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Pedro Aja Castaño   

El amor es solo una palabra, hasta cuando alguien llega y le da sentido. Paulo Coelho.

He adaptado el título del famoso libro de Viktor Frankl “El hombre en busca de sentido,” para dilucidar uno de los problemas humanos que pueden determinar el camino de una vida con sentido para una persona o una colectividad.  El autor fue un neurólogo, psiquiatra y filósofo austriaco que desde 1942 hasta 1945 sobrevivió en varios campos de concentración, entre ellos Auschwitz y Dachau. Ante la  espeluznante despersonalización y progresiva animalización en que se había convertido la vida en ese cruel proceso  meticulosamente planificado por sus verdugos, se propuso sobrevivir, ayudar a quien pudiera y aprender algo nuevo todos los días. Con esa decisión  Frankl le dio sentido a su vida dejándonos un legado, al hablarnos del sufrimiento, la aceptación inteligente,  para poder  desarrollar una actitud triunfadora ante la vida difícil. 

Esas dificultades ineludibles unos las enfrentan con la fuerza de la razón; otros con el amor y las diferentes sutilezas de la confianza protectora ante lo desconocido;  es decir, la fe que, decía Jesús,  movía montañas, hablando alegóricamente, para evitar las trampas y enredos de las discusiones intelectuales. Pues él necesitaba dejar  claro un mensaje, con nuestra tarea de descubrirlo cada quien según su leal honestidad de entender y vivir la vida que, en últimas, llaman sabiduría.

Hay muchas formas de encontrarle sentido a la vida. Mediante la profesión, un oficio, ideales, tareas, un compromiso con lo bueno, etc. En el siglo 19 Colombia se identificó mucho con sus poetas,  tradiciones y cultura, hasta el punto que Bogotá llegó a ser llamada “La Atenas Suramericana.

Además, la gente sencilla se enorgullecía de cantar el hermoso bambuco de  Rafael Godoy Lozano que recorre muchos escenarios de alegría, pueblos, belleza, parranda, tradiciones, amores,  para al final decir: “¡Ay! que orgulloso me siento de ser un buen colombiano” Esto se llama amoroso sentido de pertenencia que le da sentido a la vida y que hacía destacar a Colombia en la comunidad de naciones. Ese sentido se ha perdido, porque hemos dejado que nos lo arrebaten los bandidos y el rock. Por lo que a veces nos puede dar miedo presentar el pasaporte colombiano en los aeropuertos. ¡Qué tristeza de patria!

 Después la identidad se trasladó a los partidos políticos. Hoy se debate entre la bienvenida de lo foráneo, la rebeldía de lo insulso, la seriedad de sus profesionales y trabajadores, etc.; pero, sobre todo, con la odisea de llegar al trabajo. Todo ese esfuerzo transformador le da sentido a la vida.  Pero hay unos personajes peculiares que se están esforzando en imponerle al país su peculiar  sentido de la vida mediante una ideología.

 En una entrevista con el diario El País de España, Petro dijo que si perdía las elecciones se retiraría de la política y cito textualmente: “Ya se cerraría mi ciclo político, porque no me puedo volver un eterno candidato. Significaría que un proyecto ha fracasado. Que la salida pactada sobre reformas fundamentales para convivir en paz ha fracasado.” El triunfo político le daría sentido a SU vida.

Pero el entrevistador le preguntó: “¿Qué podría venir?” Respondió: “No sé.  No sé qué le pasará a una sociedad colombiana metida en el abismo y sin una salida democrática.” Es decir, Petro imaginaba  una verdadera catástrofe en el país si él no era el nuevo presidente. Él cree que con su peculiar modo de ser y tomar decisiones puede darle sentido a la vida de 51,6 millones de habitantes, según estimativos del 2022, imponiendo el sinsentido existencial y colectivo de un régimen comunista., disfrazado de constitucionalidad y coordinado desde el MINISTERIO DE LA SABROSURA BACANA para el que se necesita billete a la lata para distribuirlo entre los viejitos rumberos.

Esto parecería anecdótico, pero no es así. Es un ejemplo de que aquello que imaginamos o queremos,  para sorpresa nuestra, a veces ocurre. Petro se imaginó un desastre sin él; obvio. Es la posición cómoda de ciertos predicadores de desastres.  Pero estaba lejos de imaginar un desastre con él de protagonista, lo  que  le está quitando sentido a su triunfo político; pero se lo está dando a la cínica sabrosura política de la repartición de las diferentes tortas institucionales  para formar la burocracia  del común, respaldada por el COLECTIVO PACÍFICO JUVENIL.

Obvio que nos vamos a oponer. Por lo que Viktor Frankl le habría dicho: “Cuando ya no somos capaces de cambiar una situación, tenemos el desafío de cambiarnos a nosotros mismos.” Pero no sé si habrá leído a Frankl. ¿Por qué es tan difícil cambiar para  aprender lo fundamental en estos días? Porque hay muchas formas de establecer o creer que se tiene la verdad en el mundo actual.

Cada quien   establece su verdad mediante teorías filosóficas, dogmatismo, pragmatismo, críticas con fundamento o mentirosas, puntos de vista muy sui generis para posar de persona auténtica, subjetivismo, relativismo,  escepticismo, nihilismo a las que se acostumbran como mecanismo de supervivencia y niegan  las evidencias en contrario, las incoherencias con su propia vida, su utilidad o inutilidad para algo, o el consenso de las personas.  Pero toda esta variedad de pareceres respetables se agrupa en dos tipos de especie humana: la decente e indecente.

Pero nada de lo anterior puede negar la realidad de la muerte y si existe o no, un más allá.  Por eso Frankl también escribió: “La presencia ignorada de Dios.” Porque él sabía que esa presencia se transformaba en esperanza colmadora; pero su ausencia convertiría a  la suave esperanza en una bestia poderosa,  feroz e impredecible.

En la película la Sociedad de los Poetas Muertos el personaje de Robin Williams, un profesor excéntrico de literatura, trata de motivar a unos estudiantes aletargados para que busquen su camino en la vida. Y sucede  que escogemos un camino que consideramos el mejor, pero resulta que tiene los mismos o peores problemas que el desechado. Ocurre también  en la política. El dolor de haber votado mal es soportable si sabemos que terminará, cuando finalice el mandato constitucional de un gobierno. Pero es insoportable,  si negamos que exista la posibilidad de que eso no ocurra.

Así cuando un país descubre la posibilidad de que su destino será sufrir por un número indeterminado de años, su única oportunidad de vivir decentemente consigo mismo y los otros radica en asumir la forma en que soportará esa carga;  o rebelarse contra esa posibilidad. Y esa decisión le dará sentido a su vida. Por lo que un país con sentido claro de vivir decentemente, nunca será derrotado en su propósito de crear un sentido político de responsabilidad por su patria. 

 
Publicado en Columnistas Nacionales

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