Se le hace un nudo en la garganta y le brotan las lágrimas de indignación y dolor cada vez que recuerda que un juez le creyó al asesino de su hermano antes que a ella, testigo del crimen. No puede entender que las coartadas del sicario que apretó el gatillo valgan más que su testimonio y los de exguerrilleros que conocieron de primera mano los hechos.
“Le creyeron más a los matones que a uno”, me dice con la voz entrecortada. “Estábamos en el andén de la casa, mi hermano, su esposa y yo. El tipo se bajó de la moto, iba todo de negro. Disparó a mi hermano, pero los tiros le dieron a la pared. Mi hermano corrió hacia dentro, el tipo se levantó la capucha como para darle mejor y yo quedé frente a frente. Lo reconocí enseguida”. Después, en la Fiscalía, reconoció al asesino en las fotografías. Era Gildardo Góngora, un matón que había sido miliciano.
Amparo se jugó la vida por declarar lo que vio. Y se la sigue jugando al insistir en señalar a un sujeto muy peligroso y a sus cómplices. Máxime viviendo en Puerto Rico, Caquetá, donde las disidencias Farc son fuertes y la vida de una mujer que se gana la vida vendiendo arepas carece de valor.
Han pasado dos semanas desde que el juez segundo penal del Circuito Especializado de Florencia dejara en libertad a Gildardo Góngora y a Julián Rojas, acusados por la Fiscalía de ser los autores materiales del asesinato del personero municipal Fredy Chavarro, acaecido el 24 de diciembre de 2017. Y este jueves la Fiscalía y las víctimas apelaron la absolución.
En la sentencia, el juez alega que Amparo no dice la verdad. Que miente y se contradice. Que no pudo ver la cara del asesino puesto que la luz era tenue.
Y, sin embargo, cree a pies juntillas las explicaciones de los ocho familiares de Góngora y justifica sus muchos datos contradictorios. Reconoce la falta de cohesión en los relatos, pero los acredita.
También desecha las declaraciones de antiguos compañeros del criminal que eliminó a Fredy Chavarro, según la Fiscalía. Afirman que Góngora disparó al personero mientras Julián Rojas le esperaba en la moto, y hubo un pago de 40 millones de pesos que se repartieron, en diferentes cuantías, entre todos los que tuvieron que ver con su muerte.
“Uno con esa gente suelta corre peligro. No salgo a la calle, tengo un negocito de arepas a la puerta de la casa; mire para un lado, mire para el otro, con miedo. Eso no lo ve el juez”, dice Amparo con infinita tristeza. Podía tener seguridad de la UNP, pero prefirió cedérsela a su hermano, que ha recibido amenazas de muerte porque da la cara con frecuencia en los medios de comunicación locales exigiendo justicia. “Rafael corre peligro porque tiene que salir por su trabajo”, precisa. “Yo no piso la calle”.
En realidad, a Rafael Chavarro lo quieren matar porque rompe la ley del silencio a toda hora. Grita por todos lados que los asesinos andan sueltos, da los nombres de los comandantes de las nuevas Farc-EP de su municipio, cuya cabeza principal sigue siendo el temido Óscar Montero, alias el Paisa, principal lugarteniente de Iván Márquez.
También apunta su dedo acusador hacia la administración local, porque su hermano Fredy era el látigo de los corruptos y denunció malos manejos con un contrato.
Además de reiterar que Góngora segó la vida del personero, tiene el valor de dar otros nombres que, según él, deberían detener las autoridades. “Iván Julián Bolaños (exguerrillero) sigue delinquiendo con la Teófilo y cobra del Estado”, es una de sus denuncias que caen en saco roto. “Con el Loco Ferney y otros reclutan niños, tienen 25 menores de edad en la Cordillera”, insiste.
Su valentía reside en que nadie que pretenda llevar una existencia tranquila hablaría claro y duro contra las disidencias de Farc-EP en Puerto Rico, un destino turístico fabuloso para quienes quieran disfrutar de las joyas naturales caqueteñas. Pero, al mismo tiempo, territorio donde la guerrilla aún conserva parte de su poder.
En su nuevo alegato, la Fiscalía persiste en dar crédito a Amparo. “Góngora le metió los tiros, pero se los pegó fue a la pared… porque él vio que no pudo pegar a él, entonces fue cuando él se levantó la capucha y ahí fue cuando le miré la cara. Fue cuando le metió los dos tiros”, a su hermano. La descripción de Amparo coincide con el informe pericial de necropsia y en los proyectiles que quedaron en la pared.
Cuando le preguntaron a la mujer por qué reconoció de inmediato a Góngora, la respuesta fue tan directa como sencilla: “Porque hacía tiempo, ahí, en Puerto Rico, él delinquía matando gente”.
No creo que cambien el fallo, son muertes que no tiene impacto nacional. Son tantos los colombianos de zona rural que mueren por denunciar a corruptos y a grupos criminales, que con que haya una sentencia y unos condenados, así sean diferentes a los que indican las víctimas, se da por concluido el trabajo.
Lo siento infinito por Rafael, incapaz de guardar prudente silencio, y por Amparo, angustiada y con miedo cada vez que pisa el andén para vender sus arepas.
https://www.semana.com/, Bogotá, 04 de septiembre de 2021.