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Alfonso Monsalve Solórzano

En la serie de Netflix, El Problema de los Tres Cuerpos, basada en la novela de tres volúmenes del ingeniero y escritor chino Cixin Liu, hay un exoplaneta que gira alrededor de tres soles y sufre periódicamente, durante miles y miles de años, la destrucción de la vida y mantiene en hibernación a su civilización entre los períodos de caos.  Su dirigencia busca resolver este problema, pero científicos terrestres reclutados sin saberlo mediante dispositivos neuronales, demuestran que al girar el plantea alrededor de un sistema ternario, es imposible que éste tenga estabilidad prolongada; el caos es la regla. Los trisolarianos entienden que no hay solución de supervivencia distinta a emigrar a otro planeta.

No digo nada más sobre el argumento, con la esperanza de que ustedes lean la trilogía o vean la serie de Netflix o la versión china en la plataforma Viki, especialista en producciones asiáticas. Pero usaré la idea como metáfora para hablar de la situación política del país.

El estado y la nación colombianos han estado sometido, durante el gobierno de Petro a tres problemas:

a) El gobierno mismo, caótico, polarizante en Colombia pero también en el exterior, incitador a  la violencia, corrupto, en manos de un megalómano que sufre incontinencia verbal, síndrome de Adán, incapacidad demostrada de ejecutar políticas y experto en posar de víctima; quien intenta arrodillar al Congreso, tomarse las Cortes y cambiar el sistema electoral para ponerlo a su servicio; y últimamente, planteando la amenaza de una Constituyente por fuera de las vías establecidas por la Carta Magna y, probablemente apelando a mecanismos de presión como los soviets y la conmoción interior.

 b) Su política de paz que involucra a los grupos armados narcotraficantes de las denominaciones ya intensamente citadas en mis artículos, con ropaje de pretensiones altruistas de servicio al “pueblo” disfrazados de izquierda o derecha, quienes vulneran de manera grave la soberanía de nuestro estado democrático y los derechos civiles, políticos, sociales, económicos y ambientales de los colombianos, y

c) El deterioro constante de la seguridad ciudadana, que ha puesto a los colombianos a merced de delincuentes propios o venidos de Venezuela, quienes valiéndose de que el imperio de la ley está en coma y conocedores de que en Colombia ser pillo paga, como que el gobierno de Petro está “negociando con los cabecillas de las bandas criminales, someten a la ciudadanía a todo tipo de ultrajes y abusos criminales.

Si este conjunto de problemas sigue interactuando, nuestra sociedad implosionará y no la podremos recuperar por décadas. No hay sino que ver los ejemplos de Cuba, que lleva 65 años en el poder, en medio del fracaso total de ese modelo económico, que ha caído tan hondo en el pozo de la incompetencia que ya ni siquiera puede producir la leche que necesitan sus niños; de Venezuela, donde el castrochavismo, lleva 25 años robando la riqueza de esa país y sometiendo a una dictadura implacable a sus habitantes, a los que les niega, por supuesto, la participación electoral libre  -ingenuos los que creían posible; o Nicaragua, con 17 años de dictaduraque persigue a todo el que tenga de decencia y trate de oponerse, empezando por la iglesia católica.

A diferencia de la novela, que plantea la emigración de toda su sociedad como única salida para la supervivencia, esas tres dictaduras son máquinas de expulsar ciudadanos, con el doble propósito de eliminar una pesada carga social, la cual endosan a otros países, con el fin de eliminar o minimizar sus tensiones sociales y políticas internas y conseguir una fuente de financiación para sostener un estado ladrón que ha destruido y saqueado su riqueza y sumido en la extrema pobreza a sus habitantes. Le emigración, en esas satrapías, es un arma política, que además utilizan contra los países que les tienen la mano, insultándolos, enviándoles a los delincuentes comunes e infiltrando con sus servicios de inteligencia para desestabilizarlos., como ha hecho con nosotros en el gobierno de Duque.

Pues bien, en Colombia, aunque todavía no lo notemos, desde que llegó Petro al poder ha aumentado exponencialmente la emigración hacia USA, la Unión Europea, Argentina, sitio en el que hay decenas de miles de estudiantes colombianos que han usufructuado la educación gratuita que hay en ese país, a cuyo presidente Petro insulta  (le dice Hitler, el peor asesino de la humanidad, junto con Stalin y Mao, ídolos de Petro, sin que Milei haya participado en exterminios e instaurado campos de concentración masivos) y luego posa de víctima cuando aquel le contesta señalándolo de que fue terrorista y asesino, usando el verbo “ser” en pasado. Creo que fue un señalamiento rechazable, aunque el país sabe que el M-19 fue una organización terrorista a la que Petro perteneció -el presidente se jactó, incluso, hace poco de que esa organización entrenó con los grupos armados árabes de esa época, todos ellos practicantes del terror como arma política- que asesinó y secuestró de colombiano), Pero el M-19 fue beneficiario de un indulto y en uso de este, muchos de sus militantes, incluido el presidente, se incorporaron a la política colombiana institucional. Pero el indulto no borra el pasado, sólo no lo castiga. En un acto de pluralismo y tolerancia, los ciudadanos debemos pensar que hubo arrepentimiento sincero hasta que los hechos demuestren lo contrario.

Pero volviendo al punto luego de esta última digresión, los millones que quedemos en nuestro país, estaremos atrapados, si esta tendencia continúa, -espero que quede claro que uso el condicional- en un régimen que marcha hacia la dictadura o, lo que es peor, al caos y la fragmentación, si no logramos contener esos tres problemas, porque aquí, distinto a la novela, el destino de Colombia no está definitivamente escrito.

Y para hacerlo, hay que enfrentar a Petro y sus políticas. Sé que ya se están haciendo acciones en ese sentido, por ejemplo, en el congreso frente a la reforma a la salud; o en las calles, en las marchas masivas; o en las regiones, con el triunfo de gobernadores y alcaldes de la oposición e independientes en las últimas elecciones y que ya están dando muestras de liderazgo en el camino de detener las tropelías de Petro, como es el caso de  la “vaca” para conseguir los dineros que el presidente no quiere dar a Antioquia para la vía que conduce al mar antioqueño, como si esta fuese un beneficio para los ricos y no un camino para la competitividad y el fortalecimiento de la economía nacional. O la decisión del alcalde Galán de continuar con la construcción de la primera línea del metro elevado de Bogotá, a pesar de todas las trabas, amenazas y trampas que el presidente le ha puesto.

Ejemplos, en fin, hay muchos y en el camino correcto. Pero pienso que es la hora de dar el paso adelante: Debe crearse, paso a paso, un Frente de Defensa del Estado de Derecho, en el que participen los partidos políticos de oposición junto con las organizaciones de la sociedad civil (empresarios, sindicatos, estudiantes, asociaciones de todo tipo, iglesias de distintas denominaciones, etc., para planear a largo plazo y a corto plazo acciones de resistencia civil de todo tipo, en el congreso, en las calles, en todos los lugares en los que resulte relevante impedir las reformas, detener la constituyente y asegurar elecciones libres para el 2026 (el fantasma de Venezuela recorre hoy a Colombia).

Cada sector: los partidos, los empresarios, los campesinos, los estudiantes, podrían establecer contactos, hacer reuniones locales, regionales y nacionales para constituirse como fuerzas de presión política con sus planes de acción y luego constituir una coordinadora nacional. Sé que es dispendioso, que el tiempo apremia, que el gobierno pondrá todos los obstáculos posibles, pero sólo la unidad nacional logrará detener la avalancha que ha desatado el petrismo con sus tres problemas.

 
Publicado en Columnistas Nacionales

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