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Jorge Enrique Pava  

Ante los deplorables resultados de la alcaldía de Carlos Mario Marín y la corrupción, politiquería, incapacidad, mediocridad y mafia que rodean sus actuaciones, en muchos escenarios se preguntan los manizaleños cuál fue el fin de la revocatoria del mandato que se empezó a promover por iniciativa ciudadana.

Pues bien, después de la alharaca inicial y de los trámites legales que se surtieron para darle comienzo a un largo camino constitucional, hoy estamos en nada. Hoy tenemos al ministro del Medio Ambiente como alcalde encargado para esos asuntos, pero su diligencia es más paquidérmica que la de la propia administración; y un comité de revocatoria desmembrado, herido en su composición y con serios conflictos internos. Parece que todo lo que toca la administración Marín, entra en un letargo que no permite que progrese, pero tampoco que se controle ni se acabe; no se ve movimiento, pero se siente la polución; y todo, absolutamente todo, se derrumba permeado por el poder del dinero, la contratación, la desvergüenza y el deslumbrante brillo del presupuesto municipal.

Y la revocatoria no es la excepción. El alcalde -que además tiene suerte-, fue rodeado y protegido por el Gobierno Nacional que declaró una interrupción en su proceso revocatorio, amparado en motivos de sanidad pública en medio de la pandemia. Y se declaró la improcedencia de recolectar firmas para no exponer a la población a una mayor propagación del Covid 19, mientras se admitían manifestaciones multitudinarias violentas y carentes de cualquier control de sanidad colectiva o personal, muchas veces aupadas por el mismo mandatario que encabezaba las marchas e incitaba a los violentos a su protesta descomunal.

Pero ya no hay tiempo. A estas alturas, el proceso revocatorio solo servirá para afianzar más a un alcalde incapaz, que ya no podrá ser removido por este mecanismo y terminará posando de mártir e impulsando con mayor descaro a sus candidatos a diferentes cargos. Porque insistir en esta opción, cuando aún no empieza a contarse el término de seis meses para la recolección de las firmas, es ponerlo todo a disposición de la mafia que hoy nos gobierna para que, en medio de la campaña al Congreso de la República, camuflen sus candidatos y desvíen los dineros para su beneficio, disfrazándolo de gestión, contratación pública e inversiones indispensables. Es hacerles el juego que tenían planeado cuando dejaron de invertir más de $ 120 mil millones en 2020, sumados a vigencias futuras por otros $ 300 mil millones, engrosando las arcas disponibles para enriquecerse y enriquecer las campañas de sus candidatos.

Insisto en que esta administración resultó ser el paradigma de la perversión. Tiene a Manizales sumida en el abandono, la desesperanza y el retroceso y, con un cálculo perfecto, está dilatando las obras de simple mantenimiento para contratarlas en el fragor de la campaña política, con lo que podrán disponer de millonarios recursos para sostenerse y dirigir su seguro éxito electoral. Es una urdimbre muy bien craneada que, coincidentemente con la irrigación de recursos, cuenta con el silencio cómplice de los medios, los gremios, los órganos de control y de justicia, las mayorías del Concejo y gran parte de la sociedad que ignora su propia realidad.

¿Cómo hubiera sido el escándalo si el proceder de Carlos Mario lo hubiera tenido algún alcalde anterior? Nuestra censura social es selectiva y la domina el tamaño del descaro: a mayor descaro, mayor permisividad, silencio y connivencia. Tal parece que este mal que instauró la alcaldía más corrupta, cínica y descarada de nuestra historia está contagiando la voluntad de los ciudadanos de una manera peligrosa y suicida.

Por eso me niego a firmar la revocatoria. Porque pasó de ser un instrumento constitucional de protesta e imposición de la voluntad democrática, a un promotor de la corrupción, desvergüenza y politiquería. Porque pasó de ser una manifestación espontánea, a ser manejada por la propia alcaldía, que bien sabe cómo lucrarse de estos golpes mediáticos y de exposición popular. Porque hoy es el alcalde Marín el único dueño de su proceso revocatorio. ¡Y yo a eso no le juego! Por eso digo: ¿Revocatoria hoy?: ¡Mamola!

www.titepava.com

Publicado en Columnistas Regionales

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