Indica la revista que a través de la empresa Grand Group Limited, señalada de ser una de las sociedades de lavado de dinero de Saab, se habrían pagado 17 vuelos comerciales de la exsenadora, de sus hijos y allegados. Relaciona tiquetes con distintos trayectos, la mayoría a Cuba, lo que lleva a preguntarse, por qué él financia sus desplazamientos, qué relación existe entre ellos, y si es cierto que ella le presentó al empresario a Maduro.
Pero ahí no para la cosa. Revela el artículo que las autoridades estadounidenses tienen una relación detallada del patrimonio de la excongresista y de su familia, y que le siguen la pista a dineros que le habrían sido girados desde Venezuela con fines políticos y otros menesteres por aclarar. Es decir, además del caso Saab, Piedad Córdoba estaría en la mira de la justicia norteamericana por distintos asuntos que rayarían con la ilegalidad.
Ella niega todo. Dice estar harta del tema y que es una persecución política. Admite que conoce a Álex Saab, pero dice que no tiene negocios con él y que no trabaja para él. Y sí, seguramente no tienen negocios ni trabajan juntos, pero eso no explica por qué él le ha financiado diecisiete viajes; ahí están las pruebas y los tiquetes. No es clara tampoco con respecto a un viaje con el empresario en su avión privado, que niega rotundamente.
Lo ocurrido no sorprende. Basta recordar el caso de los computadores de Raúl Reyes en cuyos archivos no cabía una prueba más de la membresía de Piedad Córdoba en las Farc, y no pasó nada. La Corte Suprema de Justicia, en un proceder vergonzoso, dijo que las pruebas en su contra no eran válidas pues el portátil y las memorias donde estaban habían sido obtenidos en un ataque militar sin cumplir con los requisitos de custodia.
Piedad Córdoba es aguerrida y guerrera y hay quienes le reconocen haber facilitado en el pasado la liberación de secuestrados, precisamente por su nexo impune con las Farc, y nunca ha negado su identidad ideológica y cercanía personal con el régimen de Chávez y Maduro. Eso es respetable. Lo que no es respetable, ni aceptable, es la zona gris entre la legalidad y la ilegalidad, entre la política y el crimen, característico de su vida pública.
Pero lo sucedido con la aspirante al Congreso invita a una reflexión de fondo y es el halo que cobija a algunos dirigentes de izquierda: si delinquen no hay consecuencias. Gozan de un estatus penal especial diferente al del resto de ciudadanos en razón a su ideología. Enmascaran sus acciones ilegales como persecución política y salen en su defensa las cortes, organismos no gubernamentales, gobiernos con ideas afines y algunos medios.
Eso debe cambiar. En lugar de responder con insultos y evasivas, Piedad Córdoba debe explicarle al país y a la justicia su relación con Álex Saab, aunque el pago de los tiquetes es un episodio más, menor, en su trayectoria sombría. Y si ella está harta y aburrida con el tema, como dice estarlo, más hartos y aburridos están la mayoría de colombianos, al ver que la dirigente hace lo que le place y no le pasa nada. Si eso ha sido y es estando en la oposición, ni imaginar lo que sería de ganar su partido y candidato la Presidencia.
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https://www.elpais.com.co/, Cali, 23 de enero de 2022.