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Mauricio Botero C.  

Las camisas negras, según nos cuentan los historiadores, eran un grupo radical italiano liderado por Benito Mussolini “que nació inicialmente bajo el nombre de Fasci di Combattimento. Luego tomó la denominación de Camicie Nere en alusión al color del uniforme que vestían sus integrantes. De estructura militar, constituyeron una fuerza entrenada para ejecutar acciones de choque, control y neutralización del enemigo”.

En marzo de 1922 las camisas negras protagonizaron la Marcha sobre Roma, acto que obligó al rey Víctor Manuel III a nombrar jefe de gobierno a Benito Mussolini. Para Umberto Eco, el fascismo eterno depende también del culto de la acción por la acción. La acción es bella de por sí, y, por lo tanto, debe actuarse antes de y sin reflexión alguna. Pensar es una forma de castración. Por eso la cultura es sospechosa en la medida en que se la identifica con actitudes críticas. Basta recordar la declaración atribuida a Goebbels: “Cuando oigo la palabra cultura, echo la mano a la pistola”.

Las camisas negras en Colombia están tomando nuevos aires. El país, atónito, ha visto varios actos de alevosa intolerancia protagonizados por la versión criolla de las camisas negras, principalmente los integrantes de la primera línea. Durante su recorrido por Pereira, el pasado 17 de febrero, Sergio Fajardo, precandidato presidencial de la Coalición Centro Esperanza, fue víctima de un hecho de sabotaje político por cuenta de un grupo de encapuchados. Fajardo fue recibido con una papa bomba que explotó muy cerca de donde estaba y aunque los momentos fueron de pánico para sus acompañantes, el precandidato mantuvo la calma. Cuatro hampones, vestidos de negro con capuchas, exigieron que Fajardo se retirara de la institución. Fajardo denunció en su cuenta de Twitter: “Encapuchados nos forzaron a abandonar la UTP, algo que no nos había pasado jamás en ninguna universidad”.

En actos de vandalismo igualmente repudiables, varios encapuchados arremetieron contra el hotel Radisson de la calle 74, en Bogotá, donde se desarrollaba el Foro de Madrid, encuentro internacional de políticos de centro derecha. Nuevamente los camisas negras locales bloqueando el libre ejercicio de la democracia y la política en el país. En el hecho se reportaron cuatro personas lesionadas, entre ellos dos policías. Los vidrios de la parte externa del hotel fueron rotos por la cantidad de piedras que lanzaron los manifestantes.

Tanto en Pereira como en Bogotá se trata de coartar la libertad de pensamiento y expresión. Es decir, que los colombianos no tengamos oportunidad de escuchar, debatir y, de ser el caso, controvertir las opiniones y los puntos de vista de diferentes candidatos u organizaciones. Las nuevas camisas negras, encapuchadas en su mayoría, ya que no tiene ni siquiera los calzones para dejarse ver, lo que pretenden es que haya una sola voz, la del “mesías”. Pensar es una forma castración. Lo que sí es de una ingenuidad rayana en la demencia es pensar que estos son hechos aislados. Hay una mano negra detrás de los vándalos y todo apunta a que son las mismas personas que les dieron el apoyo económico y logístico a los vándalos de la “primera línea” en el 2021.

Otro hecho, poco resaltado en los medios, es la censura silenciosa que los fascistas de nuestros días están imponiendo de manera subrepticia. La revista Semana se vio obligada de retirar su nombre en su sede para evitar las continuas asonadas a este edificio. Es una vergüenza que esta castración ocurra en un país democrático.

https://www.elespectador.com/, Bogotá, 27 de febrero de 2022.

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