La vanidad e intransigencia de quienes se unen a través del odio en contra de Álvaro Uribe Vélez parecen primar sobre el desprendimiento y la convicción de salvar al país de las garras de un gobierno de extrema izquierda. Rencores que en Colombia reviven su vigencia, anticipados desde hace cien años por Benda, filósofo francés, y que en su obra El ocaso de la democracia trae la laureada escritora Anne Applebaum: “Nuestra época es de hecho la época de la organización intelectual de los odios políticos y será uno de los principales rasgos a destacar en la historia de la humanidad”.
Tenemos muy claro que si los partidos y movimientos democráticos colombianos no se ponen de acuerdo en un candidato único, Petro podrá ganar la Presidencia. Y, así, con el poder conquistado, puesto en bandeja de plata por los partidos insensatamente divididos, imponer, a troche y moche, su modelo revolucionario de gobierno y hacer todas las reformas constitucionales para quedarse ese régimen, sea a través suyo o de sus compadres, por largos periodos en el poder. Sus sueños mesiánicos no tienen límites.
Candidatos resentidos o mitómanos compulsivos no saben gobernar un país. Lo hacen a través del revanchismo y de la prédica de los odios de clase. Son autócratas que mantienen sus propias milicias urbanas paralelas a las fuerzas legítimas del Estado. Tienen en su morral ideológico las normas para las expropiaciones y confiscaciones. No admiten la oposición, amordazan la libre expresión en todas sus manifestaciones, contribuyendo a hacer una “república invivible”, como en los tiempos de violencia bipartidista lo predicó el fanatismo de Laureano Gómez.
Ojalá la arbitraria exclusión de Óscar Iván Zuluaga no sea una premonición del velorio de los partidos de centroderecha y menos una lápida que lo distinga como cuerpo enterrado sin resurrección alguna
https://www.elcolombiano.com/, Medellín, 19 de enero de 2022.