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Rafael Rodríguez-J*

Si bien la inflación que asola a Colombia responde en parte a factores externos, es claro, que su desmesurado aumento, es resultado de las secuelas tardías que dejó el estallido social solapadamente promovido por Petro y sus corifeos, así como resultado de su oscura elección y, con ella, de sus obtusas decisiones y disparatados anuncios que han provocado desorden y confusión en el mercado y puesto en alerta al sector productivo.

Y es que la desconfianza e incertidumbre de la nación en su futuro es manifiesta; resultado de la falta de preparación, capacidad, responsabilidad y prudencia del remedo de gobernante que padecemos.   

Las decisiones y anuncios de Petro y de algunos de sus incompetentes ministros y funcionarios, antes que traer tranquilidad y sosiego al mercado, le crean temor, inquietud y zozobra.

La inestabilidad ilegal y la inseguridad jurídica que afrontamos, hacen que el mañana sea incierto, y, que, por cautela, toda nueva inversión o capitalización se cancele o al menos se suspenda o postergue, por no poderse prever o al menos intuir los efectos sobrevinientes que puedan traer las ocurrencias, los despropósitos y los desvaríos de un gobernante inepto y mesiánico, cegado por el odio, perturbado por el rencor, empecinado en dividir la sociedad, debilitar el sector empresarial y destruir la democracia en la que fue elegido.

Pero contrario a lo que dice el ajado y predecible libreto de gobierno Petro, la inflación que en buena medida él mismo ha provocado, pauperizará a los más vulnerables y antes que reducir la pobreza la aumentará, habida cuenta, que al mayor aumento de precios se registra en los productos que conforman la canasta familiar.

Lo que se viene para Colombia es no es un temporal económico transitorio; lo que se viene, es una dura recesión y probablemente, un retroceso económico sin antecedentes, del que se necesitarán muchos años para revertir.

Para mantenerse en el mercado, muchas empresas tendrán que lograr nuevas eficiencias, intentar abaratar costos y contener gastos, y, hasta disminuir precios, de lo contrario, difícilmente sobrevivirán.

Las empresas que pretendan trasladarle el IPC al consumidor, verán cómo se disminuirán las ventas, debilitarán sus estados financieros y desaparecerán las utilidades, y ojalá, que para salir de tan difícil encrucijada no tengan que suprimir puestos de trabajo.

A todas estas, la Junta Directiva del Banco de la República y el otrora prominente Ministro de Hacienda, insisten en el error de no reducir la Tasa de Intervención y con ello, alientan el aumento de las tasas de interés, como si la inflación que estamos afrontando fuera monetaria y no reflectiva e inducida.

Las señales que la Junta Directiva del Banco de la República está enviando al mercado, son de debilidad y no de fortaleza, y en su afán por combatir la inflación la está aumentando, y con ello, malogrando la formidable recuperación de la economía luego de la contingencia sanitaria y del vandalismo y la destrucción promovidas por la pandilla de Petro y Bolívar.

Que no se olvide, que es al Gobierno y no al Emisor, a quien le corresponde dirigir la economía, así como vigilar y controlar los precios del mercado, hoy encarecidos por la intermitencia en la cadena mundial de suministro, y, principalmente, a causa del vandalismo alentado por el mal llamado “Pacto Histórico”, lo intimidantes anuncios del gobierno, así como por la conducta predatoria de un puñado de productores, que abusando de su posición dominante expolian a su antojo el mercado, fijando precios mínimos de venta al consumidor y precios máximos de compra a proveedores.

Las equivocaciones de la Junta Directiva del Banco son mayúsculas. Al parecer, algunos de sus miembros no han entendido la Teoría de la Intervención Monetaria, tan solo útil para combatir la Inflación Monetaria que surge cuando hay exceso de liquidez en el mercado, pero inútil para enfrentar la Inflación Reflectiva originada en la escases o encarecimiento de commodities o materias primas como el petróleo y aún más inútil, para controlar la Inflación Inducida derivada de la colusión o cartelización delictiva de agentes del mercado.

