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Eduardo Mackenzie   

1) Colombia: Lavado general de cerebros

Antes del 12 de agosto, las familias colombianas deberían declararse en estado de alerta. Las asociaciones de padres de familia también. Los planes que el ministro designado de Educación Nacional, Alejandro Gaviria, quiere realizar ese día deben ser rechazados y boicoteados por las familias pues constituyen una amenaza contra el equilibrio y la salud mental y moral de sus hijos.

Alejandro Gaviria pretende que los colegios realicen, el 12 de agosto, un acto que es ilegal e inconstitucional y que viola la Convención de la ONU del 20 de noviembre de 1989 sobre los derechos de los niños. La identidad moral e intelectual de los jóvenes y niños de Colombia, la calidad de su educación y su derecho al acceso al conocimiento y a los demás bienes y valores de la cultura, son tuteladas por las normas antes mencionadas.

Lo que busca el ministro Gaviria es introducir en forma artera una visión pro Farc de la historia más reciente de Colombia en las mentes de millones de estudiantes. 

Gaviria disimula el objetivo de esa operación. Acude a frases sibilinas, como eso de que será una “jornada pedagógica” cuyo objetivo es “socializar” el informe de la “comisión de la verdad”, creada en 2018 por adeptos de la teología de la liberación. Ante las masivas protestas que generó ese anuncio la respuesta fue encomendada a la orwelliana comisión. Incapaz de argumentar al respecto ésta se limitó a negar la negación: “No es adoctrinamiento", replicó. 

Gaviria quiere que el masivo lavado de cerebros sea realizado no solo por el sindicato marxista Fecode –experto en el cobarde adoctrinamiento de alumnos-- y la Comisión de la Verdad, sino que también metan la mano en la melaza “las secretarías de educación en las diferentes ciudades del país.”

Alejandro Gaviria le da a todo eso un lema gracioso: “La escuela abraza la verdad”. La verdad que promete el ministro no es la verdad. Es, por el contrario, el compendio de las leyendas fabricadas por las Farc desde los años 1940-50, bajo la orientación de jefes guerrilleros como Olimpo, primero, siguiendo con las resoluciones del comité central del PCC firmadas por Gilberto Vieira y después a través de la pluma de Arturo Alape, de las hagiografías de Carlos Arango, sin olvidar los “cuadernos de campaña” de Manuel Marulanda Vélez y Jacobo Arenas y de la propaganda de Manuel Cepeda Vargas.  Esa es la matriz ideológica inicial que vertebra el llamado “informe final de la comisión de la verdad”, de cuya redacción fue sistemáticamente borrada toda referencia al papel fundamental de la URSS y del comunismo internacional en la creación y desarrollo de las Farc. De ese “informe” fueron excluidos obviamente los testimonios de la fuerza pública y de decenas de miles de víctimas civiles –lo que incluye miles de niños de ambos sexos-- de esa máquina de subversión y muerte.

Ese informe falsea la fecha misma de aparición de la subversión marxista en Colombia y oculta el origen exclusivamente político de ésta. Substituye la verdad histórica por la impostura tradicional del PCC. Dice que las Farc tienen un origen sociológico, que fue un acto defensivo “de campesinos y colonos” que huían “de la violencia partidista y Estatal”. El culpable de todo es, pues, la sociedad colombiana, reaccionaria, fascista, etc. Ese enfoque es el denominador común de las 896 páginas del “informe” de la CdV.

Las Farc tienen derecho a fabricar sus propias quimeras. Sin embargo, es ilegítimo presentar eso como la verdad obligatoria y como un “legado” para la juventud. Eso equivale a brutalizar la conciencia de los colombianos, arruinar la moral de los jóvenes y utilizar el aparato escolar para someter psicológicamente a la nación.

Mark Twain dijo un día que la diferencia entre un gato y una mentira es que el gato tiene solo nueve vidas.

