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Luís A. Colmenares 

Termina el período de sesiones del primer Congreso que contó con la representación de la guerrilla de las FARC, en cumplimiento del Acuerdo de Paz; el Congreso de las sesiones virtuales por consecuencia de la pandemia; el Congreso donde todo se fue en discusiones; pero ninguna decisión importante que le resuelva los problemas a la gente: lo mismo de siempre. Y ya nos preparamos para participar en un nuevo proceso para elegir otro Congreso.

De acuerdo con la Resolución 2098 de 2021 expedida por el Registrador Nacional, las elecciones para el Congreso de la República se llevarán a cabo el 13 de marzo de 2022.

Aunque parece un lugar común decirlo de esa manera, estamos en un momento crucial en la historia del país, y por eso las próximas elecciones tanto de presidente como de congresistas son decisivas para el futuro de nuestro país. 

El ambiente político no es sencillo ni está fácil. El país vive días aciagos dada la situación social en que nos encontramos como resultado de la pandemia. Pero, también de viejas deudas que nuestra clase política no ha sido capaz de resolver, ni a viejas ni a nuevas generaciones, y que han sido el caldo de cultivo para la explosión del descontento social de gran parte de la población.

Hay que reflexionar para elegir gobernantes y congresistas honestos, y poderle hacer frente a este desastre social que nos evite un mal aún mayor. Hoy resulta fundamental elegir congresistas comprometidos con los problemas reales del país y con la disposición de contribuir a resolver los problemas de la gente, sin negociar sus principios, para que el Congreso sea un contrapeso de los demás poderes y no una concesión de privilegios a cambio de impunidades.

Parece paradójico, pero hay que castigar a la clase política eligiendo congresistas decentes, que no tengan rabo de paja, ni prontuarios, ni expedientes, ni conflictos de intereses. Es un imperativo moral hacer una reflexión sobre el futuro del país al momento de votar.

Nunca en mi vida he dejado de participar en unas elecciones desde que tengo ese derecho constitucional, y en esta ocasión tampoco será la excepción, así como tampoco comparto la opinión de los que piensan que como el voto no es obligatorio entonces se niegan a ejercer su derecho a votar.

Hoy menos que nunca justifico la abstención en las elecciones; porque el voto en blanco borró el desgano a la hora de votar, aunque pueda resultar más que comprensible el desencanto, la desilusión y el hastío que existe de parte de la gente con los últimos congresos y con toda la clase política, en la medida en que se han olvidado de sus funciones, traicionando al país y por consiguiente a sus electores. Pero aun así hay que votar, para que moralmente podamos exigir.

Tampoco se trata de asumir el maniqueísmo de salir con la lámpara de Diógenes, el filósofo griego, para buscar el candidato perfecto, puro y sano, con el fin de elegir al congresista perfecto e inmaculado. No lo vamos a encontrar en ese estado. De lo que se trata es de votar por la persona reconocida por su honradez, la transparencia de sus actos, que no tiene aspiraciones de cuerpo ajeno, y que no haya convertido la política en un “negocio” familiar.

Las elecciones del próximo 13 de marzo son la oportunidad para hacer una renovación de la tradicional clase política y por consecuencia para renovar el Congreso; porque solo así se podrá llevar a cabo el trámite de las leyes que necesita el país, sobre todo la que le devuelva la dignidad a la rama judicial.

Discúlpenme la forma, pero, dicho en términos coloquiales, no venda su voto a los politiqueros corruptos para comer bien el día de las elecciones, sino, elija al mejor candidato para comer bien todos los días.

Y como dijo el filósofo de La Junta “se las dejo ahí”.   

@LcolmenaresR

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