El Emisor tampoco ha entendido, que la disminución del costo del dinero en estos momentos, es vital para mantener el ritmo de la recuperación y con ello, retomar el gradiente de crecimiento que mostraba la economía antes de la contingencia sanitaria y de la llegada de Petro al poder.

Las decisiones de la Junta del Banco, reflejan facilismo y desconocimiento, así como total insensibilidad e indolencia frente a algunos sectores que mantienen altos niveles de endeudamiento o requieren fondeo para poder mantenerse en el mercado. El nuevo aumento de la Tasa de Intervención, solo favorece a los bancos y perjudica a toda la población.

Contrario a lo decidido por el Emisor, lo que se requiere es reducir la Tasa de Intervención de manera decidida y sin vacilación, forzando la caída de las tasas de interés para aliviar la penosa situación de cientos de miles de deudores.

En los actuales momentos, mantener una Tasa de Intervención cara, con el pretexto de evitar una expansión monetaria y con ello, un desborde de la inflación, es un adefesio técnico, y, evidencia, mala interpretación y aplicación de la exitosa teoría de Milton Friedman, la cual, solo es aplicable en épocas de Inflación Monetaria y no de Inflación Reflectiva y mucho menos de Inflación Inducida.

Restringir y encarecer la oferta monetaria en un país desbancarizado y ávido de crédito, en cambio de exigir a los bancos prudencia en la colocación de créditos de consumo y disminución de los abusivos costos financieros que cobran a los usuarios, devela una política lejana a la realidad y cercana al error.

De seguro que al Emisor le sobran buenas intenciones, pero le faltan fundamentos y razones para justificar sus decisiones. Sus medidas mediáticas y sin contexto, se han ido alejando del acierto y la prudencia para acercarse a la improvisación y al yerro.

La infalibilidad que algunos le atribuyen a la Junta del Directiva del Banco de la República, se viene desmoronando, desde que Juan Manuel Santos la politizó e hizo de ella un bazar burocrático y un club de la vanidad y la arrogancia.

Pareciera que el Emisor estuviera empeñado en crear una nueva teoría sobre control monetario, de lo contrario no se explica, la improcedencia de las medidas que viene adoptando y peor aún, la justificación de las que no ha tomado, como es su silencio inexplicable y tolerante ante la especulación cambiaria que hoy sitúa el Dólar en 5.000 Pesos.

Ojalá que los miembros de la Junta Directiva del Banco de la República, estudien o repasen conocimientos, al parecer, ignorados, olvidados o mal interpretados, abandonen la arrogancia, escuchen los mensajes claros e inequívocos que envía el mercado y no sigan distorsionando la ciencia económica y los preceptos básicos de la política monetaria, cambiaria y crediticia.

Es lamentable que la extraordinaria recuperación económica lograda después de la pandemia, ahora se vea comprometida por una reforma tributaria innecesaria, regresiva, recesiva e inflacionaria, y, además, por una inflación provocada por los irresponsables anuncios de Petro y por las decisiones el Banco de la República.

Que nadie se equivoque, la amenaza que se cierne sobre la democracia colombiana es cierta y evidente, de ahí la importancia que los 10 millones de ciudadanos que votamos contra Petro y sus retardatarias promesas comunistas, no dejemos de seguir ejerciendo una oposición respetuosa y fundamentada, que evite que Colombia se convierta en una narcocracia, y que Petro y sus esbirros se perpetúen en el poder.

P.D. Feliz Año Nuevo para mis pacientes lectores; para este año les prometo, mejor análisis, mayor profundidad y buena letra para que me entiendan.

*Rafael Rodríguez-Jaraba. Abogado Esp. Mg. Litigante. Consultor Jurídico. Asesor Corporativo. Conjuez. Árbitro Nacional e Internacional en Derecho. Profesor Universitario. Miembro de la Academia Colombiana de Jurisprudencia.

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