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Pedro Aja Castaño   

“Una de las lecciones más tristes de la historia es esta: Si se está sometido a un engaño demasiado tiempo, se tiende a rechazar cualquier prueba de que lo es. Encontrar la verdad deja de interesarnos. El engaño nos ha engullido. Simplemente es demasiado doloroso reconocer, incluso ante nosotros mismos, que hemos caído en un engaño. Cuando se da poder a un charlatán sobre uno mismo, casi nunca se puede recuperar.” Carl Sagan (El mundo y sus demonios).

En uno de los noticieros que llegan por las redes, vi en estos días, a una presentadora preguntarle a un experto en seguridad por las razones del ‘Plan pistola’ mediante el que se están asesinando a policías y soldados. La respuesta fue que eso era debido a los ERRORES de muchos gobiernos pasados, lo que me llevó a reflexionar sobre esa respuesta. Aquí están mis conclusiones.

Por necedad, en la primavera del año 399 a. C, se condenó a morir envenenado por cicuta a una de las mentes a la que le debemos el arte de pensar, Sócrates. Lo acusaron de haber corrompido a la juventud y de impiedad con los dioses de Atenas por intentar enseñarles a los jóvenes el proceso del raciocinio, si querían CONOCER LA VERDAD. Enseñar a pensar era considerado como la peor corrupción de la época por parte de LOS SOFISTAS que gobernaban.

Platón, discípulo de Sócrates, y Aristóteles argumentaban que, teniendo en cuenta sólo la persuasión de una audiencia, ya sea en asambleas políticas o durante juicios legales, los sofistas desarrollaban un razonamiento cuyo objetivo era solamente la eficacia persuasiva, y no la verdad; y que como tales solían enseñar solamente sofismas o falacias. En términos contemporáneos eran unos embaucadores de prestigio. Hoy existen profesionales exitosos que en vez de llamarlos sofistas son elevados a los altares de la cultura mediante nombres prestigiosos.

Sócrates acató el injusto veredicto con la misma dignidad y coherencia con la que vivió;  pero antes de morir dijo una aparente tontería: "Critón, debemos un gallo a Esculapio, no te olvides de pagar esta deuda." Hoy en día se devanan los sesos intentando entender el SIGNIFICADO de lo que dijo el sabio, pero se olvidan de la INTENCIÓN: intrigar para obligar a pensar y no caer en NECEDADES.

Y no sé si Platón entendió el mensaje de su maestro y calló porque comprendió el poder de los mediocres, mentirosos e ignorantes en el poder. De ahí que dijera Platón que el objetivo de la educación era la virtud y la meta para convertirse en un buen ciudadano y dejó los dioses atenienses a un ladopor temor a que lo lincharan.

Ahora bien, se le ha hecho creer a la gente que hablar de Dios en público es políticamente incorrecto porque alguien se puede ofender. Pero no se preguntan por qué. Se me ocurre decir que si se ofende al Dios que está en el cielo, al que no conocemos muy bien, y que por misericordia no se ofende por nuestras tonterías, a lo mejor sí se ofendería al dios que está en el poder que desconocemos totalmente. Y eso es peligroso; tarde lo descubrió Sócrates.

Quizá por ello, Platón desarrolló el hábito de frecuentar personas inteligentes porque decía: “El hombre sabio querrá estar siempre con quien sea mejor que él.” Y al ser sabia esa costumbre que Platón le enseñó a Grecia de  no destacar a los peligrosos mediocres porque encumbrarlos es peligroso para la humanidad,  quizá nos dejó una lección que todavía no hemos entendido.   ¿Por qué siguen vivos el nazismo y el comunismo, sistemas que han fracasado? Porque se han encumbrado a Hitler, Marx y Lenin, una solemne necedad.  Por eso, en estos tiempos de confusión, añoramos visitar la cuna de la civilización occidental, buscando comprender nuestras necedades y doy otro ejemplo.

Hoy hablamos de CALIDAD de los objetos que compiten por ser mejores; pero, CULTURALMENTE,  no se compite por la calidad  del ser humano que es superior a los objetos y cachivaches por los que se da la vida trabajando para tener tres carros cuando podríamos volver excelente el sistema de trasporte público, educando a la gente.

Y para convertir esa necedad de los tres carros, en algo culturalmente aceptable, se la llama sociedad de consumo, porque se nos ha enseñado a CONCEPTUALIZAR, pero no a SENTIR  la verdad, a partir de la propia experiencia de la vida. Por ello se ‘consumen’ muchas cosas y situaciones, hasta lo deleznable, como parte de la cultura, lo que es  otra necedad al seguir ignorando esa contradicción por lo que estamos pagándola  caro. ¿Y por qué ocurre?

El cerebro consume una sopa agradable de teorías de todo. Se llama el placer de lo prohibido. Así muchos gozan creando confusión al mezclar lo sublime y horrible; lo placentero y degradante con el bien, para goce del mal. Dios y la verdad como opinión del más ‘sabio’ para convertir a Dios en un producto del mercado de las ideas.  Para angustia de los padres, desde el colegio se anima a los niños a coquetear con la contradicción de  lo obvio, diciéndoles que la correlación de género, sexo y genitales no existe, convirtiendo lo natural en capricho infantil.

Y esta aberración se confunde con el derecho  que cada  quien tiene para hacer lo que se le ocurra. Se cree que el derecho genera la verdad y legitimidad de la estupidez. Pero  hay un dicho muy sabio que dice: “La mona aunque se vista de seda, mona se queda.” Que traducido al objetivo de este escrito sería: “La necedad aunque se vista de sabiduría, necedad se queda.”

