Héctor Abad Faciolince
Héctor Abad Faciolince
La primera reacción de Gustavo Petro a la salvaje invasión de Putin a Ucrania le salió del fondo del alma: “¡Qué Ucrania ni que ocho cuartos!”. Y le salió del alma porque sabía que esta asquerosa injusticia histórica (la agresión y destrucción de un país independiente y soberano) lo obligaría al fin a tomar partido y a revelar lo que es esencialmente: una persona, como Putin, de talante claramente autoritario. Egocéntrica, megalómana, sorda a toda prudencia, narcisista, resentida y capaz de cualquier pacto o voltereta ideológica con tal de llegar al poder para no volver a soltarlo por las buenas. Esta sangrienta invasión de Ucrania, esta guerra de la que es culpable un solo tirano sanguinario, Putin, ha obligado a Petro y al petrismo devoto a quitarse la máscara: ellos no están con la libertad, ellos no están con lo que entendemos como las más preciosas garantías del liberalismo, sino contra ellas.
Héctor Abad Faciolince
A muchos políticos les gusta reescribir la historia, manipularla o cambiarla a su antojo para justificar las barbaridades del presente. Apoyado en verdades mezcladas con falsedades, Vladímir Putin ha dicho que Ucrania no existe como país, que fue un regalo de Lenin, un invento de la Unión Soviética, pero que el territorio ucranio debe regresar al amoroso abrazo de su madre. ¿Cuál madre? La Madre Rusia, claro, la misma que, en tiempos de Stalin, despobló de ucranios a Ucrania con un método muy eficaz: matándolos de hambre. Después de la hambruna (Holodomor en ucraniano: matar de hambre) la Ucrania del sureste fue repoblada con rusos.