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José Manuel Acevedo 

El Inpec se volvió un órgano incontrolable. Con decenas de poderosos sindicatos y una jerarquía muy frágil en cuanto a su administración y orden, este instituto debería liquidarse con prontitud para dar vida a un nuevo sistema.

Me da mucha pena pero lo que pasa con el sistema penitenciario colombiano no es un asunto aislado y esporádico sino un mal enquistado y estructural que solo se resuelve reemplazando de tajo la administración carcelaria, tal y como la conocemos. Los recurrentes casos de corrupción y los fugaces directores sin ideas nuevas para mejorar la seguridad, la alimentación y los problemas de hacinamiento que se presentan en estos centros carcelarios, tendrían que provocar una reflexión de fondo por parte de los candidatos presidenciales que lidiarán -alguno de ellos- con ese chicharrón de aquí en adelante.

Lo que ocurrió con el señor Carlos Mattos es el pan de cada día. Aida Merlano se fugó con complicidad de algunos guardias del Inpec. Los Nule han gozado de privilegios especiales, gracias al sistema corrupto que impera en las cárceles. Emilio Tapia le toma del pelo a sus condiciones de detención y se inventa que tiene Covid para que no lo trasladen y, sin embargo, nada le pasa. Juan Guillermo Monsalve, el supuesto testigo estrella en el caso del expresidente Álvaro Uribe, entraba (¿o sigue entrando?) prostitutas y trago, cada vez que le provoca y así, cada poderoso, excongresista, o narco con plata, hace de las suyas en las distintas cárceles del país. No existen espacios de mayor o menor seguridad en las cárceles colombianas, sino patios VIP y todos los demás. No olvidar al exgobernador homicida, Kiko Gómez, también de fiesta en año nuevo. Muchos siguen delinquiendo, incluso con mayor tranquilidad, dando órdenes desde celulares o computadores a sus lugartenientes para que ejecuten actividades criminales, con absoluta frescura.

El Inpec, por su parte, se volvió un órgano incontrolable. Con decenas de poderosos sindicatos y una jerarquía muy frágil en cuanto a su administración y orden, este instituto debería liquidarse con prontitud para dar vida a un nuevo sistema que recoja las lecciones de otros países y las implemente por el bien de los reos, guardianes y, en general, de toda la sociedad que necesita que sus cárceles sean sitios de resocialización y cumplimiento efectivo de penas y no escuelas del hampa y cómodos fortines de quienes obraron mal y, aun así, siguen pasándola bastante bien. El próximo gobierno debería frenar esa vagabundería y por eso es muy importante que los aspirantes se pronuncien desde ya y nos cuenten con precisión, cuáles son sus propuestas frente a las cárceles del país. Pensar que es a una de esas cárceles a las que quieren mover a ‘Otoniel’. ¡Por Dios! A ese criminal lo que tienen es que extraditarlo pronto.

https://www.vanguardia.com/, Bucaramanga, 07 de marzo de 2022.

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