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Andrés Julián Rendón                                     

En la búsqueda de una descentralización efectiva se debe generar mayor equidad en las regiones, donde la riqueza y las oportunidades hoy están muy concentradas.

El sector público tiene mucho que aprender de las eficiencias del sector privado: ¿qué tal un emprendedor, en un municipio antioqueño o colombiano, que se levanta todos los días a ponerle el pecho al sol, sosteniendo su negocio con una nómina robusta de vecinos, familiares y amigos para agradarles o resolverles sus problemas de empleo? Es meritorio, pero hace que su proyecto sea inviable toda vez que tiene cargos innecesarios, sin foco, con excesos y derroche. Con certeza, eso no ocurre. El emprendedor cuida su platica, optimiza recursos, busca eficiencias y consolida austeridad.

Apretarse el cinturón, pasar de 33 dependencias de primer nivel a 17, adelgazar los gastos de nómina del departamento de Antioquia hasta 40 %, como lo hicimos en la Gobernación que tengo el honor de presidir, es una decisión que incomoda a la política, pero es útil para el ciudadano; buena para la sociedad.

Antioquia es rica en recursos naturales, con su suelo, su costa de Urabá, su salida al Caribe y conexión con el mundo, en diversidad y su gente. Es, al mismo tiempo, una región bastante inequitativa, con enormes necesidades.

Tenemos un departamento frágil en sus finanzas, situación que se agudiza con un centralismo chocante y asfixiante. La promesa de descentralización está rota e incumplida.

Con ese mal arreglo institucional y con un Gobierno Nacional de turno de derroche, poca ejecución y con aires de grandilocuencia, los departamentos, el Estado mismo, deben entender e incorporar que su misión es de coordinación.

Con ese mal arreglo institucional y con un Gobierno Nacional de turno de derroche, poca ejecución y con aires de grandilocuencia, los departamentos, el Estado mismo, deben entender e incorporar que su misión es de coordinación. Es equivocado pretender ser un Estado empresario todopoderoso como el que quieren vendernos desde el nivel central.

Por eso, apretarnos el cinturón, al recortar a la mitad los cargos de primer nivel en la Gobernación, tiene sustento y coherencia con una causa: autonomía fiscal para las regiones. Los antioqueños enviamos a la Nación 30 billones de pesos en 2022, y nos regresaron, ese mismo año, menos de 6 billones de pesos.

El presidente Petro tildó de “egoísmo social” la iniciativa ciudadana que busca, mediante referendo, dejarles a las regiones lo que, fruto de su trabajo, generan y, además, la posibilidad de gravar la renta y el patrimonio.

La realidad es que el egoísmo social se refleja en un centralismo que derrocha los recursos que con tanto esfuerzo se producen en los territorios.

La realidad es que el egoísmo social se refleja en un centralismo que derrocha los recursos que con tanto esfuerzo se producen en los territorios. Egoísmo social es que Antioquia mande 30 billones al Gobierno Nacional y le devuelvan la quinta parte. Egoísmo social es atacar una iniciativa popular que abre una discusión incómoda para el nivel central pero que es urgente. Egoísmo social es que San Andrés, Chocó, Guainía y otros dependan de las transferencias de la Nación para darles dignidad a sus habitantes.

Habría que preguntarles a esos colombianos si con el brazo centralista han sentido la presencia del Estado de derecho y perciben la compensación por parte del Gobierno Nacional que tanto han esperado.

El debate está abierto, hay que darlo con rigor y sensatez, caben todas las voces. La autonomía fiscal para las regiones pasa por crear un fondo de compensación territorial que retribuya a todos los departamentos; que les garantice recibir el doble de lo que hoy perciben vía Sistema General de Participaciones.

En la búsqueda de una descentralización efectiva se debe generar mayor equidad en las regiones, donde la riqueza y las oportunidades hoy están muy concentradas.

Presidente Petro, prefiero hablar de generosidad social, que para nosotros significa menos centralismo y más regionalismo.

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