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Andrés Oppenheimer  

Una escalada de la confrontación Este-Oeste por Ucrania conduciría a una recesión mundial dañina para las exportaciones de América Latina.

No quiero ser alarmista, pero existe el riesgo de que una nueva Guerra Fría por el conflicto entre Rusia y Ucrania se extienda a América Latina y aumente las divisiones políticas en la región.

Hay síntomas de que eso ya está pasando. Rusia ha tratado abiertamente de expandir su influencia en la región en las últimas semanas, mientras aumentaban las tensiones con Estados Unidos por Ucrania. Y puede que Washington no se quede de brazos cruzados.

El presidente ruso, Vladímir Putin, recientemente dio una bienvenida de alfombra roja en Moscú a los presidentes de Brasil y Argentina y sugirió que aumentará la ayuda militar de Rusia a Venezuela, Nicaragua y Cuba.

El viceprimer ministro de Rusia, Yuri Borisov, visitó Venezuela el 16 de febrero y prometió profundizar los lazos bilaterales. El dictador venezolano Nicolás Maduro dijo después de reunirse con el visitante funcionario que habían hecho planes para una “poderosa cooperación militar”. Desde Venezuela, Borisov viajó a Nicaragua y Cuba.

Al menos sesenta y ocho asesores y técnicos militares rusos llegaron a Venezuela en enero, según altos funcionarios colombianos.

También en enero, el viceministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Serguéi Riabkov, dijo que no podía “ni confirmar ni excluir” la posibilidad de enviar tropas rusas a Venezuela y Cuba si Estados Unidos y Europa no reducían lo que describió como sus crecientes actividades militares en Europa del Este.

En el pasado, Rusia envió aviones de combate y barcos militares a Venezuela en al menos tres ocasiones para misiones de corta duración. Venezuela también compró al menos veinticuatro aviones de combate Sukhoi y cincuenta helicópteros y tanques de Rusia durante el régimen de Hugo Chávez, lo que generó ansiedad en la vecina Colombia.

Aunque el asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Jake Sullivan, dijo el mes pasado que las amenazas veladas del viceministro de Relaciones Exteriores ruso de enviar tropas a Venezuela y Cuba eran “bravuconadas”, los funcionarios de la Casa Blanca están tomando más en serio los más recientes pasos de Rusia en la región.

Existe entre otros un proyecto de ley presentado por Menéndez, conocido como la Ley de Alianza Estratégica entre Estados Unidos y Colombia de 2022, que propone expandir los lazos bilaterales en la mayoría de los frentes, incluidos los temas de seguridad, y designar a Colombia como país “aliado principal fuera de la Otan”.

Aunque Washington no debería quedarse dormido mientras Rusia expande su presencia militar en la región, una escalada de las tensiones entre las superpotencias en América Latina sería una mala noticia para la región. Aumentaría las divisiones políticas y obstaculizaría aún más la integración económica de crecimiento de América Latina.

Además, una escalada de la confrontación Este-Oeste por Ucrania podría conducir a una recesión mundial que perjudicaría las exportaciones de América Latina. Aunque los países latinoamericanos se beneficiarían de un aumento temporal en los precios mundiales del petróleo, los metales y los granos, estas ganancias se verían contrarrestadas por una disminución de las importaciones de Estados Unidos, Europa y China debido a una recesión global.

Biden tendrá una gran oportunidad para mejorar los lazos con América Latina cuando se realice la Cumbre de las Américas en junio en Los Ángeles.

Pero si hay una guerra a gran escala en Ucrania, existe la posibilidad de que Rusia siga aumentando su presencia militar en América Latina como una forma de decirle a Washington: “Si tu entras en mi vecindario, yo entro en el tuyo”.

Quizás no sería mala idea que Biden propusiera un nuevo compromiso hemisférico para no caer en una carrera armamentista regional. Eso sería lo último que se necesita en América Latina.

https://www.elcolombiano.com/, Medellín, 23 de febrero de 2022.

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