Le resulta difícil digerir que se pueda cuestionar a su pésima administración caracterizada por una corrompida forma de gobernar. En sus sueños prometeicos desea que ellos sean dóciles manadas de loas que acaricien su ego estratosférico. Que las denuncias sobre su gestión sean extirpadas por la acción de la profiláctica totalitaria. Como el ejercicio democrático le produce urticaria, busca zafarse para ubicarse en las letanías de los románticos espadachines que hicieron fuerza para evitar la caída ideológica del muro de Berlín. Sigue extraviado, anhelando un periodismo sin alma, vendido a sus proyectos personalistas. Que las primeras planas sean su imagen tratando de construir un mundo con sus proclamas rociadas de hiel. Gozar del control absoluto de la sociedad colombiana. Que los medios sean súbditos de sus proyectos.
La tradicional valentía de la libertad de prensa colombiana, pagada con precio de sangre, es un severo obstáculo para Gustavo Petro, quien conoce lo que significó la violencia, generada por sus huestes, en la abominación guerrillera y narcotraficante que se encargó de asesinar a periodistas y bombardear medios de comunicación como objetivo primordial de los irracionales. Sin embargo, en las teclas ensangrentadas del sacrificio, el periodismo colombiano siguió denunciando las atrocidades que bajo otro esquema desean revivir, se equivoca de golpe y porrazo el gobierno creyendo que los comunicadores sociales saldrán huyendo ante sus pretensiones, desconoce que son millones de horas de vuelo las que tiene la libertad en su haber.
Colombia proseguirá enterándose de la verdad. Aunque eso duela en las altas esferas. No hay marcha atrás, menos claudicaciones por la mermelada oficial. El periodismo continuará ejerciendo el digno papel de ser la voz de la sociedad, así eso traiga muchos dolores de cabeza presidenciales. La tocará tomarse una dosis de un fuerte analgésico.
@alecambero
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