamos que recurrir a la ley del Talión. Hace años, allá por 2014 nada menos, se organizó una trifulca monumental por una columna titulada “Autodefensas” en la que defendía el derecho a la legítima defensa, no a la venganza, en el caso de que las autoridades sean incapaces de protegernos. Les recuerdo ahora algunos párrafos para introducir el asunto mollar de esta columna. Allá van: “Les confieso que siempre he defendido que la legitimidad del uso de la violencia debe quedar en manos del Estado, bajo el estricto amparo de la Ley.

Lo contrario, provoca excesos, errores que acaban con la vida de inocentes y nos retrotrae a las cavernas. Al salvaje oeste. Pero, ¿qué hacer cuando el Estado está narcotizado por el mal? ¿Es legítimo el derecho a la autodefensa cuando hemos sido abandonados a nuestra suerte, a merced de asesinos, bandidos y maleantes?”.

Como no me quiero repetir lo dejaré aquí. Únicamente les recuerdo que el muy poético magistrado de Justicia y Paz, Rubén Darío Pinilla, pretendió imputarme un delito de opinión por incitación a la violencia cuando, como han leído, el espíritu de la misma era criticar la inacción del Estado y las incomprensibles decisiones que, con frecuencia, perpetran algunos jueces.

Entenderán ahora mi perplejidad cuando les explique el caso de Francisco Javier Almeida, un asesino reincidente que ha segado la vida del pequeño Álex, de tan solo 9 años, en la pequeña localidad riojana de Lardero.

El crimen, acaecido el pasado jueves, fue presuntamente ejecutado por las garras de este asesino y violador confeso, liberado hace 19 meses después de cumplir 21 años, 7 meses y 13 días encarcelado. De hecho, el agresor aún no había liquidado íntegramente la condena por agredir sexualmente y acuchillar hasta la muerte a una agente inmobiliaria en 1998. Durante el juicio quedó demostrado que Almeida solo obtenía placer sexual al ver cómo agonizaba su víctima.

Cuando a última hora de la tarde del jueves se acercó a una menor y a Álex -que participaba en una celebración y estaba disfrazado de la niña de “El Exorcista”, por la proximidad de Halloween– estaba en situación de libertad provisional, ya que su condena se extinguía el 17 de agosto de 2023.

Les invitó a acudir a su casa (a escasos 50 metros del lugar), les dijo que les quería enseñar un cachorro y consiguió engañar al pequeño Álex. Fuentes de la investigación presumen que al estar disfrazado, el supuesto asesino le confundió con una niña. No entraré en los detalles más escabrosos. El pequeño Álex murió estrangulado y la policía encontró al asesino con el niño en brazos.

No era la primera ocasión en la que este depredador atacaba a niños. En octubre de 1989 agredió sexualmente a una niña de 13 años. Fue condenado a 7 años de prisión. Salió en agosto de 1997. Un año después, acuchillaba a la agente inmobiliaria.

En 2015, con el único apoyo de los conservadores del PP, se aprobó en España la prisión permanente revisable, que introduce 25 años de cárcel como mínimo antes de poder optar al tercer grado para crímenes sexuales, contra menores de 16 años, regicidios, magnicidios o actos terroristas. Sin embargo, esta pena máxima deja abierta la posibilidad de que esta alimaña, de 54 años, pueda salir a la calle con 79 años. No duden de que, si nada lo impide, volverá a matar.

El mal existe y es incorregible en la mayor parte de los casos. Nada devolverá a Álex a sus padres, ni siquiera la venganza absoluta, pero sí podemos evitar que un asesino reincida. La cadena perpetua es lo mínimo que merecen estas bestias y quienes defienden su derecho a volver a matar deberían dar también con sus huesos en la cárcel.

https://www.elcolombiano.com/, Medellín, 02 de noviembre de 2021.

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