Lo que Gaviria quiere emprender el 12 de agosto es el primer paso de un proceso largo de manipulación mental sobre millones de jóvenes mediante discursos, pero también diseminando “cómics y materiales pedagógicos diseñados específicamente para cada edad”. Juan Camilo Aljuri, miembro de la CdeV, lanzó tres frases que muestran eso. El 29 de julio le dijo a Blu Radio: 1.-“Se trata de entender que los más chicos deben tener herramientas para convivir en sociedad”;  2.- “El objetivo del trabajo pedagógico será brindar herramientas para la convivencia pacífica”; 3.- “Tenemos que dejar […] el miedo y comenzar a entender que este es un paso y un peldaño importante en una escucha plural, que nos permitan unas discusiones de país”.

Entre líneas, Aljuri advierte que el plan consiste en incrustar en los niños y jóvenes una serie de “herramientas” ideológicas y que sin tal representación falsa de la realidad ellos no podrán convivir en sociedad. Sin ese lavado de cerebro ellos no serán escuchados (“escucha plural”) ni podrán participar en la marcha del país (“discusiones de país”). Tal ultraje sería implementado en varias etapas (lo que Aljuri llama “un paso y un peldaño”) dentro de un proceso de reeducación comunista a largo plazo.

Ex rector de la Universidad de los Andes, Alejandro Gaviria no ignora que los jóvenes son sujetos de derecho no solo como adultos en potencia sino también como seres humanos dotados de singularidades que deben ser respetadas. Claire Brisset, ex directora de información de la Unicef, escribía en 1998 que el derecho internacional y el de los Estados se alejan “de una visión puramente patriarcal y casi patrimonial del niño percibido hasta hoy como una simple propiedad del adulto”.

El ministro Gaviria, quien le da un carácter obligatorio a su jornada del 12 de agosto, regresa a la visión no solo patrimonial del menor sino también a una más bárbara en donde los estudiantes son propiedad del Estado. En Cuba, la dictadura ve a los jóvenes como regimientos que deben ser “educados” durante años en la mitología del castrismo. ¿Gaviria cree que con la instalación de Gustavo Petro en la Casa de Nariño Colombia debe ceñirse a las prácticas de Cuba?

¿Alejandro Gaviria dejará que los estudiantes critiquen la propaganda de la “comisión de la verdad”?   ¿El ministerio de Educación Nacional tomará represalias contra los alumnos que no acepten ese adoctrinamiento?  ¿Permitirá que tras esa operación los alumnos puedan hablar libremente y apartarse de la versión de la CdV sin temor a ser castigados? ¿Les dejará expresar sus puntos de vista? ¿Respetará la libertad de los padres de familia a oponerse a esas sesiones de exorcismo revolucionario?  ¿Qué les ocurrirá a los colegios que no realicen la “jornada pedagógica” del 12 de agosto?

Lo que pretende Alejandro Gaviria viola el artículo 67 de la Constitución colombiana que consagra el derecho de los jóvenes “al conocimiento, a la ciencia, a la técnica y a los demás bienes y valores de la cultura”. ¿El informe de la CdV --donde la verdad es mentira, donde la democracia es un crimen, donde la violencia es un derecho--, es un bien y un valor de la cultura? La jornada violará igualmente varios artículos de la Convención adoptada en la asamblea general de Naciones Unidas el 20 de noviembre de 1989. El artículo 17, numeral e, “protege a los niños contra la información y los materiales que dañan su bienestar”.  El artículo 8 dice que los niños tienen el derecho a “preservar su identidad (…) y sus relaciones familiares”.

Por esas razones, las familias colombianas, las asociaciones de padres de familia y la Unicef deberían estudiar este asunto y rechazar toda colaboración con esa empresa.

@eduardomackenz1

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2) ¿Mélenchon estará el 7 de agosto en Bogotá?

