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Pedro Aja Castaño   

¿Cómo se forma en el ser humano la percepción de ser una máquina?  Obviamente mediante la intuición de cómo funcionan los mecanismos automáticos necesarios para la supervivencia del cuerpo. Y cuando esos mecanismos se estudian y dominan, ese conocimiento se convierte en un DIOS. Pero ese mecanismo se puede dañar.

Sin embargo, el ser humano también posee una realidad invisible a la que se le dan diversos nombres. El hombre siente que, siendo superior esa realidad, busca una relación con ella. Lo que es una decisión inteligente. Pero esa relación también se puede dañar, de manera premeditada o inconsciente. Nos interesa esta parte, porque la medicina se encarga del cuerpo.

Viendo la película “The Lost Patient,” sobre el drama de una psiquiatra y un loco confundido en su divagaciones sobre un asesinato que ha cometido y no sabe cómo, me enteré del meollo del  libro ‘El lenguaje del cambio’ de Paul Watzlawick que explicaría el origen de la enfermedad mental del paciente.

Nos relata un experimento llevado a cabo por Federico II, Barbarroja, (1194 – 1250) quien fue llamado en su tiempo “stupor mundi” (estupor o pasmo del mundo) por sus raras, profundas y excéntricas cualidades que escandalizaban a su entorno. Extremadamente inteligente, hablaba nueve lenguas y escribía en siete. Sus conocimientos abarcaban la filosofía, la astronomía, las matemáticas, la medicina y las ciencias naturales.

Le obsesionaba saber si  existía unalengua adámica, connatural al mismo hombre  que en el primigenio estado, le hubiera servido para ‘dar nombre a todas las cosas’, como se narra en el Génesis. Ignorando los resultados organizó un cruel experimento. Ordenó que se recluyeran en una sala a 30 recién nacidos y que se les suministraran los mejores cuidados de la época. Pero con una condición, las criadas que se ocupaban del cuidado de los niños no debían hablarles ni establecer ningún tipo de gestualidad o comportamiento que pudiera interpretarse de un modo afectivo o emocional por los bebés.

Pensaba que sin ninguna influencia humana el lenguaje adámico surgiría espontáneamente, y los niños hablarían (suponía él) hebreo, sin que nadie se lo hubiese enseñado. El resultado fue desastroso, murieron todos los bebés sin excepción, ninguno pudo siquiera alcanzar los tres años de edad. Mi conclusión: Los bebés fueron alimentados por máquinas humanas. Y sin amor el hombre muere lentamente.

Este experimento  interesó al psicoanalista René Spitz que en los años 40 estudió a fondo todas las consecuencias de las privaciones emocionales de los primeros momentos de vida del ser humano, comprobando cómo debido a esa carencia parcial se generaba un bloqueo tónico, malestar, ansiedad y miedo provocados por el carácter impersonal y neutro de los cuidados recibidos. Se reducen las posibilidades para desarrollar sus expresiones mímicas, sus actitudes de comunicación, LA COMPRENSIÓN DE SITUACIONES Y LA CONCIENCIA QUE PODRÍA ADQUIRIR DE SÍ MISMO Y DE LOS OTROS. Esto es lo que generalmente muestran los delincuentes y muchas personas que no lo son.

Otros experimentos se han llevado a cabo en ese sentido por lo que los asocié con el conocimiento fundamental para comprender mucho de lo que ocurre en el mundo actual.  Sin embargo, como casi todo lo que acontece en la vida real se convierte en una narrativa impersonal,  y esa impersonalidad, profesionalismo, es lo que se considera lo mejor de la civilización actual en la que EL NUEVO ‘DIOS’ ES SU GRAN MAJESTAD  LA CIENCIA. Porque dizque las emociones, lo vivo, son malas consejeras,  distorsionan lo ‘objetivo,’ y la ciencia misma ha llegado a comprobar que la objetividad no existe. Es decir, estamos en un soberano lío.

