Rafael Nieto Loaiza
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Diez meses de escándalos. El último costó las cabezas de Laura Sarabia, la “mano derecha” de Petro según él mismo la describió, y de Benedetti. Se suma a muchos otros, desde el nombramiento de amigotes de Verónica sin ningún mérito ni capacidad hasta las nacionalizaciones exprés y los contratos a españoles con antecedentes criminales, por ejemplo.
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El deterioro de la seguridad ciudadana es un hecho innegable.
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La salida de Sanabria de la Policía estaba cantada. Firmó su sentencia cuando desmintió la versión de Prada y Velásquez sobre los delitos de Los Pozos, sostuvo que no hubo cerco humanitario alguno y que el MinInterior introdujo esa expresión por el chantaje de esa milicia fariana que se hace llamar “guardia campesina”. Como dije a fines de marzo, a partir de ese momento tenía los días contados.
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El ataque del Eln con explosivos a un pelotón de soldados regulares que protegía el oleoducto Caño Limón Coveñas, contra el que han atentado cinco veces este año, con saldo de nueve soldados asesinados y nueve más heridos, obliga a reflexionar sobre la “paz total” de Petro.
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El Director de la Policía dijo que en Los Pozos no hubo un “cerco humanitario" sino un secuestro. Sostuvo también que, después del secuestro de los antidisturbios y de los civiles de la petrolera, la Policía desplegó unas unidades de apoyo, a “cincuenta metros”, pero que la “guardia campesina”, a la que Prada había ensalzado como “un instrumento muy hermoso”, amenazó con matar siete de los policías secuestrados si los de apoyo salían de la unidad militar. Agregó que el Ministro había sido “costreñido" y había obligado a eliminar la palabra secuestro del documento que negociaban porque de otra manera no liberaban a los policías secuestrados. Y remató con que “prácticamente el señor MinInterior se canjeo por los policías”.
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La última edición de la revisa Semana trae un resumen sucinto que muestra el rápido deterioro de la economía y la seguridad nacionales. Las cifras son muy preocupantes y muestran un futuro muy oscuro. El “diagnóstico es alarmante” y "Colombia va mal”, concluye el semanario.
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Mientras que el país tenía unos días horribles y saltaba de escándalo en escándalo y de muerto en muerto, Petro, adicto a twitter, ponía trinos en que con sorna preguntaba si había crisis, decía que se “divertía” con su gabinete y sostenía que, “la verdad”, no había tenido una "mala semana".
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Una espantosa semana para el país. Primero, Petro decide jugarse por la fanática de la Corcho y la masacre que pretende del sistema de salud y sacrificar a Alejandro Gaviria que, más allá de sus propias contradicciones, era al menos una voz sensata en el Gabinete. Mientras, las otras dos ministras defenestradas se quejan de que en Casa de Nariño ni siquiera las recibían. Después, en el Caguán extorsionan una compañía petrolera y queman sus instalaciones, secuestran seis civiles y más de 70 policías y degüellan a uno, todo bajo la mirada impávida y negligente de Petro, su MinDefensa y el Director de la Policía. Mientras, el MinInterior alaba a los criminales que, enmascarados como guardia campesina, son descritos por Prada como un “mecanismo de autoprotección […] un instrumento maravilloso, muy hermoso”. En el entretanto, la exmujer de Nicolás Petro, con pruebas en la mano, lo acusa de favorecerse de su calidad de delfín, de tráfico de influencias, de negociar apoyos de políticos corruptos a cambio de puestos y entidades estatales, y de recibir centenares de millones de pesos y camionetas de lujo de antiguos narcotraficantes y grandes contratistas. Las bolsas de efectivo parecen ser una costumbre familiar. La acusación se suma a las denuncias, con audios en manos gringas, contra el hermano de Petro, por cobros de dinero a narcos a cambio de beneficios gubernamentales.