El sistema democrático le incomoda de sobremanera. Eso del libre juego de las ideas en donde reine el debate que redunde en beneficio del ciudadano es algo que le resulta inconveniente. Quiere imponer un proyecto hegemónico al servicio de sus caprichos. Por ello pretende una constituyente que hable su idioma. Un texto que recite sus ideas retrógradas que cree invencibles. Es una idea acariciada desde el principio. Solo que la fortaleza institucional colombiana no se ha dejado intimidar por la irracionalidad gubernamental.
Ahora aprieta el acelerador en la búsqueda del quiebre. Por ello el ataque sistemático al valiente periodismo nacional. Sigue invocando una redención social para acompañarse de los incautos. Más allá de ello está su inclinación por los grupos terroristas del medio oriente. Es una manera subrepticia de amenazar a los demócratas. Solo quienes tienen el veneno del crimen en el alma pueden sentirse atraídos afectivamente por estos ejércitos que disfrutan con la colección permanente de cadáveres inocentes. Es increíble que cuando la totalidad del mundo libre condena a semejantes abortos ideológicos, el primer mandatario de una nación democrática manifieste su adhesión. Es quitarse el antifaz para dejar ver su verdadera personalidad.
Estamos en tiempos tumultuosos. Desde Colombia se pueden ver los escombros de la democracia venezolana. Conocen hasta la saciedad todo lo que ocurre en el hogar hermano. Esa forma abyecta de someter a un pueblo a los caprichos de quienes perdieron de manera abrumadora. Este acto despreciable es, sin embargo, acariciado por los amigos de Miraflores. Esos qué cómo Gustavo Petro, han sido tibios frente al horror de miles de apresados y perseguidos con métodos atroces. Los que guardan un silencio cómplice mientras una nación la aplastan.
Colombia está a tiempo de impedir otra experiencia nefasta como la venezolana. Fortalecer a los factores democráticos para que los mismos actúen con unidad y grandeza. Vencer al peligro inminente tiene que ser tarea de todos.
@alecambero