Las intervenciones telefónicas nos muestran el alto grado de peligrosidad que corre una sociedad, cuando cae en manos de aquellos que desean secuestrar las instituciones. No soportan la confrontación de ideas, muy por el contrario, desean que las sociedades los aclamen como deidades. Cuando la ciudadanía cuestiona sus acciones no hacen otra cosa que actuar de manera anómala. Vivimos una sociedad del escándalo, todo entra en la dimensión desconocida de un gobierno atado a sus propias desventuras. Arremete subrepticiamente contra medios de comunicación social auspiciando la condenación de referentes mediáticos de incuestionable hoja de vida. Las figuras de la oposición son vigiladas para intimidarlas, hasta llevarlas al grado de poder estar alerta sobre su vida particular. Los audios que circular hablan de estar siendo dirigidos por una mafia enquistada en el palacio de Nariño.
Los que en la novedad del quehacer político creyeron descubrir la lucha social, como expresión de añejas desigualdades enquistadas en la realidad colombiana, buscando corregirlas con la violencia como germen vestido de muerte, siguen sin comprender que la democracia está basada en preceptos constitucionales que son la balanza que sostiene la igualdad entre los ciudadanos. Cuando las personas no están seguras, sin gozar de la confianza plena de no ser espiados, estamos en presencia de un mayúsculo abuso.
La desfiguración de la gestión del presidente Gustavo Petro es pública y notoria. En la política, quien logró escalar la más alta posición del país no ha comprendido el cómo conducirse. No comprendió que debe gobernarse para todos, que buscar venganzas es altamente nocivo para la sociedad colombiana. Para colmo de males, la vicepresidente Francia Márquez es un ser tan errático y desacertado que alimenta sus carencias viviendo con esplendidez, derrochando a manos llenas. Tiene en su cabeza la idea que seguimos en la época de la esclavitud. Que la juzgan por la piel, que debido a su color tiene perfecto derecho a dilapidarlo todo.
Colombia logrará cambiar el rumbo. Diez meses de Gustavo Petro han probado que gobernar no es realismo mágico. Que los discursos líricos no generan riquezas. La desigualdad social tiene que combatirse con el concurso de toda una sociedad basada en la confianza. De lo contrario seguirá el circo mirando el despeñadero.
@alecambero
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