Jean-Luc Mélenchon, jefe de la extrema izquierda francesa, dice que está “estudiando con particular atención” el caso colombiano. El frustrado candidato presidencial de 2022, que aspiraba, después, a ser nombrado primer ministro, se muestra en estos días entusiasmado por lo que ocurre en Colombia: “Dentro de unos días Gustavo Petro asumirá el poder que le dieron las urnas” anunció frotándose las manos en su blog.

El exaltado jefe de la coalición Nupes (1), admirador de Putin, Xi Jinping y Maduro, afirma que el pasado 21 de julio se entrevistó con Gustavo Petro y Francia Márquez. No dice dónde ni de qué hablaron, pero sí resalta que él, Mélenchon, quiere “sacar algunas lecciones personales”, para ayudarle al jefe de la Colombia Humana a “realizar los cambios” y a conducir “una política no extractora [de petróleo y carbón] en un país arruinado”. 

Mélenchon, quien proclama que quiere “destruir el capitalismo de la sexta potencia mundial” y, además, “nacionalizar el tiempo” --lo que ni Dios ha hecho, le responden sus adversarios--, pretende darle a Petro la clave para que realice los cambios “sin provocar inmediatamente la movilización violenta de todos los sectores”. Cuando Mélenchon habla de los sectores “violentos” que no votaron por Petro, no lo hace como un consejero enterado. Lo hace, por el contrario, como la pitonisa de un libreto mediocre. Aunque Mélenchon sabe muy poco de Colombia   --dice que García Márquez nació en Aracatapa (el error ortográfico es de Mélenchon)--, él tiene una idea muy precisa de quiénes se opondrán al gobierno de Petro. En su blog, él los ubica en el campo del “crimen, de la corrupción, de los tráficos de todo tipo”. Así es como el extremista galo ve a la mayoría del electorado colombiano.

Gustavo Petro, en cambio, es el hombre del bien, un héroe sin tacha. Mélenchon afirma que Petro ganó la elección presidencial “en medio de amenazas y de una matanza sin fin de [sus] militantes por el narcotráfico, la policía, los paramilitares y todo lo que cuenta de bandidos oficiales”. Y que su victoria se debe a “la inmensa ola de movilización callejera y ciudadana bajo la forma de un paro cívico en el que miles de personas en la calle propagaban la indignación y la toma de conciencia de cambiar todo de una buena vez”.

¿Debe asombrarnos el negacionismo melenchoniano sobre los 55 días de horrendos desmanes que dejaron en Colombia, en 2021, con ayuda de escuadrones terroristas del ELN y de las FARC, decenas de edificios y juzgados incendiados y miles de policías y civiles inocentes muertos, heridos y mutilados en varias ciudades? No, tal cinismo es la marca de fábrica del patrón de la France Insoumise.

Mélenchon es visto en Francia como el jefe del antiamericanismo más primario. Odia a la Policía, es anti Otan, anti Ucrania, anti Taiwán y estaliniano después de haber sido trotskista. Dijo que el viaje de Nancy Pelosi a Taiwán había sido una “provocación” por lo que recibió horas después las felicitaciones de Pekín. En diciembre de 2019, Valérie Toranian escribió que el partido de Mélenchon “se unió al ala más antirrepublicana, la del islamo-izquierdismo clientelista que pretende unir las voces de los musulmanes apoyando la lucha contra la ‘islamofobia’, cuando ese término es una genuflexión de la izquierda hacia la religión y no un compromiso contra el racismo”.

El hombre que gesticulaba en junio pasado que si ganaba las legislativas restablecería el ISF (impuesto a los ricos) y aumentaría el impuesto a la renta para sacarle 160.000 millones de euros a los contribuyentes, tomó esta vez el avión para ir a dar lecciones de marxismo a la izquierda colombiana y de América Latina. A su auditorio le lanzó una cantaleta indigesta sobre el malvado capitalismo. Cuenta en su blog que después de reunirse en Santa Marta con el gobernador petrista Carlos Caceido (el error ortográfico es de Mélenchon), le propinó este regaño: “No es posible otorgarle confianza a los sectores políticos del capitalismo local” aunque afirmen que quieren “participar en el programa de reconstrucción del país”. Probablemente alguien le salió con los viejos cuentos del “frente popular” y de la “democracia avanzada” y le confesó que ellos hacían un “frente común con los burgueses de los países dominados por el imperio y a partir de allí a los circuitos centrales de la acumulación de capital”. La refutación rotunda del profesor Mélenchon fue esta: “¿Eso todavía es válido? ¡Estamos en el siglo 21! La esfera financiera mundial es global”. Y remató: “¿Qué queda de esa ‘burguesía nacional’ que estaba en cuestión? ¿Por qué ella tendría que hacer con su capital algo distinto de lo que hacen todos los que tienen esos medios?”.

