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Ricardo Mejía Cano 

Si se acabó el mercado en su casa, la culpa es de Uribe. Si se le ensuciaron los zapatos Ferragamo o se los robaron, la culpa es de Uribe. Si su hijo no encuentra trabajo, la culpa es de Duque. Uribe y Duque son culpables de todas nuestras desgracias, no importa que llevemos doscientos años de patria boba y estemos saliendo exitosamente de dos años de pandemia.

Buscar culpables se convirtió en un deporte nacional. La gran mayoría de los candidatos cayeron en el mismo juego de la Colombia Humana: Despotricar y criticar. Están en campaña.

Hace treinta años solo el treinta por ciento de la población colombiana tenía acceso a salud. Gracias a la ley 100, hoy el noventa y nueve por ciento tiene cobertura en salud. Muchos países vienen a estudiar nuestro sistema. Sin embargo, la propuesta de varios candidatos es eliminarlo.

El narcotráfico, promovido por la guerrilla y favorecido por muchos grupos de izquierda, es responsable de la cultura mafiosa y corrupta que ha permeado nuestra sociedad. El lamentable estado de la educación pública, en que más del sesenta por ciento de nuestros bachilleres salen con conocimientos insuficientes o mínimos en lectura, ciencias y matemáticas, es debido a la oposición de los sindicatos de maestros a cualquier reforma o propuesta de mejora. Pero no, todo es culpa de Uribe y Duque.

Aquí a los jóvenes no les enseñamos a forjarse su propio futuro, que las oportunidades de ascenso social y económico dependen de su capacidad de idear e innovar en nuevas áreas, para lo cual una buena formación es imprescindible. No, para los sindicatos de maestros las oportunidades florecerán cuando desaparezcan Uribe y Duque.

Petro en su campaña a la alcaldía prometió construir treinta colegios, solo construyó tres. No logró nada de lo que prometió, pero, claro, fue por culpa de Uribe.

Los países con mayor movilidad social están enseñando a sus jóvenes herramientas para enfrentar las dificultades, les dan una sólida formación humana y técnica, les transmiten confianza en sí mismos y les forman con las capacidades necesarias para transformar positivamente su entorno. Aquí les decimos que acabando con los ricos todo se solucionará.

Para Robespierre y el Directorio, la culpa de todos los males era la monarquía y la nobleza. Los mataron a todos. La situación, en lugar de mejorar, empeoró: Fueron veinticinco años de hambre y terror, incluidos los años de Napoleón. Sesenta años después del grito revolucionario de Castro, quieren hacernos creer que el hambre, la miseria y el atraso allí es culpa de los norteamericanos. Venezuela era hace veinte años uno de los países más ricos de Latinoamérica. El socialismo del siglo XXI acabó con todos los empresarios. Hoy es uno de los países más pobres de la región. No así sus dirigentes, quienes poseen fortunas que cualquier rico envidiaría. Por supuesto, las desgracias de Venezuela son por culpa de los norteamericanos y los colombianos.

Es urgente inculcar en los jóvenes un espíritu de superación, sembrarles una esperanza, una ilusión, en lugar de enseñarles que acabando con los ricos se solucionarán todos los problemas. Nos quieren hacer creer que una vez Castillo, Boric y Petro (¿?) acaben con los ricos, florecerán cámbulos y gualandayes. ¿Lograremos así la abundancia, como en Cuba y Venezuela?

Incomprensible que cada vez más gente joven se coma la carreta de estos culebreros. Es urgente cambiarles el chip, enseñarles que el destino les pertenece, que el futuro no es un regalo, es un logro. Que de cada uno de nosotros depende la posibilidad de mejorar el entorno. Mientas nos comamos el cuento de que todo lo malo es por culpa de Uribe, Duque y los ricos, no hay nada que hacer.

https://www.elcolombiano.com/, Medellín, 31 de enero de 2022.

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