Saber ganar es una cualidad, saber perder una virtud. Es más difícil aceptar la derrota que administrar la victoria, y de eso ha dado cuenta Rodolfo Hernández que ha sido humilde, noble y ponderado en la derrota, mientras que Petro se muestra arrogante y soberbio, y resistente a reconocer que la mitad de la nación le teme y muchos lo aborrecen.
Si bien la victoria de Petro fue amplia y sorprendente, su triunfo no excusa ni borra sus mentiras, villanías y perversidades, ni descalifica las razonables dudas de algunos analistas sobre los más de 3 millones de votos que le aparecieron en tan solo 15 días.
El triunfo de Petro, es el triunfo del populismo, la corrupción, la incapacidad y la falacia, así como el triunfo de los desvergonzados corifeos que lo siguen, entre ellos, Juan Manuel Santos, Ernesto Samper Pizano, Roy Barreras, Armando Benedetti, Piedad Córdoba, Timochenko, Iván Cepeda, Luis Fernando Velasco, Alfonso Prada, Juan Fernando Cristo, las FARC, el ELN y FECODE.
Sus propuestas incoherentes, cambiantes e insostenibles, hacen que la nación hoy no tenga una noción clara de lo que será su gobierno.
Y es que Petro nunca ha podido explicar, cómo restablecerá el orden público; cómo enfrentará la delincuencia y la violencia rural y urbana; cómo combatirá los cultivos ilícitos, el narcotráfico y la minería ilegal; cómo extirpará la corrupción; cómo acabará la pobreza; cómo sustituirá los ingresos fiscales por exportación de petróleo; y, cómo realizará su faraónica reforma tributaria de 50 Billones.
No es aventurado presagiar, que sus electores de hoy, serán quienes mañana renieguen de su gobierno y de su insuperable demagogia populista, así como de su ya probada incapacidad para administrar y gobernar.
Ojalá que la llegada de Petro al poder, no sea el fin de la democracia en Colombia, el comienzo de la anarquía y el caos, y del aumento de la desesperanza, la pobreza y la miseria.
Con Petro en el poder, Colombia se sumará al cartel narco socialista del siglo XXI que conforman Cuba, Venezuela y Nicaragua.
Sin prisa y sin pausa, el tiempo sentenciará el fracaso de Petro y ojalá, que su régimen no sea tan falso y mentiroso como su lugar de nacimiento y sus supuestos títulos universitarios, ni tan canalla como sus estrategias para destruir a sus contradictores y opositores. El hecho de que haya ganado no exculpa sus despropósitos y villanías, como tampoco, su solapado apoyo al mal llamado "paro social" que paralizó la nación y destruyó miles de empresas y empleos.
Colombia lamentará volver al pasado y ver como durante el régimen de Petro, se multiplicará el desgreñó, la corrupción, el déficit fiscal y la pobreza.
El discurso de Petro, luego del pre conteo de votos, vaticina lo que será su régimen de revancha, venganza e irrespeto a la ley. Pedirle al Fiscal General de la Nación que viole la ley, y que deje en libertad a presos, además de ser un peligroso desvarío legal, constituye una violación manifiesta del orden constitucional.
Dios salve a Colombia, y ojalá, que los colombianos no permitamos que se perpetúe el comunismo en nuestro territorio. Días aciagos y muy difíciles nos esperan, pero al final, y como siempre sucede, toda aventura populista llega a su fin y la sociedad desengañada termina retomando el camino de la cordura.
Ojalá que las amargas experiencias populistas vividas en américa latina, no se repitan en Colombia y que, desde ahora, nos motiven a impedir que Petro se perpetúe en el poder, y con ello, perdamos la libertad y la democracia que hoy están tan seriamente amenazadas.
Termino mi columna preguntando a mis pacientes lectores: ¿Qué estaría sucediendo hoy, si Petro no hubiera ganado las elecciones?
*Rafael Rodríguez-Jaraba. Abogado Esp. Mg. Litigante. Consultor Jurídico. Asesor Corporativo. Conjuez. Árbitro Nacional e Internacional. Catedrático Universitario. Miembro de la Academia Colombiana de Jurisprudencia.