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Pedro Aja Castaño   

Nosotros, los mortales, logramos la inmortalidad en las cosas que creamos en común y que quedan después de nosotros. Albert Einstein.

Isaac Newton, el científico, SOÑÓ con la inmortalidad real, física; y Jesucristo la DEMOSTRÓ CON SU RESURRECCIÓN. La idea de averiguar el asunto me surgió después de haber hablado con un inquieto médico y encontré la siguiente noticia: “El manuscrito de Isaac Newton que revela la fórmula para la inmortalidad” publicado por la redacción de la BBC Mundo el 12 de abril de 2016.

Conocemos a Newton como el descubridor de la gravedad después de que una manzana le cayera sobre la cabeza en 1666, como se conoce el asunto popularmente. Eso le permitió establecer las leyes de la gravitación universal.

Pero el tipo tenía otros intereses, que se comprobaron más tarde, cuando se descubrió uno de sus manuscritos en la década de los 30 del siglo pasado, causando gran revuelo.  Le interesaban lo que él llamaba “los estudios ocultos” o ciencias más allá de la física. Consideraba que esas ‘ciencias’   eran la alquimia, la cronología, la cábala, (o kabaláh, como pronuncian algunos), la interpretación de textos bíblicos, etc.

Esos ‘estudios’ y muchas otras creencias y mitos han conformado toda una subcultura con nombres respetables (esoterismo) y populares (brujería, ocultismo) A ellos no son ajenos la élite del poder y ciertos mandatarios, debido a una supuesta tradición de ‘conocimientos secretos.’

Newton escribió a manos una fórmula de la inmortalidad para una sustancia “mágica” que fueron los primeros pasos para crear ‘la piedra filosofal’ de los famosos alquimistas. Se creía que podía transformar metales en oro y darnos el elixir de la eterna juventud. Eso nos convertiría en ‘dioses,’ según el imaginario de esa época y la larga aspiración de la humanidad.

Escribo lo anterior porque nos ayuda a entender uno de los orígenes de los diversos ‘sueños de poder.’ Gabo no era ajeno a estas veleidades, pues MELQUÍADES el gitano nigromante y alquimista, visionario, muerto en el capítulo primero y resucitado poco después, poseía ‘las claves’ de Nostradamus, es decir, que podía descifrar y predecir la historia de la humanidad. Ciertos mandatarios le han creído el cuento a Gabo.

Pero el asunto no es tan descabellado, porque podría ser cierto. La pregunta es: ¿Sería ese ‘poder’ el resultado de un descubrimiento interior, REAL;  o  el  engaño promovido contra el dueño de una ‘franquicia científica’, una tradición religiosa;  el poder político abierto y secreto, y otros ‘sueños’ de la pobre humanidad?

Como al fin nos hemos dado cuenta de que somos irremdiablemtne mortales, pues nos hemos inventado la ‘inmortalidad’ del legado de vida que significa dejar valores fundamentales, creencias o experiencias dignas de ser recordadas o imitadas. Pero hay unos legados perversos.

Por lo que, ante la dificultad de dejar ese legado de excelencia,    unos se han inventado como valor fundamental la ‘inmortalidad’ del billete. Los más brutos sueñan con la ‘inmortalidad’ de las dictaduras. Los más aviesos, crearon la ‘eterna juventud’ del maquillaje. Es decir, tenemos el NEGOCIO MÁS RENTABLE de la actualidad: se invierten cuentos y se saca billete. Otros, hacen un esfuerzo serio y exploran los diferentes yogas, las artes, la academia o los negocios. Pero lo que sí produjo el sueño de los alquimistas fue la moderna industria farmacéutica que comenzó con el desarrollo de la química moderna.

Ahora bien, yo no sé si ciertos conceptos o palabras arrastran tras de ellos el ‘karma’ (la ley de causa y efecto) de su origen. El término farmacia se deriva del griego “pharmakia” o “pharmakon”, una palabra que significa veneno o hechizo. Y no quiero decir más. ¿Y por qué se busca la inmortalidad?

Génesis 2:7 dice: “Entonces el señor dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz el aliento de vida; y fue el hombre un ser viviente.” Pero hay también un versículo especial, Génesis 3:22: “Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre.” Dicen los que saben que “el árbol de la ciencia del bien y del mal” podría ser interpretado como el ADN humano y su manipulación genética; y todo esto en busca de la inmortalidad.

Pero finalmente Jesús revela el ‘método científico – espirtual’ en Juan 4: 14: “pero el que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le daré se convertirá en él en una fuente de agua que brota para vida eterna.”  Y ahí vamos haciendo esfuerzos. Algo que entendió muy bien Santo Tomás de Aquino cuando escribió:

“Así como la vida corporal necesita el alimento material no sólo para su crecimiento, sino también para conservar la naturaleza corporal, evitando que se disuelva por el continuo desgaste y flaquee su vigor, del mismo modo fue necesario que la vida espiritual tuviera un alimento sobrenatural, por el cual los REGENERADOS se conserven en las virtudes y se desarrollen.” ¿Por qué utilizaría el santo el término regenerado, queriendo decir nacido de nuevo?

Ese alimento especial lo da la gracia de Dios. La palabra gracia, según se usa en las Escrituras, se refiere principalmente al poder habilitador y a la sanación espiritual ofrecidos por medio de la misericordia y del amor de Jesucristo. Y a mí me ha intrigado saber por qué ese regalo u oportunidad se desperdicia.

De ahí que recuerde una frase de Gabo que quizá lo explique para resignarme: “La primera condición del realismo mágico, como su nombre lo indica, es que sea un hecho rigurosamente cierto que, sin embargo, parece fantástico.” Pero a pesar de Gabo insisto en  algo más fantástico e innegable  que a pesar de que el 100% de los humanos quieren ser amados, una inmensa mayoría se esfuerza por ser odiada y los que insisten más son los PEREZOSOSO DICTADORES.

Quieren ser recordados no por lo bueno que hicieron, sino aspiran a la inmortalidad de ser  recordados por el largo tiempo que duraron sentados  sobre su trasero, persiguiendo y matando por una causa justa, la de él. ¿Qué carajos hizo de bueno Fidel Castro en sus 49 años y 8 días? Nada. Hay una lista de 90 dictadores que no son recordados y que duraron gobernando un promedio de 30 años; solo los especialistas saben de ellos.

El único que los ‘recuerda’ es el fiel olvido. Y todo esto pasó porque buscaban la INMORTALIDAD POLÍTICA. Por eso, Simón Bolívar se está riendo de Nicolás Maduro, por lo que hay que recordarle al bigotudo lo que dijo John Kenneth Galbraigh: “Aunque todo lo demás falle, siempre podemos asegurarnos la inmortalidad cometiendo algún error espectacular.” 

Además, un legado político no debe percibirse, históricamente, como que fue una persecución o castigo contra ricos o pobres con excusas baladíes, porque la pregunta obvia del sentido común sería: ¿Por qué ese dictador, supuestamente benévolo, no pensó en su futuro y el del país? ¿Cómo le irá a Petro?

 
Publicado en Columnistas Nacionales

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