Visto lo anterior hago la siguiente pregunta: ¿Cuál es el interés del estado comunista de educar a los niños? El primero, obviamente, es lavarles el cerebro. Pero el segundo es despojarlos de cualquier estructura de EMPATÍA  para volverlos pequeñas máquinas de guerra y después los mejores soldados o espías asesinos. Para esa persona no sólo se requiere que sea valiente, sino sin escrúpulos morales. No sentir nada.

Por eso, el Che Guevara, un asesino,  dijo: “El odio como factor de lucha, el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en una eficaz, violenta, selectiva y fría máquina de matar. Nuestros soldados tienen que ser así: un pueblo sin odio no puede triunfar sobre un enemigo brutal.” (Fuente: Mensaje a la Organización de Solidaridad con los Pueblos de Asia, África y América latina - Abril de 1967)
Recordé entonces 1 Juan 4: 7 -9 que dice: “Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él.  En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio, pues como él es, así somos nosotros en este mundo.” Esto es lo opuesto a la impersonalidad, al hombre máquina.

Y también me acordé de un librito, LA IMITACIÓN DE CRISTO de Tomas de Kempis, un monje de la edad media. No era un teólogo; más bien fue un buen compañero que daba consejos a sus amigos. En 1536 Fray Luis de León calificó  la obra como: “… un compañero fiel, consuelo en los trabajos, un maestro en tus dudas, un arte para orar al Señor, una regla para vivir, una confianza para morir, uno que dice de ti lo que tú mismo no alcanzas.” ¿Y eso acaso no se necesitaba en la edad media al igual que  hoy?

Con lo anterior, pareciera que en la tierra, por razones que desconocemos, hay dos escuelas: la de los complicados y la de los  sencillos y humildes. Los primeros  hablan, opinan, afirman, niegan   lo que no conocen porque no han experimentado la relación con EL AMIGO. Los segundos hacen cosas buenas por los otros. Y alrededor de ambas escuelas se cierne el mal. Por eso a los buenos les pasan cosas malas. Y a los malos cosas buenas que no entienden y se las atribuyen a la suerte.

Los humildes no discuten; experimentan la relación. Los ‘entendidos’ niegan a Dios, lo buscan, se encuentran y desencuentran, por lo que todo lo anterior se ha vuelto una narrativa cultural en la que no hay juez que dicte  veredicto de absolución o condena, lo que  no quiere decir que la verdad sea nuestro personal  capricho, porque existe una prueba clara: El verdadero Dios produce felicidad; el falso dios, desdicha y sufrimiento. 

Y como el ser humano, en su manifestación mecánica,  no ha aprendido a VIVENCIAR  AL DIOS VIVO, que sería la prueba reina para esa persona,  procura  imitarlo y lo convierte en narrativa que es  impuesta por el ‘libre pensamiento,’ otra religión, creando una confusión moral. Ya que, generalmente,  las narrativas buenas o malas,  SE ASUMEN como verdad; pero raras veces SE COMPRUEBAN.

Por eso, como en una novela el ser humano, debido a cierto miedo promovido por la muerte y el mal, ha creado una percepción errada, una distorsión de Dios para convertirlo en lo que nos convenga, incluso descartarlo. Así se ha ido formando una realidad desconocida, con un plan férreo e incomprensible, algo casi secreto, cifrado para muchos o totalmente ausente, debido al azar,  pero al que se le atribuyen hechos.

Ahora bien, cuando se aprende de manera adecuada y profunda, la imitación deja de serlo y se convierte en ESENCIA DE LA PERSONA. Veamos un ejemplo de lo que ocurre en la vida cotidiana. Supongamos el siguiente ordenamiento  de principios y valores, mediante los cuales, puede vivir una persona o colectividad,  con las siguientes prioridades ordenadas desde lo más excelso hasta lo más humano.

