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Andrés Espinosa F.*

La estrategia de los izquierdistas de nuestra región responde a un proceso importado de transformación socialista.

La izquierda latinoamericana avanza a paso de carga, impulsada por el Foro de Sao Paulo, el Grupo de Puebla y el socialismo español. A las elecciones presidenciales promovidas el año pasado por el comunismo local e internacional en Perú, Chile y Honduras, se suman el nacionalismo populista mexicano, el gobierno indigenista boliviano, el peronismo argentino, el partido revolucionario panameño y los regímenes dictatoriales comunistas de Cuba, Nicaragua y Venezuela. En el fondo, todos ellos son pelos de la misma perra, el marxismo auspiciado por China y Rusia.

En el Manifiesto Comunista de 1848, Marx y Engels argumentaban que la consolidación de la dictadura del proletariado – es decir, del partido comunista– y la transformación radical del modo de producción, que siembran y luego imponen a nivel político, económico y social, exigen la expropiación de la propiedad privada -incluidos los medios de comunicación, la tierra productiva y el sistema bancario-, la aplicación de elevados impuestos para marchitar el capitalismo, la centralización de la economía en manos del Estado, la restricción y posterior eliminación de las libertades individuales y empresariales.

La dictadura marxista se vale de su accionar político para extirpar, gradual pero inexorablemente, el capital para centralizar los instrumentos y la economía en manos del Estado, es decir, en el comunismo estatal organizado como clase dominante. Marx y Engels lo tenían claro desde entonces: “Esto, naturalmente, no podrá cumplirse, al principio, más que por una violación despótica del derecho de propiedad y de las relaciones burguesas de producción”.

“De tiempo atrás, los sinuosos izquierdistas de la región engañan y confunden a sus discípulos”

La estrategia de los izquierdistas de nuestra región responde a un proceso importado de transformación socialista, que nos conduzca -como proponían Marx y Engels- primero hacia el socialismo y ulteriormente al comunismo y la extinción del capitalismo empresarial, producto del supuesto devenir histórico que altera, para siempre, las fuerzas productivas nacionales. Actualmente, pese a lo anterior, los conceptos de socialismo y de comunismo se funden en uno solo, como cara y sello de la misma moneda, que trastornan primero y sepultan luego la democracia liberal y el sistema de producción capitalista.

El comunismo marxista -arraigado en Cuba desde 1959- asoma sus orejas de lobo en el resto de América Latina, agazapado en una ruptura social y política impuesta por una camarilla no democrática, el partido comunista y los movimientos socialistas afines, con una ideología populista, totalitaria, y por tanto, antidemocrática, incapaz de preservar el Estado de Derecho y forjar una economía productiva sostenible.

De tiempo atrás, los sinuosos izquierdistas de la región engañan y confunden a sus discípulos, esconden y trastocan hasta los tuétanos su verdadera naturaleza comunista, que ahora llaman progresista, en favor del feminismo y la diversidad de género; banderas que ahora se confunden con la ficticia postura respecto del cambio climático, como si fueran los únicos, o los primeros, en reconocerlo y combatirlo.

¡Ojo con Petro el rojo!

Miembro del Consejo Directivo del ICP

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https://www.portafolio.co/, Bogotá, 11 de enero de 2022.

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