La oscura y sospechosa elección de Petro y con ella, sus perversas decisiones y anuncios, han hecho que, antes que avanzar, el país retroceda y quede expuesto a la fractura de su orden constitucional y democrático.
La lista de desmanes del mamarracho de gobierno que Petro preside, es abrumadora e interminable. Tan solo basta recordar algunos de ellos, como: la innecesaria, regresiva e inflacionaria reforma tributaria que de manera ilegal hizo aprobar por sus parlamentarios de bolsillo; la convalidación de las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua; el nombramiento de algunos ministros, embajadores y funcionarios ineptos e indecorosos y otros, con antecedentes penales o sujetos a investigaciones; el irrespeto y maltrato a la comunidad internacional; la solapada legitimación de los cultivos ilícitos y de la producción y venta de narcóticos; la tolerancia complaciente con la ocupación y usurpación de la propiedad privada; el debilitamiento y humillación de las fuerzas armadas y de policía; la ilegal intromisión en asuntos judiciales; el reconocimiento político de bandas y grupos narco terroristas, la premiación y gratificación de delincuentes y vándalos y, por último, su respaldo al golpista peruano Pedro Castillo.
De igual manera, los irresponsables anuncios de Petro han provocado aumento del terrorismo y la delincuencia, desplome del peso, encarecimiento del endeudamiento, repliegue de la inversión nacional y extranjera y una galopante inflación que podría derivar en recesión e inclusive decrecimiento.
No siendo poco todo lo anterior, Petro ha anunciado, suspender la exploración y explotación de gas y petróleo, expropiar propiedades privadas; hacer uso abusivo de los ahorros pensionales de los colombianos; nacionalizar el sistema de salud y acabar con las EPS; implementar una recesiva reforma laboral, valerse de los recursos privados que administra Colpensiones para financiar el faraónico tren eléctrico elevado entre Barranquilla a Buenaventura, crear un innecesario ministerio de la igualdad, comprar aviones de guerra, suspender la construcción de vías y obras de infraestructura, y, quizás, las más graves, restringir y controlar la libertad de prensa, pensamiento y expresión, y, perpetuar a sus esbirros en el Congreso.
Las ejecutorias y peroratas de Petro sobrecogen, por ser repentistas, irreflexivas e irresponsables, e incluso algunas de ellas, hasta hilaridad producen. Su incapacidad y torpeza para gobernar es manifiesta y al parecer insuperable. Sus hoy desengañados electores olvidaron, el desastre que fue su paso por la Alcaldía de Bogotá.
Pero a todas estas, y no siendo eterna la permanencia de Petro en el Gobierno, los colombianos no podemos perder el rumbo y menos, dejar de reflexionar sobre los obstáculos que nos distancian de un mañana mejor.
Si bien estamos a portas de una recesión económica, producto de la devastación que causó la contingencia sanitaria y los actos de barbarie y vandalismo promovidos por Petro y sus corifeos, es claro, que seguimos estacionados en el subdesarrollo, no por carencia de recursos y tecnología, sino por facilismo, conformismo, corrupción e ineficacia de la educación. No hay duda que, la elección de Petro, es evidencia cierta de la politización de la educación.
Ojalá que en el 2023 avancemos unidos en la construcción de una patria mejor; lograrlo, es cuestión de decisión. Entre tanto, seguimos sin entender, qué por encima de los intereses individuales, económicos, políticos e ideológicos, están los intereses superiores de la nación.
Necesitamos construir una unidad nacional fuerte, diversa y pluralista; monolítica y solidaria, que nos integre en una fraternidad inquebrantable y no tan solo en el duelo o la alegría. Ser colombiano debe ser la vivencia permanente de un ideario común de valores que aún tenemos pendiente de definir.
Seguimos sin comprender que el cumplimento de la ley garantiza el orden y la libertad, que toda acción debe subyugarse a ella y que el anhelo de paz no nos debe llevar a su quebrantamiento. Algunos olvidan, que la paz es el resultado del respeto, el orden y la justicia, y no de la impunidad.
Seguimos sin entender que la educación es la simiente del progreso y que en ella debe primar la formación sobre la información. Requerimos maestros formadores y nos sobran profesores informadores. Necesitamos que la educación siembre virtud en mentes y corazones, y que en ellos plante la semilla del emprendimiento y la superación. De la erradicación de la ideología y la política en la educación pública, es un imperativo urgente y categórico.
Seguimos indiferentes ante al aumento desbordado de la población más vulnerable, ignorando, que mientras sigan naciendo colombianos sin posibilidades ciertas de debida nutrición, manutención y educación, no cesarán la pobreza y la violencia. Necesitamos una política educativa capaz de persuadir una planificación familiar responsable.
Nos mantenemos afectos a la prebenda, a la componenda, al privilegio y al favor indebido. Propiciamos o toleramos la corrupción de funcionarios públicos que venden la dignidad, expolian la economía y socavan la confianza. Necesitamos derrotar esta pandemia nacional que nos envilece.
Seguimos sin entender que progreso, es el aumento y nivelación de la capacidad de compra de la población y que las reformas populistas antes que mitigar y reducir la pobreza, la aumentan y masifican.
Necesitamos de una nueva clase política, pulcra, capaz y poseedora de ciencia, virtud y sabiduría, que sea ejemplo de integridad, y logre redimir la confianza perdida. Necesitamos que la política abandone la improvisación y acoja la planeación prospectiva, y que la justicia recupere su dignidad, respeto y majestad.
Para soñar una patria mejor debemos modificar el presente. Ojalá que la esperanza que trae el nuevo año nos inspire y nos permita reconocer, que lo mejor que hemos hecho aún está por hacer.
Federico de Amberes dijo: “A ninguna nación le falta capacidad para progresar, lo que a muchas les falta es decisión para hacerlo”. Luego agregó, “No hay mayor debilidad humana y causa de violencia, corrupción y pobreza, que la falta de educación y la procreación irresponsable”.
P.D. Feliz Navidad y Año Nuevo para mis pacientes lectores; para el 2023 les prometo, mejor análisis, mayor profundidad y buena letra para que me entiendan.
*Rafael Rodríguez-Jaraba. Abogado Esp. Mg. Litigante. Consultor Jurídico. Asesor Corporativo. Conjuez. Árbitro Nacional e Internacional en Derecho. Profesor Universitario. Miembro de la Academia Colombiana de Jurisprudencia.