Ese ordenamiento  axiológico  quedaría así.  1. Dios 2. Justicia divina y, como derivado, humana 3. Valores humanos 4. Una matriz personal de principios y valores (Recomiendo la Matriz de Eisenhower) 5 Familia 6. Salud 7. Trabajo  8. Diversión   9. Política del Bien común 10. Dinero y Poder. El anterior es un ordenamiento que el ser humano intenta imitar.   Pero los antivalores y lo caótico, lo hacen difícil; además,  los principios y valores se aprenden o se olvidan de muchas maneras, comenzando por cosas pequeñas.

Por lo que se forman  diferentes tipos de sociedades, familias, personas, instituciones, dependiendo de qué ordenamiento intentan imitar. Suponga usted que un porcentaje importante de  dos  sociedades culturalmente diferentes  se ordenan así: 10, 8, 7, y se olvida de los otros principios y valores. 

La otra sociedad ordena sus valores: 5, 7, 8. Pero ambas viven sin Dios ni ley. Pero las diferencias culturales aceptables, las ventajas económicas y otros factores hacen que la una se vea ‘mejor’ que la otra, aunque ambas tienen carencias fundamentales que no pueden ocultar el  Irrespeto, la deshonestidad, la Injusticia, la Intolerancia, el egoísmo, la arrogancia, el odio, la desvergüenza, la envidia, etc. que dan origen a todos los crímenes y delitos.

En ese escenario se siente que ha desaparecido la buena esencia del ser humano. Entonces empieza a creerse en un absurdo moral; que viviendo   una vida mejor porque se mudó a un país de más categoría se puede ser feliz; o siendo rico, no importa cómo sea. No es así. Se es infeliz de otra manera. Pero hay una esperanza racional.

Casi todos en algún momento hemos  conocido el oro en pequeñas cantidades, como adorno. Esa pequeña cantidad nos dice que hay MINAS DE ORO, pero  que es bastante difícil extraer el metal precioso. De ahí su alto costo por su escasez y dificultad. No podemos conocer la mina, pero la razón nos dice que existe.

De la misma forma, hay otra realidad preciosa conformada por  el BIEN, LA VERDAD, EL AMOR que se consiguen en una ‘mina’   llamada CIELO.  La diferencia entre el acceso a la mina de oro y la mina del bien es que para la primera necesitamos recursos físicos y quizá no podamos llegar a ella; pero  para la segunda se requieren recursos morales y la ayuda de Dios al alcance de todos.  Ese es el dilema fundamental y está en nuestras manos libremente escoger. Ninguna de las dos realidades excluye a la otra, pero se necesita mucha sabiduría para manejarlas y no perder el alma en el intento.

Pero hay un tercer ‘dios’ y es el más preocupante. Se origina en el teatro griego y romano cuando una grúa (machina) o cualquier otro medio mecánico introducía desde fuera del escenario a un actor que interpretaba a una deidad  (deus) para resolver o dar giro a la trama. 

Entonces la gente comentaba los actos de Deus ex machina (El dios que baja de la máquina) que, obviamente muchas veces enredaba más las cosas. En esas estamos, con un moderno Barbarroja que, como el original,  se creía  Dios,  porque el nuevo aparecido no sigue la lógica interna de la sociedad que pretende cambiar, así como el antiguo no le paraba bolas al sentido común.  Vainas del teatro político. Pero hay una pequeñas diferencia.

El reinado de Barbarroja representó el apogeo del Sacro Imperio Romano Germánico, el primero que le dio ese nombre. Fue responsable de afianzar el poder imperial tanto dentro de Alemania como en el norte de Italia cuyas ciudades estado se habían hecho independientes de facto. También fue quien introdujo un cuerpo legislativo unificado, acudiendo de nuevo al derecho romano.

El otro dios parroquial de nuestros infortunios quiere continuar un FRACASADO IMPERIO DEL SOCIALISMO DEL SIGLO 21, pero no sabe cómo quedar bien con el imperio de la inteligencia, las buenas costumbres, principios y valores y la realidad que todo lo juzga con la verdad de los hechos.

 
Publicado en Columnistas Nacionales

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