Más que una reflexión política o conformista, es una creencia personal y de vida: los progresos que ha obtenido nuestro país con el paso de los años no son nada despreciables, teniendo en cuenta nuestra idiosincrasia, condiciones y características en las que se han logrado y esa creencia hace tener una gran fe en el futuro. Aseverar que si nuestra vida republicana hubiese estado ligada a una cultura distinta a la española, (anglosajona u oriental) las cosas irían mejor no tiene sentido. Fue así y no se puede cambiar.
Y esa sinceridad debe incluir auto-reflexiones, con ejemplos válidos: un día creímos que éramos una potencia agrícola, porque no tenemos las estaciones climáticas de otras partes, cuando en realidad las condiciones de nuestra geografía hacen que esa actividad resulte comparativamente costosa y hoy está probado que las ventajas naturales no favorecen los costos de producción en el trópico. Las plagas en el agro llevan a la utilización de productos más resistentes u otras veces descalificados por razones sanitarias.
También nos creímos que somos una potencia minera y petrolera. Lejos de la realidad. Producimos minerales como carbón y oro, pero estamos lejos en el ranking de los más importantes. Lo mismo pasa con el petróleo: lo producimos pero en cantidades limitadas y por ejemplo, haber superado en una coyuntura a Venezuela no mejora nuestra condición estructural.
Y tenemos otros grandes problemas que debemos enfrentar como condición para hacer realidad un mejor futuro. La penosa pobreza, un desempleo con visos estructurales por encima del promedio regional, la falta de oportunidades para muchos jóvenes y la informalidad empresarial deben hacer parte de la agenda de corto plazo de quienes aspiran a manejar el Estado y también de los empresarios.
Todos sabemos lo que tenemos y hemos logrado con trabajo, esfuerzo y constancia durante muchos años. Por eso no podemos permitir hacer viables salidas que no tienen fundamento. No podemos tomar el camino de nuestro principal vecino que no la tiene fácil con una inflación de más de 2.000% y una pobreza que alcanza 90% de la población. Somos testigos de primera mano de la desesperanza de millones de seres que recorren nuestro país en pésimas condiciones.
Dicho lo anterior, he sido claro y contundente, sin temor o retaliación alguna. La opción de Federico Gutiérrez es la que más le conviene a la gente de nuestro país porque no plantea arrancar de cero para enfrentar las dificultades sino construir sobre la construido, cambiar lo que se requiera para mejorar y suspender lo inconveniente.
Soluciones de corto plazo a grandes problemas no existen. El espejismo no puede ser el camino porque choca con barreras que más temprano que tarde terminan generando crisis mayores a lo que pretenden enfrentar. Tampoco es un asunto de magia, más si se ha tenido que enfrentar una pandemia sin antecedentes en cien años, una avalancha de vecinos y recientemente una guerra imprevista e irracional que ya ha producido estragos en el abastecimiento y costos de los productos básicos y que nadie sabe su ruta ni su desenlace.
*Empresario exportador
https://www.portafolio.co/, Bogotá, 23 de mayo de 2022.