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Marco Fidel Ramírez 

Vergonzoso, cantinflesco y mamertísimo por decir lo menos, fue el discurso de Gustavo Petro el pasado 20 de septiembre en la Asamblea General de las Naciones Unidas. Típico discurso veintejuliero y populista en el que habló mucho como siempre y al final no dijo nada de provecho para Colombia, que era lo que correspondía.

Obsesionado hipócritamente con la selva amazónica, usó este referente como hilo conductor de su alocución, pero achacando todos los males que sufre la misma a los demás países y desconociendo la permisividad local fenomenal que ha facilitado la tala indiscriminada, la minería ilegal y el cultivo narcotraficante de la mata de coca.

Desconociendo además que semejante tesoro selvático natural es en primer lugar una responsabilidad nacional, esto es de Colombia, y una corresponsabilidad multinacional de los países limítrofes con ella. Preguntó muy emotivamente ¿qué es más venenoso para la humanidad, la cocaína, el carbón o el petróleo? para responder a renglón seguido que “La guerra contra las drogas ha fracasado y la guerra contra la crisis climática también ha fracasado”.

Pues bajo esta premisa apocalíptica el señor Presidente justificó de tajo la necesidad de legalizar las drogas y de cesar la necesaria guerra contra el tráfico de estupefacientes.

“Yo les demando desde aquí, desde mi Latinoamérica herida, acaben con la irracional guerra contra las drogas”, tronó Petro, como si fuera, no el presidente de Colombia, sino el emperador de toda Latinoamérica. Invitó igualmente a detener la guerra en sus diferentes manifestaciones alrededor del mundo y lo hizo en un tono de “auténtico” adalid de la paz, de la concordia universal y hasta del amor celestial.

Pues se le creería al mandatario colombiano y a pie juntillas, si no fuera porque con su discurso de doble faz él le ha declarado ya en Colombia la guerra a los opositores, a los ganaderos, a la propiedad privada, a la Iglesia, a la familia natural, a los cristianos, a los provida, a los no nacidos y a todo aquel que se atreva a plantear abiertamente que se trepó al poder en Colombia una élite atea y comunista de la “izquierda caviar”, con vestido socialista y alma mendazmente progresista que ya triunfó también, para desgracia de sus pueblos, en Cuba, Nicaragua, Perú, Chile y Venezuela.

Toda una vergüenza, como bien lo afirmó el expresidente Andrés Pastrana, el que Petro se haya declarado ante la ONU como el “capo defensor de la cocaína”, desconociendo el catastrófico precio que en Colombia hemos pagado por enfrentar a las mafias del narcotráfico, que tuvieron en Pablo Escobar su más emblemático y siniestro líder, y que ocasionó la masacre de la Corte Suprema de Justicia cruelmente inmolada en la toma del Palacio en noviembre de 1985 en una acción ejecutada por el grupo subversivo M-19 al que perteneció el mandatario que hoy mal gobierna a los colombianos.

Colombia pues será a partir de ahora y gracias al nefasto discurso de Petro en Naciones Unidas, un referente de cuidado, desconfianza y recelo ante la comunidad internacional.

Las delirantes propuestas de Gustavo Petro nos alinearán automáticamente con ese eje del mal que comienza en Cuba y se completa en Venezuela. Y así las cosas es de esperar que seremos de nuevo parias en el concierto internacional, que pronto las relaciones con Estados Unidos se deteriorarán, que las inversiones extranjeras en el país se marchitarán, que los colombianos pagaremos los platos rotos y que retornaremos, por el color de nuestros pasaportes, a las humillantes filas especiales por sospechosos de narcotráfico en los aeropuertos del mundo.

Mal pronóstico y oscura perspectiva son las secuelas de este gobierno infame del Pacto Histórico que ya nos perjudica irremediablemente a nivel internacional y que poco a poco nos arruinará a nivel nacional. Ha sido y así siempre será el discurso de la izquierda embustera y comunista, y del presidente que la lidera hoy en Colombia. Lo de Petro en la ONU ha sido, como era de esperar, el discurso de un charlatán. El de un charlatán profesional.

https://elexpediente.co/, Bogotá, 22 de septiembre de 2022.

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