Una vida digna conlleva el derecho a una muerte igualmente digna. Así lo percibe la opinión pública que en reciente encuesta, abrumadoramente mayoritaria, se mostró a favor de la eutanasia. De ese 73 % que la apoya, fueron Medellín y Bogotá las capitales donde se concentra la mitad de esos procedimientos aplicados desde que la Corte lo permitió. Y dentro de ese porcentaje se acomodó hace cuatro días la Mona Jaller —quien estafó al Ejército en la década de los 90 del siglo pasado— para lograr la muerte digna después de no vivir una vida con tanta dignidad. Entendió, como la mayoría de los encuestados, que prolongar artificialmente el proceso de morir, cuando el enfermo pide que cesen inútiles tratamientos, es una tortura inhumana. Un tormento tan inútil como deshumanizante y degradador de la libertad de las personas.
Si la última sentencia de la Corte amplió el alcance del derecho a morir dignamente a quienes padezcan enfermedades incurables que provoquen sufrimiento o deterioro irreversible de la calidad de vida, también dejó en claro que solo puede solicitar la eutanasia el paciente en pleno uso de sus facultades mentales. Es una petición exclusiva y motivada por la libre voluntad del enfermo a su médico tratante.
Pero si la Cámara de Representantes le sacó el cuerpo a la reglamentación de lo que ya se viene aplicando con el aval de la Corte para morir con dignidad, sí que decapitará la iniciativa del suicidio médicamente asistido, pedido por la misma persona desesperada con su dolor físico o mental. Algunas organizaciones sociales, académicas y universitarias están pidiendo que se apruebe esa disposición. Ya tendrá la Corte Constitucional que discutir, en su pretendida sabiduría, si legaliza o no el suicidio médicamente asistido, que sería el hermano gemelo de lo que ya jurídicamente es admitido en materia de eutanasia.
P. D.: El presidente Iván Duque salvó a Hidroituango. Logró convencer a Mapfre, la empresa aseguradora, de que allí lo que ocurrió fue un siniestro causado por la fuerza de la naturaleza y no un desastre motivado por la mano del hombre. Esa empresa aseguradora pagará la póliza y la obra recobrará su continuidad a pesar de los torpedos para volar la presa que a diario le coloca el pendenciero funcionario municipal que se ha constituido en contraparte de los intereses de la comunidad medellinense.
Como en las crónicas taurinas, mientras el presidente Duque recibía los aplausos, el alcalde de Medellín soportaba la silbatina, que aumentó de decibeles cuando le entraron el toro vivo al corral.
https://www.elcolombiano.com/, Medellín, 15 de diciembre de 2021.