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Alfonso Monsalve Solórzano

Cuando el candidato Oscar Iván Zuluaga dijo la primera vez que no ingresaría a la coalición Equipo por Colombia, EC, porque algunos miembros de este habían maltratado al Centro Democrático, CD, y a él mismo, pensé que era una jugada táctica para precipitar su ingreso a esa alianza electoral, forzándolos a que admitieran la importancia de la presencia de su partido y su candidatura en el objetivo de asegurar un candidato con opciones de triunfo en los comicios de mayo.

Su declaración surtió efecto. Federico Gutiérrez, independiente, David Barguil del partido Conservador y Aydeé Lizarazo del partido cristiano MIRA, que acababa de ingresar a la coalición, pidieron públicamente y por escrito, el 19 de enero,  al doctor Zuluaga que se uniera al EC, pero el candidato reiteró su negativa en carta al día siguiente,  afirmando, de nuevo que hay sectores en esa coalición que descalifican de manera inaceptable  al CD y que, además la coalición inscribió sus candidatos desde el 13 de enero ante el Consejo Nacional Electoral.

De hecho, Alejandro Char mantuvo su silencio -y el que calla otorga-, mientras se dice que está en conversaciones con el expresidente Gaviria para obtener el apoyo del Partido Liberal, y vaya uno a saber si esa es la condición que aquel le puso. Por su parte, Enrique Peñalosa, quien no pudo conseguir las firmas como independiente y tuvo que acudir al Partido de la U para que lo avalaran, reiteró su satisfacción por la decisión de Zuluaga, punto de vista que comparte con la señora Dilian Francisca Toro, directora de ese partido y quien retiró su propia candidatura.

Las dos declaraciones de Zuluaga y la actitud persistente de Char y Peñalosa prendieron mis alarmas, a pesar de que el candidato del CD afirmó que era consciente de la responsabilidad que tiene con Colombia y de que los intereses de la democracia están por encima de los intereses personales, y que tanto Barguil como Gutiérrez le insistieron en que reconsiderase su decisión en sendas cartas del 19 de enero. Incluso, Gutiérrez en su misiva le propuso a Char modificar su posición y hasta llegó a proponer una conversación personal en la que se encuentren todos para llegar a un acuerdo, porque todavía hay tiempo para hacerlo y a pedir que el Movimiento de Salvación Nacional y cualquier otro que compartiese los ideales de la coalición.

Comparto esa opinión. El dulce no está para cucharas. Los cálculos electorales propios, aunque razonables, no pueden estar por encima de la defensa de la democracia colombiana, sometida hoy a la mayor amenaza que jamás haya tenido. No podemos repetir los errores de Venezuela, Perú y muy probablemente Chile. No nos puede ocurrir que un candidato minoritario de extrema izquierda populista llegue al poder porque los partidos y grupos que dicen apoyar nuestro estado de derecho y nuestras libertades son incapaces de unirse. Eso sería un verdadero acto de traición del que no nos recuperaríamos en décadas.

Está bien que el CD haga por ahora su propia campaña, entre otras cosas porque si las democráticas pierden el Congreso también estaremos en graves dificultades y ese partido está en la obligación de preservar su fuerza. Pero todo mundo sabe que Zuluaga solo no llegaría a la segunda vuelta, ni lo haría ninguno de los candidatos de los miembros de la coalición. Persistir en esa estrategia sería un suicidio y yo no creo que un hombre como Álvaro Uribe Vélez vaya a permitirlo.

Tengo la esperanza de que lleguemos a la primera vuelta con un único candidato. Hay que construir un programa, como exige Zuluaga, para darle una salida al país y para que la coalición no sea sobre cálculos electorales egoístas.  No juguemos con candela. Con un buen programa que sirva a los intereses de los colombianos, especialmente a los más vulnerables, podemos construir una fuerte coalición -la existente todavía se puede modificar- para conservar el país sin sacrificar la libertad, como bien propone el expresidente Uribe, atrayendo, además, de ser posible, a personas de gran peso como Rodolfo Hernández, quien también tendría su cuota de responsabilidad en la debacle de nuestra democracia si persiste en ir sólo. Después de nada servirá llorar sobre la leche derramada.

Publicado en Columnistas Nacionales

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