Es un caos premeditado y calculado que emana de una cabeza llena de odio y perversidad; de una mente alienada que maneja un aparato millonario paraestatal que solventa a sus terroristas para que, entre otras cosas, copen todos los espacios y los deterioren, generando el síndrome de la ventana rota y provocando que los buenos se vuelvan indolentes, permisivos y resignados; mientras ellos, los terroristas, se apoderan del país con violencia de todo tipo. ¿Quiénes ganan?: los que ordenan el deterioro; los mismos que financian los murales de las tales “cuchas”; los que ocasionaron la toma guerrillera mal llamada “estallido social”; y los que han convertido ese estallido en “estallido visual”, estilo Cuba o Nicaragua.
¿Acaso no nos damos cuenta de lo que está sucediendo? Nos estamos convirtiendo en un territorio contaminado donde predominan, entre otras cosas, los garabatos comunistoides que inundan a todos los países penetrados por esa plaga. Es un lenguaje de terror que se impone a la fuerza y vulnera nuestros derechos, y cuenta con el silencio estatal y la permisividad de las autoridades que nada hacen por evitarlo. Es un lenguaje terrorífico con consecuencias devastadoras por lo impositivo y por la ausencia de defensa. Es el anuncio público de un mal que requerirá de varias generaciones para recuperarse y que, de no abordarse con prontitud, tal vez no tenga remedio.
Y a este mal hay que sumarle la invasión de espacios de televisión en horario AAA dedicados a alimentar el ego del sátrapa, y a generar pánico, instruyendo a las bases delincuenciales para que se vuelvan a tomar las calles y acorralen a los demás poderes. Porque cada supuesta alocución presidencial, no es más que una invasión ilegal disfrazada de circo gubernamental; es un acto dictatorial al estilo “Aló Presidente” de Chávez, solo que más incoherente, ridículo y basto, y con un fondo electoral y demagógico propio de la dictadura a la que nos acercamos peligrosamente.
¿Qué hacer? Mientras podamos, acudir a los mecanismos jurídicos para evitar estos atropellos. Los alcaldes pueden actuar, mediante el poder policial, para capturar y judicializar por daño en bien ajeno a los terroristas de aerosol. En cuanto a la violación legal del sátrapa, ya está demandada con muchas posibilidades de éxito. La pregunta es: ¿estarán los jueces dispuestos a controlar los desmanes presidenciales y de los terroristas urbanos?
Para empezar, ¡hay que parar ya el “estallido visual”!