En seguida, el artista cambió de tono. Como si fuera un comisario político del Komintern de Stalin reprochó a los petristas tener “una visión muy simple de lo que es el capitalismo”. Remató advirtiéndoles: “los textos de nuestros ilustres predecesores nos alertan sobre las contradicciones de la clase poseedora”.

La prensa no escapó a los insultos. Alguien le preguntó a Mélenchon qué pensaba él “de la voluntad de Petro de querer mantenerse por siempre en el poder”. “El odio mediático ya está implantado”, murmuró furibundo.

Obviamente, ni las FARC (las armadas y las parlamentarias) ni las otras bandas narco-comunistas que ensangrientan a Colombia aparecen en los comentarios de Mélenchon. Tampoco él habla del acuerdo petrista de la Picota, con corruptos y narcos extraditables, ni de los lazos que unen Petro a Nicolas Maduro. ¿Será que Mélenchon no quiere que esas maravillas de sus discípulos sean conocidas en Francia?

Pródigo en consejos absurdos, Mélenchon le dio otras pistas de trabajo a los petristas: “La guerra contra el narcotráfico no se puede ganar” sentenció. Por una razón: “Porque todo el mundo está bastante seguro de que ‘allí hay un futuro’”. Esa retórica fatalista sobre el narcotráfico sirve para ocultar la trayectoria criminal de las FARC y de sus satélites. La violencia que desde hace más de 50 años desgarra a Colombia no aparece en el radar de Mélenchon. Para él la única explicación es el narcotráfico. Escribe: “La cifra de 450.000 víctimas del ‘terrorismo’  solo es posible a través de la masacre de pueblos enteros que hacen los narcotraficantes”.

Mélenchon cuenta que “en la finca donde murió Simón Bolívar” tomó la palabra y que cuando terminó “los insumisos franceses presentes prosiguieron con el Chant du départ” (2) y agregó: “Para Robespierre esa canción era más bella que la Marsellesa” y “la versión remezclada del Chant du départ sirvió como himno de la campaña de la France Insoumise”. Inmediatamente, los petristas imitaron a su gran timonel. Unos quieren acabar con el Himno Nacional de Colombia y otros van a presentar otra versión durante el acto de posesión del 7 de agosto en Bogotá. Y sobre la idea de desarme de los ciudadanos y del tráfico de drogas, Petro no fue menos fiel a la doctrina Mélenchon. Propuso prohibir todo porte de armas y “replantear la discusión sobre la legalización de las drogas, primero a escala Latinoamericana que es nuestra casa y es la que está sufriendo las consecuencias. Estamos montados en unos negocios prohibidos”. Con tales preceptores malas horas le esperan a Colombia.

(1).- La Nueva Unión Popular Ecologista y Social  (NUPES) es una coalición de izquierda liderada por Jean-Luc Mélenchon. Incluye la Francia Insumisa, el Partido Socialista, Europa Ecología Los Verdes y el Partido Comunista Francés. Tiene 130 diputados de los 577 que integran la Asamblea Nacional. La Agrupación Nacional, de Marine Le Pen,  tiene 89 diputados. El partido del presidente Emmanuel  Macron, La República en Marcha, tiene 245 diputados.

(2).- https://youtu.be/amslbs1Spbw

Publicado en Columnistas Nacionales

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