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Eduardo Mackenzie   

El pasado 7 de agosto, Gustavo Petro se instaló en la presidencia de la República. No discutiré aquí lo que ocurrió ese día, ni si su discurso me pareció "conciliatorio" o no, ni sobre la frase emblemática de uno de sus ministros "Este no es el mismo país", ni sobre las condiciones extrañas en las que Petro alcanzó la jefatura del Estado. Ya habrá tiempo para abordar este último tema enorme.

Lo que urge en este momento, me parece, es abrir una reflexión sobre el carácter del nuevo gobierno y sobre el carácter de la oposición al nuevo gobierno. 

Si Colombia quiere salir del pantano en que fue metida por las fuerzas que rodean a Petro tiene que pasar por la etapa del análisis realista, de la reflexión, de la discusión libre. Sin ello no habrá una oposición fuerte, coherente y exitosa. Es decir, sin ello habrá una oposición minada por ilusiones y por propuestas que se anulan.  

Por ahora no hay una oposición contra la administración Petro. Hay opositores, unos en el sector parlamentario, otros en la sociedad civil. Hay opositores, pero reina la dispersión en todas partes. Muchos son los opositores, de gran calidad, de diferentes grupos, corrientes y sensibilidades. Muchos son independientes, sin partido y patriotas. Otros son militantes que votaron y ayudaron a votar contra Petro, otros son abstencionistas. Son opositores con experiencias y perspectivas diferentes. Sus voces saludables aparecen sobre todo en las redes sociales. Miles de ideas afloran en esas redes. Pero hay dispersión. Y no todas las ideas que expresan los opositores en estos días son acertadas. La mayoría de las ideas lo son, pero algunos que se expresan generalmente a título personal están tan decepcionados que invitan incluso a la deserción, a abandonar la lucha.

Otros hablan de hacer una oposición floja, otros de hacer una oposición "constructiva", en una línea de ver y esperar. Otros sueñan con la buena voluntad de Petro. Estos últimos creen que el nuevo ocupante de la Casa de Nariño será transformado por la función, defenderá la democracia, conciliará con la mitad del país que no votó por él y dejará sus compromisos políticos extremistas a un lado.

Las voces opositoras no aparecen todavía, con pocas excepciones, en la gran prensa. Hay, pues, mucho por hacer en el terreno del abandono de las ilusiones, de la unificación de las ideas, de la elaboración de unos temas prioritarios, de redactar una plataforma de lucha política real contra el nuevo régimen Falta mucho para lograr la difusión masiva de esas ideas y la conquista de los grandes medios.

Para resumir: debemos superar la fase de tener opositores aislados y sin coordinación ideológica y geográfica, y pasar a la fase en donde comienza a haber, impulsados por la realidad misma, una oposición determinada y, sobre todo, libre, con prioridades, con visión inclusiva, con voluntad de unidad, sin sectarismos, con unas líneas políticas claras y de amplio consenso. Es decir, a una situación de combate político real y creativo contra el nuevo gobierno. Contra el gobierno que proclama: "Este no es el mismo país".

No debemos oír a aquellos que dicen que antes de hacer eso debemos tener una organización partidaria bien aceitada, o un nuevo partido, o algo parecido. Eso equivaldría a invertir el orden de las cosas, a anular o diferir el combate político.

Tenemos que probar que somos creativos e inclusivos. Con la ayuda de los miles de opositores podemos avanzar hacia una plataforma y una conducta política ofensiva anti-Petro que nos permita construir un fuerte movimiento de oposición a nivel nacional y frenar el ímpetu destructor del nuevo gobierno.

La fase de tener una organización o una federación de organizaciones, más o menos coordinadas para la acción pacífica, vendrá inmediatamente después. Lo que cuenta es comenzar por el principio, por la parte que quizá no será la más fácil, pero sí la más decisiva: las ideas políticas claras y precisas, la caracterización del nuevo régimen, la definición de lo que debemos hacer, y la plataforma política de una oposición con amplio respaldo popular.

Sin esfuerzos para unificar a la oposición en el terreno de las ideas, sin avanzar en la mediatización de las propuestas, sin abordar el tema de la contra información, de la educación militante y de la acción política en recintos parlamentarios y, sobre todo, en las calles, no podremos frenar ni impedir el avance del proceso destructivo de Colombia que ya ha comenzado.

Si nos quedamos en lo de constatar lo constatable, en esperar las próximas atrocidades, en esperar que Petro o sus ministros cometan los mayores errores para lanzarles reproches, y a lamentarnos mientras ello ocurre, le daremos una ventaja inmensa al régimen que se está instalando.

 
Publicado en Columnistas Nacionales

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