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Rafael Uribe Uribe  

No todos recibieron bien al cardenal Ratzinger como Papa, lo veían diferente a Juan Pablo II que lucía más encantador, pero nos sorprendió Benedicto XVI con sus enseñanzas de gran teólogo.

Tuve el privilegio de haber sido invitado por el párroco de la iglesia de la Visitación de Medellín, el presbítero Gerardo Díaz, a hacer parte de un pequeño grupo de formación en el que los maestros eran sin duda Jesús Vallejo, Guillermo Ortega y Norman Harry, mientras el que escribe, a su lado, era un simple aprendiz.

Se nos asignó el padre Yerson para dirigirnos y escogimos como tema las catequesis semanales de Benedicto XVI, bello legado de ética, moral, fe, amor y esperanza; brillantes, les queda corta.

El ejemplo de catequesis nos llevó a la lectura de Jesús de Nazaret, libro maravilloso en enseñanzas y estilo de fácil lectura e interpretación y, por supuesto, al Catecismo Católico cuya autoría dependió en su mayoría en las enseñanzas bíblicas divinamente interpretadas por Ratzinger cuando se desempeñaba como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Enorme pérdida para la Iglesia.

Esculcando sus catequesis me encuentro esta enseñanza magistral que transcribo en el Rincón de Dios. Hoy cae como anillo al dedo de lo que nuestro país vive.

El Rincón de Dios

“Sí, hay muchos que, creyéndose dioses, piensan no tener necesidad de más raíces ni cimientos que ellos mismos. Desearían decidir por sí solos lo que es verdad o no, lo que es bueno o malo, lo justo o lo injusto; decidir quién es digno de vivir o puede ser sacrificado en aras de otras preferencias; dar en cada instante un paso al azar, sin rumbo fijo, dejándose llevar por el impulso de cada momento. Estas tentaciones siempre están al acecho. Es importante no sucumbir a ellas, porque, en realidad, conducen a algo tan evanescente como una existencia sin horizontes, una libertad sin Dios”. Benedicto XVI

 
Publicado en Columnistas Nacionales

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