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María Clara Ospina  

Hoy, la abundancia de hombres y mujeres con pretensiones de llegar a la Presidencia de Colombia es tal, que bien se puede calificar como una peligrosa granizada.

Tantos candidatos, algunos de ellos con carácter de “iluminados” —quiero decir, esos que se sienten “ungidos” para gobernar—, pueden dividir los votos liberales, los conservadores, los verdes, los cristianos y los de los fieles seguidores del Centro Democrático, situación que facilitaría el triunfo, en la primera vuelta, de Gustavo Petro, algo verdaderamente indeseable para la democracia colombiana.

Cada vez que sale un nuevo precandidato, imagino a Petro relamiéndose los labios con placer, pensando en el sabor de la victoria. Él cuenta como suyos los ocho millones de votos que sacó en el 2018, aunque bien sabemos que las opiniones cambian muy rápido.

Hay que tener en cuenta que no hay nada más fácil de derrotar que a contrincantes divididos. No en vano cuentan que Julio César solía decir: “divide y vencerás”.

Hasta hace poco más de un mes, el sonajero de candidatos estaba prácticamente silenciado. La preocupación de muchos era “no hay con quién”. Luego vino la candidatura de la senadora María Fernanda Cabal, que creó inmediato debate: aplausos de unos, rechazo y hasta insultos de otros, y que, por unos días, monopolizó los medios con toda clase de cábalas entre partidarios y enemigos.

Hoy hay más de treinta candidatos, de todos los matices, la mayoría respaldados por firmas. Otros, organizados en alianzas improvisadas y sin garantía. Teóricamente, habrá consultas internas entre los partidos para definir quién se queda con el título. Algunos son prácticamente desconocidos.

Hay cuatro candidatos antioqueños: Mauricio Cárdenas, Sergio Fajardo, Alejandro Gaviria y Federico Gutiérrez. El último en aparecer fue Alejandro Gaviria, quien renunció a la rectoría de los Andes, según dice, porque muchos le rogaron lanzarse al ruedo. En realidad, es el “gallo tapado” de su exjefe Juan Manuel Santos, quien anda trabajándole duro tras bambalinas. Su plataforma carece de soluciones a los problemas más urgentes del país, pero su actitud desabrochada, su discurso, entre poético, semi-izquierdista, iluminado y ateo, encanta a los jóvenes. Este Gaviria le quita votos a Fajardo, otro del mismo corte.

Supuestamente, la abundancia de candidatos es sana para la democracia, muestra que hay mucha gente preparada y con interés en servir a la patria. Pero me parece que muchos aquí están es por lograr ese sustancioso título. Ser “precandidato” a la presidencia de un país trae prestigio nacional e internacional y muchos beneficios.

Ojalá se decanten rápidamente los aspirantes y tengamos un par de candidatos valiosos. Porque, como dice un analista político al que respeto mucho, este despliegue de precandidatos se parece más a un bazar que a una contienda política.

https://www.elcolombiano.com/, Medellín, 08 de septiembre de 2021.

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