Por eso la necedad de cambiar lo obvio es objeto de teorías contradictoras; ya que  esa sopa cultural se consume normalmente porque para todas las ‘comidas’ hay una receta que convence. Criticamos la ‘comida chatarra’ se crean leyes que no cambian nada, porque la costumbre y el placer facilista  del hábito son más fuertes que el raciocinio.

Ahora bien, por el contrario: ¿Qué es lo obvio si las personas quieren ser útiles para la sociedad no mediante teorías, sino aportando experiencias valiosas?  1. Con el ejercicio deben ‘educar’ su cuerpo, no por vanidad, sino porque tiene la capacidad de volverlo mejor.  Así desarrolla y domestica su voluntad para propósitos mayores. 2. Debe también educar su mente, para diferenciar la verdad de la mentira en aquellas cosas que conoce a conciencia. 3. Unida a la mente va el alma, y al educarla desarrollando la sensibilidad en las formas más sutiles, descubrirá su propia dignidad, no basada en teorías, sino en la vivencia de algo superior en la persona. 4. Si se decide a conocer esa realidad superior tendrá entonces la mayor satisfacción   de cualquier vida que no solamente es digna, sino con un profundo sentido de trascendencia.

5. Entonces debe decidir si comparte con los otros ese tesoro y se ufana de ello; o lo guarda para sí en un esfuerzo de santidad privada, escondiendo esa condición. De esa manera su vida será un ejemplo de lo que la naturaleza humana puede lograr en cualquier ámbito de la existencia. He conocido santos y santas que realizaban milagros cotidianos al vencer su propio egoísmo ayudando a muchos de manera desinteresada. Pero frente a esa realidad se pronuncia la NECEDAD CULTURAL  del desprecio, la burla y, en casos extremos, la persecución y la muerte. Porque la necedad le huye a la razón.

Por otra parte, conocemos a los necios o tontos comunes y corrientes que no tienen ningún misterio.  Más bien debemos estar alertas con la NECEDAD DE ALCURNIA, que consiste en ciertas actitudes o actuaciones desacertadas de personas inteligentes con importancia o poder social al que le celebran sus disparates, idioteces, tonterías, terquedad que, mediante diferentes nombres,  pueden convertirse en moda, símbolo de protesta, posición filosófica para llevar a cabo proyectos u objetivos sin medir las consecuencias, ni tomar en cuenta los consejos dados.  También puede pasarle a las instituciones respetables que representan a la sociedad.

Y lo anterior ocurre porque no diferenciamos entre ADMIRACIÓN PÚBLICA  Y AUTORIDAD MORAL. La admiración se basa en la sorpresa, lo maravilloso. La autoridad se basa en la razón. De ahí que hoy en día para muchos sea ‘normal’  consumir vicio que daña el cuerpo, basados en la admiración de roqueros y maestros del discurso; y para otros es ‘normal’ que se consuma en nombre de un derecho, sin denunciar la falencia del argumento admirable. Ambos descubrirán la necedad de la contradicción  en  la cama de enfermo de un hospital en donde las personas se vuelven ‘casos’, una necedad de la que no nos damos cuenta. 

Ante ese panorama de confusión, la necedad puede también generar actos de maldad, la imprudencia de la rebeldía vandálica , o la malcriadez infantil ante la autoridad que generalmente, termina mal, porque se parte de ideas tontas que no llevan a ningún lado, excepto, a problemas mayores. Eso lo descubren los ‘pelaos’ cuando están en la cárcel.  ¿Y qué sucede cuando el sufrimiento de la necedad es insoportable?

SURGE LA BARBARIDAD ILUSTRADA COMO FORMA DE ESCAPISMO SOCIAL,  otra necedad que no resuelve nada. Porque se sabe tanto de esa condición, que hablar de ella aburre; de ahí que, para variar, se acuda a los oráculos y brujos ante la ‘maldición’ de lo que no cambia, un ‘estribillo’ que se usa en todos los ámbitos políticos; se opina de todo, se hacen nuevas leyes y no pasa nada.

Ante esa confusión el mediocre se cree mejor que el sabio; eligen a los ineptos y entusiastas de lo imposible; hoy no se queman brujas, pero se queman personas a base de mentiras; ciertos  políticos no se arrepienten de los errores, sino que los evitan;  la mentira franca pasó de moda, porque ahora es refinada; si antes se comía para engordar, hoy se lee para no pensar; el dinero que nos ganamos honestamente se defiende con la propia vida, mientras que el dinero público se defiende con la deshonra de los  otros y así un país se quiebra moral y económicamente.

Y algunos explican este desastre porque para entrar al colegio, la universidad, a un puesto de trabajo, entrar o salir de un país nos EXIGEN EXÁMENES para, obviamente, no dejar colar la necedad del ignorante. Pero no para ocupar el cargo de presidente. Así las cosas, alguien decide hacer cambios. ¿Pero cómo se puede cambiar algo sin hacer desaparecer la necedad?

No se puede, porque la necedad es inherente al ser humano. Quizá se pueda intentar desmontarla mediante un cuidadoso esfuerzo educativo que dura toda la vida. Por eso ciertos gobiernos no cambian nada que se note; porque volver a la gente inteligente es muy peligroso. O si se hacen cambios importantes, la gente comete la necedad de olvidar los buenos servidores de moral intachable.

Porque nos lo dijo Sócrates, pero no hemos entendido. Le pasó también a Jesús por predicar el bien, y tampoco entendemos. Porque los mediocres no descansan hasta cuando se les rindan los homenajes y reconocimientos debidos a los grandes hombres de verdad. Es la vieja envidia de Satanás con Adán y Eva que eran amigos de Dios. Pero creemos saberlo todo por lo que nada ocurrirá; porque creemos que saber es igual a actuar. Una necedad atornillada en el poder de las mentes que también pueden ser destructivas para hacer el mal.

Publicado en Columnistas Nacionales

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