Claro que resulta más sencillo remar con la corriente que contra ella. No es popular hoy “defender” a Duque. Para empezar, debo explicar que nunca he pertenecido al Centro Democrático y voté Sí en el plebiscito, convencido de que la paz, aún con una fracción de la violencia que hemos vivido, es mejor que cualquier guerra. Tengo perfecta claridad de que Duque está de salida; de su débil situación en la opinión y de una alta posibilidad de triunfo de su oposición en perspectiva.
También debo advertir que no soy amigo ni he sido seguidor del presidente. Lo conocí, de manera fortuita, en su época de senador -precandidato en un programa de televisión al que fuimos invitados como panelistas con puntos de vista diferentes. Antes y después de eso la única cercanía que he tenido con él, su partido o su familia fue haber sido profesor de su hermana María Paula, una mujer inteligente, en los posgrados de Ciencia Política de la Universidad Javeriana. Al terminar el programa y ser preguntado por el entrevistador, en privado, le comenté que me parecía un técnico metido de político, por encima del nivel técnico promedio de senadores y candidatos. Vaticiné que tendría dificultades para transitar en el mundo político. Hoy, finalizando su presidencia, sigo pensando lo mismo.
Duque fue “el que dijo Uribe” pero ello no significa que no estuviese calificado. Eso le permitió llegar rápidamente a la presidencia, pero también le garantizó una férrea oposición desde su primer día de gobierno. En ese escenario ha liderado una reacción formidable en la que, obrando con fundamentos científicos y técnicos, utilizó todos los recursos a su alcance para lidiar con la pandemia. A menos que alguien piense que la economía, los ingresos y el bienestar de la ciudadanía son patrimonio del partido que le eligió o de sus opositores, debe reconocerse que, ante la adversidad, ha ejecutado un mandato no solo para su partido sino para todos los colombianos.
Además de la pandemia, la prueba acida de su desempeño ha sido su respuesta al proceso de Paz. Pese a que el Acuerdo fue cuestionado por su partido y a pesar del antecedente del plebiscito que el gobierno anterior desconoció -aunque recordarlo no guste a muchos no deja de ser verdad-, lo ha ejecutado más allá de sus posibilidades económicas y políticas: el gobierno Santos lo firmó, pero no lo financió. Como lo han reconocido los mismos exguerrilleros, así como los organismos encargados de monitorear su cumplimiento: luego de 5 años su avance es superior al 30%, un resultado que, dados los antecedentes y las condiciones reales del país, sumados a los efectos de la pandemia, no puede calificarse sino como exitoso. Duque, atendiendo a la Constitución y a la ley, avanzó notablemente en su cumplimiento, pagando un alto costo político dentro de su propio partido.
En términos del análisis, las cifras son mejores consejeros que los puntos de vista y las opiniones. Con frecuencia son la única forma objetiva de saldar discusiones. Las de la economía nos hablan de un gobierno pragmático que ha respondido con éxito ante una situación excepcional. Luego de una caída del PIB hasta de un 1,4% en 2017, la economía, de la que depende el bienestar de todos, se pudo recuperar hasta 3,3 % en 2019. Su batería de respuestas a la recesión, al intervenir decididamente, fue la misma que, con mayores posibilidades y recursos, implementaron las democracias avanzadas y la misma OCDE, pero los resultados de Colombia en 2021 son incontrovertibles: el crecimiento rozará el 10%, mientras se espera que el mundo lo haga al 5.9%, Europa al 5%, Estados Unidos al 6% y América Latina al 6,3%. La inflación, un problema mundial, es inferior a la de la mayoría de los países, comenzando por nuestros vecinos. La corrección sin precedentes del salario mínimo intenta, acertadamente, anticipar sus efectos.
Los yerros políticos del presidente, como la reforma tributaria, su indecisión para armar una coalición en el inicio del gobierno y su falta de previsión ante una movilización social en ascenso que no vio, le costaron una caída en su favorabilidad desde 53,8% en septiembre de 2018 a 22% en la encuesta de Invamer publicada el viernes. En el año de cierre de su gobierno, a menos que la pandemia dicte otra cosa, un balance más completo de su mandato le permitirá recuperar, con justicia, buena parte de su credibilidad.
@herejesyluis
https://www.elespectador.com/, Bogotá, 10 de enero de 2022.