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Alfonso Monsalve Solórzano

En el artículo anterior hablé sobre la definición de la noción “verdad”, señalando que la contrastación de los hechos y de las fuentes es una condición necesaria para argumentar la admisibilidad de un enunciado o una teoría -conjunto de enunciados que busca explicar o comprender un segmento de la realidad- como verdaderos en ciencias sociales y en la práctica social.  Si no hay tal contrastación -que debe poder ser reproducida por cualquiera que tenga los conocimientos necesarios para hacerlo- los enunciados y la teoría dentro de la cual estos se afirman, no pueden ser considerados como explicativos o comprensivos de los fenómenos a los que refieren; no tienen posibilidad de ser verdaderos. Simplemente son falsos.  

Existen, dentro del universo de la explicación y la comprensión política y social, teorías que intentan ser lentes o filtros para leer la realidad, con el objetivo de fundamentar una postura o una posición política. Su característica principal es que sus afirmaciones están más allá de la contrastación Cualquier hecho, el que sea, debe ser abordado desde las premisas con las que se lo lee, con el afán de acomodar la realidad a la teoría y no esta a aquella; no inventan una teoría para dar cuenta de la realidad, sino que inventan una realidad para justificar su teoría. Todo hecho debe acomodarse a esta, y si no lo hace, no existe y quien lo afirme es culpable de servir a los intereses ocultos del enemigo que define la ideología. Quienes las profesan, carecen de pensamiento crítico, su creencia es un dogma universal que debe ser impuesto a todos, porque constituye el modelo de sociedad.

La ideología marxista del mundo sostiene que el motor de la historia es la lucha de clases, partera de la historia y que la revolución es inevitable, según lo demuestran las leyes de la historia, según las cuales, en nuestra era, la burguesía, clase explotadora será derrotada por las masas encabezadas por el proletariado y su partido, que e instaurar una dictadura de clase para enterrar la burguesía y transformar la sociedad capitalista en una socialista en marcha al comunismo. Todo esto, a pesar de que los modelos socialistas del mundo fracasaron en Rusia, China, que se convirtieron en estados capitalistas dictatoriales, y en Cuba y Venezuela que se han transformado en dictaduras de camarillas parasitarias que han destruido la economía de sus propios países y se han beneficiado de ello.

Pues bien, el informe de la Comisión de la Verdad está escrito desde la perspectiva ideológica marxista. Para ella, la verdad no interesa si no se acomoda a su visión del conflicto. Sus premisas son claras; hay un culpable: el estado, que representa a la burguesía y a los terratenientes explotadores; un actor justo: la guerrilla, que es la encarnación de los explotados y oprimidos. Cualquier contrastación de su punto de vista es perversa. El tratamiento ofrecido en el caso de alias Santrich es paradigmático: es un héroe y una víctima. No importa que fuentes clave hayan declarado judicialmente que la cocaína que pretendía negociar no fue suministrada por la Fiscalía; tampoco, el cúmulo de pruebas recogidas y los testimonios de Marlon Marín, sobrino de alias Iván Márquez, quien aseguró bajo juramento que alias Santrich era el dueño del estupefaciente que se pretendía negociar, y de dos socios de alias Santrich que se declararon culpables en Estados Unidos por tráfico de cocaína. Tampoco importa que la versión del exfiscal Martínez Neira no hubiese sido considerada (Ver Semana.com consultada el 27.08.2022). Nada. Lo importante es lavarle la cara al guerrillero de manera tal que el presidente y el ministro de defensa salgan a decir que aquel había sido entrampado y asesinado para que la gente se solidarice con alias Santrich y su causa.

Con esa narrativa, la ideología suprime la verdad y crea una realidad falsa que le permite al nuevo gobierno intentar ganarse la mente de la gente. Esta pseudo realidad construida desde la ideología es indispensable, por ejemplo, para legitimar el modelo de estado que tiene en mente del gobierno de Petro, que a nombre de la llamada “paz total” tiene como condición necesaria desmantelar el mando de las fuerzas armadas, descabezando a más de 40 generales del ejército y la policía para instalar una nueva cúpula con el objeto de generar nuevas lealtades basadas  en el agradecimiento y el temor, en un guion visto en Venezuela y antes, en Cuba; y también,  por estructurar la inteligencia y la contrainteligencia estratégicas y la dirección de la Unidad Nacional de Protección, que cuida también a los opositores, ambas en manos de antiguos militantes del M-19 (alguien dijo, a este propósito, que a veces pareciera que el antiguo movimiento se mantiene como una estructura jerárquica, ahora al servicio del presidente).

“Paz total” que desde la ideología marxista es imposible porque esta postula, como lo mencioné más arriba, que el motor de la historia es la lucha de clases y mientras estas existan no podrá haber paz. Ganar la supremacía de la fuerza desarmando o sometiendo al contendor real y al probable, a la vez que se fortalece a los aliados es el fondo de todo este entramado. ¿Cuál será el resultado si, como es de presumir, el presidente tiene éxito? Imaginen ustedes su propia respuesta.

 
Publicado en Columnistas Nacionales

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